SOCIEDAD

Veinte años sin reclutas forzosos ni cortes de pelo al cero

Hace exactamente dos décadas los últimos jóvenes que hicieron la mili abandonaron los cuarteles. Se puso así fin a 231 años de servicio militar obligatorio, que ha dejado una importante huella en la cultura popular.

Los cortes de pelo al cero eran un requisito imprescindible para los reclutas.
Los cortes de pelo al cero eran un requisito imprescindible para los reclutas.
Guillermo Mestre

A los ‘millennials’ les resultará exótico pero, hasta hace veinte años, los jóvenes españoles estaban acostumbrados a comer rancho, a sufrir novatadas y a llevar un corte de pelo al cero. Lo hacían, además, de forma obligada y bajo la creencia de que esas imposiciones y convivencias les harían “hombres de provecho” en un futuro. Fue hace ahora dos décadas, el 31 de diciembre de 2001, cuando los últimos reclutas forzosos se licenciaron, abandonaron los cuarteles y el Ejército en España, algo más tarde que el de los países de su entorno, se profesionalizó.

“Señoras y señores, se acabó la mili”, fueron las palabras pronunciadas por el ministro de Defensa, el popular Federico Trillo, el 9 de marzo de 2001. A aquella frase histórica le siguió la firma del Real Decreto que daba la puntilla a una tradición castrense con más de 200 años de historia. Entonces se produjo el último reemplazo, que concluiría el 31 de diciembre con 858 jóvenes licenciándose en los distintos acuartelamientos del Ejército de Tierra. Ya no habría más llamamientos a filas y el servicio militar obligatorio se convertía en historia, a pesar de que quedaban muchas incógnitas -que se fueron resolviendo sobre la marcha- respecto a qué hacer con los 800.000 jóvenes que tenían prórrogas concedidas o cómo cubrir lo que llamaban el “el volumen de reajuste” de las Fuerzas Armadas, pues se temía que no hubiera soldados profesionales suficientes. En el primer caso se hizo tabla rasa y se liberó de su compromiso a todos aquellos que tenían prórrogas solicitadas. En el segundo, los inmigrantes y los parados fueron un filón de reclutas para el nuevo Ejército (las condiciones económicas mejoraron sustancialmente), en el que pasó a hablarse más de misiones de paz que de la posibilidad de intervenir en conflictos bélicos.

Preparativos para el último reemplazo en el acuartelamiento de la brigada de caballería de Castillejos II en Zaragoza en 2001.
Preparativos para el último reemplazo en el acuartelamiento de la brigada de caballería de Castillejos II en Zaragoza en 2001.
Guillermo Mestre

Aunque en la actualidad hay voces que se refieren a la mili con cierta nostalgia, lo cierto es que en 2001 fue muy mayoritario el porcentaje de la población que se mostró partidario de eliminarla. ¿Los motivos? Cada vez más jóvenes se declaraban objetores (cuando no insumisos) y los que llegaban al cuartel lo hacían sin la motivación que se le presupone a un soldado. Sólo 5.000 de los últimos 90.000 ‘quintos’ llamados a filas entraron en el cuartel ese último año. No hay que obviar que la publicación de la ley de Objeción de Conciencia en 1984 derivó en una de las mayores campañas de desobediencia civil de la historia y Zaragoza fue una de las ciudades con más insumisos y en las que más juicios relacionados con el antimilitarismo se han celebrado.

Sólo 5.000 de los últimos 90.000 'quintos' llamados a filas entraron en el cuartel en 2001

De hecho, desde que se creó el Ejército profesional las Fuerzas Armadas españolas han logrado un gran protagonismo en misiones internacionales -actualmente hay más de 3.000 efectivos repartidos por todo el mundo-, lo que con jóvenes de reemplazo como los que fueron a la guerra del Golfo se antoja impensable. El Ejército, además, ha sabido a lo largo de estas dos décadas mejorar su imagen y demostrar su capacidad de adaptación a las situaciones diversas, como se ha podido ver con su trabajo en el último año y medio de pandemia.

El rancho y las guaridas en las garitas forman parte del imaginario popular de la mili.
El rancho y las guaridas en las garitas forman parte del imaginario popular de la mili.
Guillermo Mestre

¿Desde cuándo existía la mili? Fue la Constitución de Cádiz de 1812 la que implantó el servicio militar obligatorio. ‘La Pepa’, como se conoció al texto liberal, quiso acabar con las tropas que formaban soldados contratados por mercenarios. Su inspiración fue claramente francesa, pues tras la Revolución de 1798, en el país vecino se abogó por el ‘ciudadano soldado’ para igualar a la sociedad y arrinconar abolengos y privilegios. A pesar de todo, la entrada en filas, al menos en España, fue siempre para los menos potentados: la discriminación económica se fue regulando en sucesivos textos legales (como la ley de Quintas de 1837), que consentían la "redención en metálico". 

Así, aunque la mili nacía con vocación de igualdad, los poderosos podían redimirse de esta obligación mediante el pago de dinero. Huelga decir que los reclutas forzosos, los más pobres, morían en las guerras o sus familias se endeudaban intentando librar a sus hijos del deber militar. Desde 1940 la duración del servicio dependía del nivel de estudios del soldado y solo a partir de 1968 se instauró un servicio militar general obligatorio, para todos los jóvenes, sin más excepciones que la enfermedad, el defecto físico o psíquico y la condición de sostén familiar.

La mili y las muchas aventuras que los inexpertos reclutas sufrían durante la instrucción sí han dejado huella en la cultura popular española con decenas de películas, novelas e, incluso, cómics que la tienen como contexto o punto de referencia. Hasta finales del siglo XX los autores trataban de transmitir una imagen amable y simpática (cuando no propagandística) y filmes como ‘Recluta con niño’ o ‘Cateto a babor’ funcionaron muy bien en taquilla. Un completo cambio de tercio supuso el cómic ‘Historias de la puta mili’, que comenzó siendo una tira satírica en ‘El Jueves’ (de Ramón Tosas, Iva, creador también de Makinavaja), antes de tener una adaptación cinematográfica y otra televisiva. Barriendo para casa hay que mencionar la novela ‘Conspiración Chafarinas’, del zaragozano Fernando Lalana, que también tuvo una versión en la gran pantalla de la mano de Pedro Olea, Jorge Sanz y el también aragonés Armando del Río. En todas estas historias sí quedaba demostrado que la mili podía ayudar a los jóvenes a espabilarse, pero -por lo general- era alto el precio que tenían que pagar.

Fotograma de la película 'Recluta con niño'.
Fotograma de la película 'Recluta con niño'.
Heraldo

Hace unos pocos años una exposición en el Palacio de la Antigua Capitanía General reunía en Zaragoza decenas de objetos cotidianos ligados a la mili y las unidades que tuvieron su destino en la capital aragonesa: uniformes, petates, insignias, cartillas, postales e incluso cartas a las novias se mostraban en una muestra que recreaba también el sorteo de quintos y la jura de bandera. En el mismo escenario podía verse otra exposición sobre la mili en el Sáhara porque, aunque hoy pueda resulta chocante, en el pasado siglo muchos jóvenes tuvieron que cumplir la mili en un territorio que entonces se conocía como Sáhara Español: el batallón de instrucción de Reclutas n.º1 tenía su campamento militar a 25 kilómetros de El Aaiún.

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