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Cuando los Reyes Magos traían naranjas o "una rubia" (peseta)

Quienes fueron niños en el primer tercio del siglo XX recuerdan lo que Melchor, Gaspar y Baltasar les dejaron bajo la ventana.

Una muñeca de barro, de Milagros Gracia.
Una muñeca de barro, de Milagros Gracia.
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"Queridos reyes, deseo que como siempre nos den lo que deseamos: vuestras majestades tendrán la bondad de traerme tres libros de la Biblioteca Rosa. Sus Majestades saben que me gusta un lavabo que venden en Medel. Y una peseta para los pobres para hacerles cualquier ropita", escribió Rosario en su carta de principios del siglo XIX. Perico deseó "cinco pesetas en indemnización" y no se atrevió "más petidor". Eso era lo que pedían los niños de principios del siglo XX y cuyas cartas se conservan en la Biblioteca Nacional. Se desconoce lo que estos niños el 6 de enero encontraron bajo la ventana.

En 1937 María Isabel era una niña que vivía en Zaragoza y recuerda lo que los Reyes Magos le trajeron. "Fue una muñeca preciosa vestida de enfermera, con todo blanco y la capa azul marino con su cruz roja, y un muñeco de teniente, de color caqui y con tres estrellas militares. En casa de mi abuela me dejaron una canastilla de costura redonda cuya tapa era una muñeca rubia", rememora a sus 90 años. También un cuadro de la Virgen del Pilar, que conservó durante años encima de su cama.

"Nos traían lo que podían, un regalo a cada uno, no como ahora"

Al parecer, los Reyes Magos no eran tan espléndidos como ahora. "Nos traían lo que podían, un regalo a cada uno, no como ahora", considera Rosa María Trébol, de 79 años. "A mí me pusieron una muñeca y a mi hermana una tienda para comprar", apunta. También una cocinica y a sus hermanos, un tren o un camión. Pero eso no era lo único que se encontraban bajo la ventana, también una carta de los mismísimos Reyes que evaluaban su comportamiento durante todo el año. Eso sí, en casa de los Trébol Sus Majestades se iban bien servidas, con turrón y una copa de vino en el cuerpo. "Era emocionante, no veas cuando salíamos", dice con una sonrisa en la boca.

Tanta emoción que a veces llevaba a aquellos niños a dormir la noche siguiente con el presente. Encima de la cama puso Milagros Gracia el sillón de mimbre que le pusieron cuando tenía unos 5 o 6 años, lo primero que le trajeron los Reyes. "Después alguna muñeca de trapo hecha a mano, la harían los mismos Reyes, y una negrita de barro", fantasea esta aragonesa ahora a sus 83 años. Su marido, Jesús Salas, vivía en el campo, y en su caso le ponían "una naranja". “Eso era algo grande”, dice satisfecho y con la mirada de un niño a pesar de que esté a punto de soplar 89 velas.

Un diábolo fue el regalo que más ilusión le hizo a Carmen, una vecina de la capital aragonesa también de 89 años. "Pero normalmente me traían turrón y lo que necesitaba de la escuela, como gomas, lápiz... Otras veces, calcetines y también alguna vez una rubia", recuerda, pero esa "rubia" no era una Barbie, sino una peseta.

"Todos esperábamos la bicicleta que a mí nunca me llegó…"

"A mí me traían unas culebrillas de mazapán, nos hacía una ilusión tremenda, aunque todos esperábamos la bicicleta que a mí nunca me llegó…", recuerda Teodoro Corchero, presidente del Consejo Aragonés de las Personas Mayores (Coapema). Este extremeño afincado en Teruel también recuerda una bufanda, unos zapatos, estuches, pinturas o lapiceros. "Eran cosas menos lúdicas y un poco más prácticas", apunta este extremeño, de Peñalsordo, en Badajoz. En cualquier caso, le hacía "mucha ilusión, aunque fueran escasos regalos".

Con su testimonio sobre la mesa, hace una reflexión con lo que traen los Reyes en la actualidad: "No por tener 20 regalos se tiene más ilusión que el que tiene dos o tres. La ilusión es la misma. Ahora el niño se marea y creo que hay que seleccionar los juguetes, es una labor que deben meditar los padres al escribir la carta”. Los mayores consultados no escribían la carta, algo que lamenta Teodoro porque durante décadas trabajó en la Dirección de Correos en Aragón.

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