Agricultura

Guerra y PAC

La invasión de Rusia a Ucrania ha destapado la comprometida dependencia que España tiene del cereal exterior y ha hecho que no fueran pocas las voces que exigen devolver a la PAC su apuesta productivista.

La producción de cereal español es notablemente insuficiente para las necesidades de alimentación del potente complejo ganadero y cárnico del país.
La producción de cereal español es notablemente insuficiente para las necesidades de alimentación del potente complejo ganadero y cárnico del país.
Antonio García/Bykofoto

Se construyó ante la necesidad de asegurar el abastecimiento de los alimentos a una Europa devastada por una contienda bélica. Tras la Segunda Guerra Mundial, y en un entorno de escasez alimentaria, la entonces Comunidad Económica del Acero y el Carbón (Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos), embrión de la Unión Europea, entendió que había que poner en marcha una política intervencionista y productivista que garantizara el abastecimiento de alimentos a unos precios asequibles al tiempo que se aseguraba un nivel de vida equitativo a la población agrícola. Nacía así en 1962 la Política Agraria Común (PAC), que extendió sus tentáculos proteccionistas (intervención pública y almacenamiento subvencionado) a producciones básicas como cereales, leche y carnes.

Veinte años después el escenario era completamente distinto. En la década de los 80 los excedentes se habían disparado y con ellos el coste agrícola que suponía las compras públicas y las ayudas a la exportación. Llegó entonces la primera gran reforma, la de 1992 o más conocida como reforma MacSharry, con la se inició una transición que transformaría las ayudas ligadas a la producción por pagos directos por hectárea y cabeza de ganado.

La necesidad de adaptarse a los mercados o de dar una mayor legitimidad a las ayudas, el cambio climático o las demandas medioambientales de la sociedad fueron cambiando la cara de la PAC. Con la Agenda 2000 se introdujeron las ayudas directas a la renta; con la reforma de 2003 se dio el visto bueno a los (ahora tan polémicos) derechos históricos; con el llamado chequeo médico en 2008 comenzaron a sonar cada vez más alto las voces que piden una PAC más verde, con la que hacer frente al cambio climático, respetar la biodiversidad y conseguir un uso más eficiente y sostenible de los recursos naturales, de la energía y el agua. Y con la reforma de 2013 se popularizaron términos como como ‘greening’, una retribución por prácticas beneficiosas para el clima y el medio ambiente con el que la política agraria de la Europa comunitaria se vestía de un verde que cada vez ha ido ganando en intensidad y con el que se han enfundado también estrategias como la denominada ‘De la granja a la mesa’, asumida con no pocas reticencias por el sector agroalimentario, que aboga por dejar un 10% de tierras improductivas, por reducir un 20% el uso de abonos químicos y un 50% de fitosanitarios así como por incrementar hasta el 25% las hectáreas dedicadas a la producción en ecológico.

Ahora, precisamente cuando se cumplen 60 años de aquella primera PAC y cuando se asoma una nueva reforma -entrará en vigor en enero de 2023- que exhibe sin tapujos la cada vez mayor ambición ambientalista de la política comunitaria, una impensable guerra en pleno siglo XXI podría hacer volver a la casilla de salida.

La invasión rusa a Ucrania -el granero de Europa y primer abastecedor de cereal para España- ha hecho saltar todas las alarmas en el sector agrario, que teme un desabastecimiento de materias primas imprescindibles para garantizar la alimentación animal y unos desorbitados e inasumibles precios de las materias primas. Por eso, desde el momento mismo en el que se produjeron los primeros bombardeos sobre Kiev, los representantes de las organizaciones agrarias han insistido en la urgencia de "reorientar" la PAC para volver a los orígenes más productivistas.

No son los únicos. El comisario de Agricultura de la Unión Europea, Janusz Wojciechowski, ha reconocido que hay que revisar la estrategia ‘De la granja a la mesa’ porque puede poner en peligro la propia seguridad alimentaria. Y el ministro de Agricultura español, Luis Planas, asume que "hay que replantear decisiones y cambiar prioridades para garantizar la seguridad alimentaria".

La PAC vive también momentos convulsos.

"Es necesario un cambio de perspectiva para abordar los efectos de la guerra"

Vaya por delante que lo realmente trágico de la invasión de Rusia a Ucrania es el drama humano que están viviendo los millones de ciudadanos que sufren el injustificado y devastador paso de las tropas de Putin. Es lo primero en lo que han insistido los representantes políticos, institucionales y de entidades ligadas al sector agrario así como sus organizaciones profesionales, que, a renglón seguido, manifiestan la gran preocupación e inquietud que genera el impacto que el conflicto bélico tiene ya en dicha actividad.

