crecida del ebro

Los 'náufragos' de 'Isla Ecuestre' salen de la hípica de El Burgo de Ebro tras 9 días autoaislados

Juan Martínez, dueño de Ebro Hípica, y Elián Batista pudieron dejar ayer el centro, en el que se quedaron rodeados de agua para poder dar de comer a los caballos durante la crecida del río.

Juan Martínez abre la puerta de Ebro Hípica, en El Burgo de Ebro, en presencia de Elián Fernando Batista.
Juan Martínez abre la puerta de Ebro Hípica, en El Burgo de Ebro, en presencia de Elián Fernando Batista.
Oliver Duch

Tras nueve largos días aislados, el nivel del río bajó este lunes lo suficiente para que los ‘náufragos’ de ‘Isla Ecuestre’ volvieran por fin a tierra firme. Son Juan Martínez y Elián Fernando Batista, el dueño y un empleado de Ebro Hípica en El Burgo de Ebro. Ante las catastróficas previsiones de la crecida del río, decidieron ‘autoaislarse’ en el club el sábado día 11 para poder dar de comer a los 50 caballos que viven en las instalaciones.

Cuando subió el nivel del Ebro, Ebro Hípica quedó completamente rodeada por agua, por lo que el propio Martínez lo rebautizó como “Isla Ecuestre”. Con la imposibilidad de sacar a todos los animales, y ante la falta de garantías de que iba a poder entrar a darles de comer en lancha, decidió quedarse dentro para que a los animales no les faltara el alimento. El camino que da al club hace varios días que está seco, pero hasta este lunes no han tenido permiso para entrar y salir por el riesgo que entraña aún circular por la mota. Esta acaba de sufrir el fuerte embate del Ebro, por lo que puede estar algo blanda, y es imprescindible para poder acceder al club.

“El balance de la decisión que tomamos es bueno, porque había mucha incertidumbre y no sabíamos si podríamos entrar y salir. Los caballos están bien, han estado muy tranquilos y bien cuidados, y eso era lo primordial”, señala el dueño de Ebro Hípica.

La sala principal del pequeño edificio del club se ha convertido estos días en una vivienda en la que Juan y Elián se han dedicado “a sobrevivir”. Lo peor, para ambos, ha sido “el frío”. Empezaron con una chimenea que daba “más humo que calor”, cuenta el propietario, pero al segundo día -aún con el camino sin agua- consiguieron dos estufas que les acercaron varios miembros de la UME. Con ellas se han apañado como han podido, a pesar de los problemas de aislamiento térmico del edificio y de que por la noche alguna de ellas se apagaba.

“Como no he sido ‘boy scout’, la primera noche casi me congelo porque eché directamente el colchón hinchable sobre el suelo. Luego ya me dijeron que tenía que poner una manta debajo para que aísle”, señala Martínez con ironía. Lo que más ha echado de menos es, “sin duda”, su cama y su sofá. “Esta noche, por fin, voy a dormir a gusto”, anhelaba al salir de las instalaciones.

Durante el día, se han dedicado a arreglar las cuadras, dar de comer a los caballos, sacarlos un rato… El menú diario se apañaba con un microondas y una plancha, a base de “sándwiches, patatas al microondas y solomillo en la sartén”, fundamentalmente. Entraron con un cargamento de comida enlatada que, finalmente, apenas ha sido necesaria. Las instalaciones tienen placas solares para obtener energía, pero con la niebla de estos días han tenido que tirar de generador. “Igual hemos gastado 300 euros de gasoil”, apunta.

La higiene no ha sido un problema, ya que el edificio tiene una pequeña ducha que permite “un lavado rápido”. Previsores, entraron también una maquinilla de afeitar “para no salir de aquí como unos náufragos del todo”, bromea Martínez.

Para pasar el rato, sin ordenador ni televisión, el dueño del centro hípico ha podido seguir los ‘reality’ a los que está “enganchado” gracias a la tablet que le dejó uno de sus alumnos, Nicolás Chamorro. “Las tardes y las noches al final se hacen largas, porque con este frío tampoco puedes estar mucho fuera. Queríamos darle una vuelta a la finca, pero hemos podido hacer lo justo”, señala.

El teléfono ha sido otro de los entretenimientos fundamentales, y más tras la enorme repercusión que tuvo la noticia de que se había quedado ‘autoaislado’. “Me ha llamado muchísima gente para darme su apoyo, he hablado con personas de las que hace mucho tiempo que no sabía nada… Me han escrito hasta unos amigos de México a los que les saltó la noticia en el móvil”, cuenta. Martínez también ha aprovechado el tiempo para dar una vuelta al negocio en su cabeza, pensar el diseño de una página web, preparar campamentos… Ahora solo espera “volver a la normalidad” lo antes posible, que sus alumnos puedan entrar a dar sus clases “cuanto antes” y, por fin, poder descansar en su cama.

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