Manuel Bretón: "Somos un ancla para que muchos otros no vayan a la deriva"

Las organizaciones sociales y oenegés no tienen ni un respiro: en cuanto se acaba una crisis parece que surge otra.

Ojalá un día dijeran que Cáritas hay que cerrarla porque eso significaría que no hay necesidades ni injusticias, pero hasta entonces hay que seguir creciéndose ante la adversidad. Cuando no es una cosa es otra: la economía, la covid, las consecuencias de una guerra... Pero cualquier crisis a quien más afecta es a los más vulnerables, a quienes menos medios y posibilidades tienen.

Entonces, las diferencias entre ricos y pobres siguen creciendo. ¿Nunca vamos a conseguir una sociedad más igualitaria?

A eso aspiramos, pero hay que luchar mucho. Nuestros informes Foessa muestran una radiografía con 37 indicadores de la sociedad española. No se estudia la pobreza o el hambre como tal, sino los indicadores evolutivos para ver cómo vencer esa vulnerabilidad. No hacemos las cosas para que nadie las vea, sino que vamos a la persona, procuramos el desarrollo humano integral del que habla el Papa.

Durante la covid imagino que muchos voluntarios de Cáritas no podrían ocupar sus puestos...

Nuestra riqueza descansa en los 80.000 voluntarios que, durante los dos últimos años, han tenido que readaptar sus funciones. Con las parroquias cerradas y en mitad de la tormenta, vivimos un momento muy complicado, pero entendimos que éramos un ancla para que muchos otros no fueran a la deriva. Apostamos por la inserción laboral, la formación, intentar atraer un voluntariado más joven y nunca paralizamos la actividad. ¡Abrimos más de 7.000 puertas al día con los proyectos diocesanos repartidos por todo el territorio!

¿Diría que la española es una sociedad solidaria?

Me sorprendió la enorme respuesta cuando lanzamos la campaña de la covid hace dos años. Y me sigue sorprendiendo ahora la solidaridad con las víctimas de la guerra de Ucrania. Los donativos están al nivel de otras catástrofes que nos conmocionaron mucho como el terremoto de Haití.

¿Qué siente cuando tiene noticia de una nueva guerra?

Todas las guerras, las presentes y las olvidadas, son un fracaso. Ahora la guerra está en Europa, la tenemos muy cerca e, incluso, vemos el tránsito y las penalidades de los refugiados que se producen en todos los conflictos.

¿Cómo está afectado la guerra en Ucrania al trabajo de Cáritas?

Nuestra estructura es una confederación de 168 delegaciones en el mundo. Desde el 23 de febrero pusimos en marcha un comité de emergencia y estamos trabajando con Cáritas Ucrania, Polonia y Moldavia, con apoyo económico (se han reunido cuatro millones de euros en diez días) y con voluntarios en los campamentos en los que se presta refugio. Siempre es un orgullo ver un chaleco de Cáritas en los campos y los centros de acogida.

¿Qué le dice a quienes no colaboran porque creen que la ayuda nunca llega a su destino?

Que trabajamos en serio. Que tenemos infraestructura y un estrecho contacto con las administraciones para conocer perfectamente las necesidades. No podemos enviar a Ucrania un camión de leche porque no es lo que necesitan: ahora hace falta dinero y apoyo.

¿Qué otras asignaturas quedan pendientes en el ámbito de la acción social?

Hay muchos frentes abiertos. Desde la soledad de los mayores hasta la preocupación por la ‘casa común’, esto es, la ecología. También es fundamental que los inmigrantes accedan al Ingreso Mínimo Vital y, como los bancos son reacios a abrirles cuentas, el otro día me acerqué al gobernador del Banco de España para desatascar el problema.

¿Y cómo fue?

Me recibió con mucho cariño, entendió la propuesta que también comparte el ministro Escrivá y, además, resulta que es atlético, colchonero como yo.