Porque a pesar de que España produce nada menos que 20 millones de toneladas de cereal, este volumen es manifiestamente insuficiente para satisfacer el consumo interno, especialmente el de una potente ganadería, con el porcino a la cabeza, que en el caso de la Comunidad aragonesa supone el 66% de la producción final agraria. Este déficit (que no es nuevo) se suple en su mayor parte con las compras realizadas en Ucrania, un país que cuenta con 33 millones de hectáreas cultivables con las que son capaces de abastecer a 600 millones de personas gracias a su relieve llano y su clima continental y, sobre todo, a uno de sus principales tesoros: unos profundos suelos negros -posee el 33% de la reserva mundial- ricos en minerales como el potasio, fósforo y microelementos y con gran porcentaje de materia orgánica que les hacen extraordinariamente fértiles. De sus abundantes producciones, una media de 2,77 millones de toneladas de maíz llegan (mejor dicho llegaban) anualmente a España -en 2019 fueron más de cuatro millones-, lo que supone el 30% de las necesidades del país.

Ahora esta fuente de abastecimiento ha desaparecido por el conflicto bélico. Y el sector mira a Bruselas y achaca los problemas que supone esta dependencia alimentaria a una PAC, que nació en un escenario de escasez alimentaria tras una contienda mundial, que en sus 60 años de historia ha ido perdiendo sus orígenes productivistas para tomar un cariz más medioambientalista.

Lo han dicho alto y claro los representantes de las organizaciones agrarias aragonesas -UAGA, Araga, Asaja y UPA- que consideran que la Comisión Europea tiene que "reorientar" su política agraria. "Con todo lo que está pasando, se tiene que reconducir la PAC, sus incentivos tienen que ir a la producción y no tanto al verdeo y la condicionalidad", coinciden en señalar.

Lo exigen desde Cooperativas Agroalimentarias, que ha solicitado al ministro Luis Planas que habilite una mesa de crisis de diálogo con el conjunto del sector, desde la producción a la distribución, para abordar los efectos de la guerra y el "necesario cambio de perspectiva" que deben tomar algunas de las estrategias y reformas iniciadas. "En ella se podrán tratar cuestiones sobre cómo abordar en estas circunstancias las iniciativas reglamentarias bajo las estrategias ‘De la granja a la mesa’ y ‘De la biodiversidad’, las limitaciones productivas en el marco de la nueva PAC y el replanteamiento de alguna de la legislación que afecta al mercado y la regulación de este", explican desde esta organización.

Lo han asumido incluso el propio ministro del ramo, Luis Planas, y el comisario europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski, conscientes de que "la guerra en Ucrania obliga a cambiar prioridades y replantear decisiones para asegurar la seguridad alimentaria en Europa". Ambos hablan de flexibilizar la PAC, de permitir la utilización de los barbechos para aumentar la producción de cereal y de oleaginosas, de relajar las exigentes normativas que impiden la entrada de maíz de países terceros por el uso de fitosanitarios o de semillas transgénica, e incluso de convertir en ayudas directas la reserva de crisis de la organización común de mercados agrarios, un fondo que se nutre de los recursos que se detraen a los agricultores en el pago de la subvenciones directas que se abonan a través del primer pilar.

Y son numerosas las voces expertas y autorizadas del sector que no dejan de repetirlo por todo el territorio español. Entre ellas la del consejero aragonés de Agricultura de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente, Joaquín Olona, gran conocedor de la PAC y activo defensor de una política agraria común productiva. "Es muy triste que desgraciadamente tenga que ocurrir una tragedia como esta para darnos cuenta de que no podemos permitirnos el lujo de no producir", señala el consejero. Olona lamenta que haya sido un conflicto bélico el que ha evidenciado el "carácter estratégico" de la alimentación y "las negativas consecuencias" de la dependencia en productos tan básicos como los cereales, que "aunque suene a mantra son la base de la alimentación, no porque comamos un saco de trigo o de maíz todos los días, sino porque cuando comemos pollo, cerdo, cordero o ternera estamos comiendo cereales", añade.

"Con todo lo que está sucediendo las ayudas tienen que ir a la producción no al verdeo"

Reconoce el consejero que durante estos días le ha venido constantemente a la cabeza esa antigua obsesión por los excedentes agrícolas, que los hubo pero en productos muy concretos, como la leche. "Nunca hemos sido excedentarios en cereal", insiste. Y mucho menos en Aragón donde el déficit es, advierte Olona, muy importante. "Tenemos que hacer una reflexión de lo que supone esa gran dependencia de materias primas cuando tenemos un complejo cárnico tan potente", destaca.

A corto plazo

Lo más urgente en estos momentos es conseguir mercados en los que adquirir el cereal que no podrá partir de los puertos de Ucrania. El objetivo comercial está en Estados Unidos y Argentina, de dónde podría llegar un maíz que hasta ahora ha despertado reticencias en la UE por la presencia de OGM y trazas de fertilizantes no permitidos en el suelo europeo. "Esto tiene que ayudarnos a reflexionar de que hay una parte un tanto caprichosa, porque no todas las restricciones que nos imponemos a nosotros mismos están suficientemente justificadas y avaladas y contribuyen necesariamente a la mejora del medio ambiente", explica Olona. Se refiere el consejero al rechazo de Europa a la transgénicos, "que Aragón cultiva y necesita", una postura que "ahora se va a tener que flexibilizar porque no hay otra cosa". destaca

Reconoce, además, que también tendrá que repensarse la estrategia ‘De la granja a la mesa’, una apuesta de la Comisión Europea integrada en el Pacto Verde Europeo. "Esta propuesta ya generó muchas discusiones desde su planteamiento sobre si la Unión Europea podía permitirse el lujo de reducir la producción y perder capacidad productiva", recuerda el consejero.

