El pueblo de Aragón donde una persona paga los crímenes de sus vecinos

Hay localidades aragonesas que tienen tradiciones curiosas en según que época del año. Este mes de febrero se celebra una de ellas en la que una persona acumula todas las culpas y pecados de los vecinos durante el año.

Carnaval de Torla
Carnaval de Torla
José Miguel Marco

El carnaval ya está a la vuelta de la esquina y, valga la redundancia, son muchas las esquinas de Aragón que preparan sus festejos y ponen ya la nota de color en este invierno atípico, de temperaturas más elevadas de lo normal. Uno de los puntos que más tradición carnavalera atesora en Aragón es Torla, en la puerta de Ordesa, con un personaje singular que centraliza toda la atención y que, dentro de su carácter siniestro, despierta una extraña ternura entre los habitantes locales y visitantes. Lleva el nombre de la propia fiesta, aunque con ‘b’, y su destino está sellado.

La puerta tradicional del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido por su lado occidental está muy orgullosa de su carnaval, que gracias a la transmisión de la memoria oral no se ha perdido; de hecho, se ha recuperado en estas últimas décadas uno de sus elementos principales: el juicio a Carnabal, con ‘b’, verdadero protagonista de esta fiesta. Carnabal personifica todas las malas acciones de los vecinos; es un personaje de carne y hueso, que pone en alerta a todos ante su proximidad al pueblo. Cuando lo apresan y lo llevan a Torla gracias al Tenedor o vigilante, se le ata con una cuerda y se le conduce a la vista de todos para juzgarlo popularmente.

Encarnar a Carnabal es un honor, aunque se hace duro. Un mozo del pueblo se cubre de telas de saco y pieles; sobre la cabeza se le ponen unos cuernos y cuando llega al pueblo la tradición dice que se le recite una historia, en la que se anuncia su juicio y ejecución por todos los crímenes que acumuló durante el año anterior.

El vigilante pasea a Carnabal atado por las calles del pueblo. Carnabal se resiste a su suerte, y en el camino asusta a los niños además de tratar de escaparse. Si se le acusa de dejar sin agua al pueblo, Carnabal responde ofendido: "Del agua no me acuséis, pues yo no la pruebo en to l'año, lavarme no me lavo y si la bebo me hace daño". Finalmente, el juez y la autoridad religiosa de turno condenan al reo, y antes de ejecutarle se le concede una última voluntad, que suele consistir en besar a una moza del pueblo. Muerto el malvado, comienza ahí mismo el baile y se desata la fiesta.

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