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José Antonio Marina: "Los problemas psicológicos deben tratarse en los colegios"

José Antonio Marina (Toledo, 1939) es pedagogo, escritor y filósofo. Cuestiona el sistema educativo y una ‘Ley Celaá’ que califica de "disparate".

José Antonio Marina, ayer, en el Patio de la Infanta.
José Antonio Marina, ayer, en el Patio de la Infanta.
Oliver Duch

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina ha impartido este martes en el Patido de la Infanta, en Zaragoza la conferencia titulada  'Educación, arma contra la inhumanidad', organizada por la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental con la colaboración de Fundación Ibercaja.

¿Cómo va a transformar esta pandemia la educación?

Está claro que las clases a distancia van a mejorar, pero se ha producido de una forma demasiado precipitada y no va a dejar gran huella. Deberíamos aprender de esta experiencia porque se puede repetir por otras circunstancias. También ha puesto de manifiesto que la mayor influencia en el éxito o el fracaso educativo no es la escuela, sino la procedencia socioeconómica de los alumnos. Por tanto, desde los colegios se debe proteger esa relación con las familias.

¿La presencialidad es esencial?

Que en situaciones normales podamos ir hacia una escuela no presencial me parece absolutamente disparatado. A lo mejor en la enseñanza universitaria, con según que contenidos, se puede.

¿Cómo afectarán a los alumnos estos cursos covid?

Va a tener un impacto negativo en todos los aspectos. El que menos me preocupa es a nivel de conocimientos. Deberíamos diseñar una escuela pospandemia en dos sentidos. Por un lado, ver cómo reformar provisionalmente los currículos para poder recuperar lo que no han aprendido. Por otro, que es lo más importante, atender los problemas psicológicos de niños y adolescentes dentro del ámbito escolar, con el asesoramiento de profesionales, pero en su entorno. La salud mental de los menores ha sufrido mucho y las depresiones se están disparando, algo que ocurría ya antes de la pandemia.

¿Hay que introducir la figura del psicólogo en las aulas?

Por supuesto, está contemplado dentro de los equipos de orientación, que también son de asesoramiento psicológico y afectivo y no solo de problemas de aprendizaje. Lo que pasa es que una de las consecuencias inmediatas de la reducción de los presupuestos para Educación es que se restringe en estos sistemas de apoyo que son esenciales pero que no se consideran imprescindibles. Para elevar la calidad escolar no se trata solo de que aprendan mejor matemáticas, que también, sino que puedan desarrollar todas sus capacidades intelectuales, afectivas y de conducta.

¿Es un momento propicio para el pacto por la educación?

Soy absolutamente escéptico. Nadie quiere el pacto por la educación, cada partido político quiere el suyo y no hay forma de ponerse de acuerdo. Además, este concepto se ha quedado atrasado y hay que ir hacia un pacto nacional para el aprendizaje. El periodo educativo no termina con la Universidad o la Formación Profesional, todos vamos a seguir aprendiendo continuamente. El pacto escolar ha quedado superado, necesitamos ir hacia algo más ambicioso.

Para un filósofo, ¿la ‘Ley Celaá’ hace justicia a las Humanidades?

Cada palo que aguante su vela. Los filósofos no hemos sabido explicar para qué sirve la filosofía y en general ha pasado con las Humanidades, quizás por aquello de que ‘El buen paño en el arca se vende’. Mis colegas de la enseñanza deben dedicar el tiempo que haga falta a contestar a la inevitable pregunta de los alumnos: ¿esto para qué sirve? La ‘Ley Celaá’ me parece un disparate desde su planteamiento. Es volver a tropezar en la misma piedra. La oposición ya ha dicho que la quitará en cuanto llegue al poder. ¿Con qué convicción se van a trabajar los currículos si se sabe que cambiarán en tres años?

Siempre ha denunciado que la educación no interesa, ¿a lo mejor un poco sí tras esta crisis?

Me temo que no. Tendríamos que aprender algo de la pandemia, pero no veo a casi nadie con ánimo porque exige un esfuerzo. Con esa especie de confianza ciega en las redes sociales se está creado una sociedad con un analfabetismo tecnológico vulnerable a todo tipo de timos. Deberíamos desarrollar el espíritu crítico, pero es muy trabajoso. Todo se tiene que decir en 140 caracteres y eso no sirve para el argumento. Nos hay más que leer los tuits de los políticos, dignos de una vacuna contra la estupidez.

 

 

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