Barbechos y condicionalidad

Además de estas normas de comercio hay otras medidas a "medio y largo plazo", explica Olona, y entre ellas señala la posibilidades del barbecho, esas hectáreas de cultivo que se dejan de sembrar periódicamente para que la tierra descanse y se regenere. Claro que la producción agrícola se parece poco a la industrial, tiene sus ciclos, no puede fabricarse y sacarse al mercado de manera inmediata, por lo que aunque se sembraran ahora los barbechos habría que esperar hasta la próxima campaña para disponer de cereal. "Hay que tener en cuenta además que el barbecho no lo hacemos por capricho y menos en Aragón", detalla el consejero, que añade que esta es una práctica agronómica, "que no vino con la PAC" y que tiene que ver mucho con la escasez de lluvia.

España, y Aragón en particular, son deficitarias en cereal.
España, y Aragón en particular, son deficitarias en cereal.
R. G.

Pero para Olona el déficit no se resuelve poniendo en producción las tierras en barbecho. "Creo que hay que reconsiderar no solo esta práctica agronómica, sino todas las limitaciones vía condicionalidad que nos hemos impuesto por supuestas razones ambientales". Se refiere al consejero al conjunto de obligaciones que tienen cumplir los perceptores de la PAC para cobrar en su totalidad las ayudas agrarias. Entre ellas se incluye la exigencia de que en las explotaciones mayores de 15 hectáreas se reserve al menos el 5% para las llamadas superficies de interés ecológico (SIE), es decir, aquellas en barbecho, ocupadas por cultivos fijadores de nitrógeno, superficies forestadas y las dedicadas a silvicultura.

"Lo que no tiene mucho sentido es que nosotros mismos reduzcamos nuestros recursos agrícolas y menos cuando es tierra de regadío, porque no lo hemos hecho para tenerlo ocioso", insiste.

El consejero teme que los argumentos que ahora abogan con fuerza por reconducir la PAC sean "una respuesta guiada por el miedo" y que cuando se termine la causa que los provoca acabe también la preocupación. Sin embargo, se muestra convencido de que se va a producir "una reconsideración de fondo sobre la reorientación que necesita la PAC".

"Es triste que sea una guerra la que muestre que no podemos permitirnos el lujo de no producir"

De hecho así lo creía hace no demasiadas semanas cuando en una comparecencia en las Cortes de Aragón y en un momento en el que la posibilidad de una guerra era totalmente impensable, reiteró su convicción de que se iba a comenzar a hablar de una próxima reforma antes de lo previsto. "Ya dije que nos íbamos a llevar una sorpresa, porque me temía que sucedería como pasó con la reforma de 2013 y que se iba a poner de manifiesto su fracaso antes de que comenzara", reitera Olona. Así ha sido, señala el consejero, que lamenta que haya tenido que ser una guerra la que haya puesto en evidencia la necesidad de reconsidera la política agraria actual.

"La PAC es una política agraria, no es medioambiental, aunque tenemos que ser conscientes de que tenemos retos medioambientales, pero estos tienen que ser sólidos y reales". Para Olona el camino es la agricultura productiva, pero "esta no se consigue fomentando la ociosidad de las tierras y de los activos, pagando por no producir y manteniendo los dichosos derechos históricos", matiza.  

La coalición Por otra PAC rechaza el retroceso de las ambiciones ambientales

Son muchas las voces que piden a Bruselas que rebaje su ambición medioambiental. Pero no son todas. La coalición Por otra PAC -formada por más de una treintena de organizaciones de ganaderos y ganaderas extensivas, representantes de la producción ecológica, ONG ambientales, de desarrollo rural, expertos en nutrición y consumo, entre otros- quiere, en primer lugar, mostrar su repulsa a la invasión rusa y trasladar su solidaridad con el pueblo ucraniano y reconoce el impacto que el conflicto bélico está teniendo en el sector agrario, pero advierte que no está dispuesta a admitir una vuelta atrás en la hoja de ruta del Pacto Verde Europeo con la excusa de la invasión de Ucrania por Rusia.

Para esta organización, la situación de dependencia que generan los sistemas agroalimentarios actuales "de carácter intensivo, altamente demandantes de insumos, materias primas y energía y eminentemente destinados a la exportación" -señalan-, es una muestra más de lo urgente que es la transición hacia modelos más sostenibles y resilientes. "Es lo que defiende el Pacto Verde Europeo, por lo que no solo debe ser reforzado sino que, además, sus objetivos tienen que ser incorporados de manera vinculante en la nueva PAC, pues condicionará la estrategia agraria de todos los países miembros hasta 2027", explican desde esta organización, que aboga, además, por modelos de consumo más saludables y sostenibles, "que reduzcan el consumo de carne y prioricen su origen extensivo".

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