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"Ir a ver el sol nos conecta con nuestra identidad sagrada y con el rito fundacional de Zaragoza"

El próximo martes decenas de personas aguardarán en la calle Mayor para ver cómo el sol se alinea con el trazado del antiguo Decumano Máximo. El solsticio de invierno, además, enamora a los 'influencers'.

Plano de la Zaragoza romana con indicaciones sobre su orientación.
Plano de la Zaragoza romana con indicaciones sobre su orientación.
Heraldo

Ha llegado, incluso, a hacerse viral. En los últimos años, un gentío pertrechado con teléfonos móviles se da cita en la calle Mayor de Zaragoza (la que fuera el Decumano Máximo romano) para inmortalizar el solsticio de invierno. El próximo día 21, pasadas las ocho de la mañana, un rayo de sol se filtrará entre tejados y antenas, se alineará con el trazado de la calle Mayor e iluminará buena parte del Casco Histórico en un recuerdo de lo que fue el rito fundacional de la ciudad.

“Solsticio significa sol quieto. Es el momento en el que el sol está en su posición más al sur y es el día más corto del año”, explica Carlos Martín La Moneda, arquitecto zaragozano especialista en geometría sagrada que ha estudiado con detalle el fenómeno astronómico y su traslado al plano de la capital aragonesa. “Todas las civilizaciones, desde el megalitismo, han prestado atención a los astros con el propósito de alcanzar un equilibrio. Se pretende combinar lo cósmico y lo telúrico, se busca la unión del universo con la Tierra y cuando una ciudad traza su geometría hay factores que pueden facilitar ese equilibrio y esa comunidad”, comenta el arquitecto que, entre otras cosas, ha diseñado el parque de La Alfranca y prepara la adecuación de zonas verdes en la reforma de la avenida de Navarra.

El arquitecto Carlos Martín La Moneda, en la calle Mayor hace unos días.
El arquitecto Carlos Martín La Moneda, en la calle Mayor hace unos días.
Toni Galán

El día del solsticio de invierno la luz parece quedar atrapada en la calle Mayor y alfombra el suelo con destellos dorados, algo que sucede desde hace más de dos mil años y hace referencia al rito fundacional de la ciudad. La calle Mayor fue el Decúmano Máximo en tiempos de Roma, mientras que Don Jaime, perpendicular al Ebro, era el Cardo Máximo.

“Cuando diseñas la ciudad mirando al solsticio buscas convocar la cualidad cósmica del sol para que simbólicamente fecunde a la tierra”, dice Martín La Moneda, que imagina cómo los augures romanos en su momento utilizarían picas y proyectarían sombras para determinar la ubicación precisa en la que debían situar sus calles principales. El especialista recuerda que los primeros arquitectos de la Historia son los sacerdotes egipcios, por lo que la construcción de las ciudades siempre ha estado relacionado con rituales sagrados.

Trazado del 'rectángulo solsticial' con el que se fundó Cesaragusta.
Trazado del 'rectángulo solsticial' con el que se fundó Cesaragusta.
Heraldo.es

Espejos del firmamento

“La geometría se sustenta en tres aspectos: medida, proporción y orientación. Este último hace referencia a los movimientos del sol respecto al lugar en el que uno se encuentra, por lo que al fundar una ciudad conforme al solsticio de invierno se busca bajar el cielo a la tierra”, comenta Martín La Moneda. A la hora de hacer el trazado fundacional para una gran urbe se pueden elegir distintas orientaciones: se puede hacer respecto al equinoccio, al solsticio de verano o, como sucede en muchos monasterios, respecto a alguna fecha por una advocación determinada. En el caso de Cesaraugusta se decidió hacerlo respecto al solsticio de invierno porque “aquí se buscaba una ciudad iniciadora”. “Simbólicamente el solsticio de invierno representa el nacimiento de la luz, ser precursoras de un comienzo de algo: los romanos querían hacer del nuevo asentamiento una de las metrópolis más importantes de la península, y de hecho le pusieron el nombre del emperador. Augusto quiso hacer aquí una ciudad fundacional de Hispania, mentalidad que luego ha continuado con la Virgen del Pilar, que se manifestó en una piedra sagrada y es patrona de la Hispanidad”, dice el especialista.

Solsticio de invierno en la calle Mayor.
Varios zaragozanos captan el solsticio de invierno en la calle Mayor el año pasado.
A. U.

En los últimos años la disciplina de la ‘arqueoastronomía’ ha experimentado un gran impulso y son muchos los documentales que pueden verse sobre cómo las pirámides de Egipto se ubican en puntos concretos que son reflejo en la Tierra de ciertas constelaciones y, también, cómo el Machu Picchu es un espejo sobre el terreno lo que sus creadores veían en los cielos. “Somos una cultura muy racional y todo el conocimiento más vinculado con la naturaleza se ha ido perdiendo. Ahora se está volviendo a recuperar de forma casual, con esas quedadas por las redes para ver el solsticio, porque la sociedad expresa aquello a lo que la cultura no da respuesta. Aún basamos todo excesivamente en lo racional y lo masculino, mientras que no atendemos a la otra polaridad, la femenina, que es la de la naturaleza, la intuición, la escucha… Ir a ver el sol nos conecta con la identidad sagrada y cuando la gente se junta en la calle Mayor de manera espontánea sin grandes discursos de religiosidad o espiritualidad se oye cómo dicen ‘no sé qué ha pasado pero me encuentro mejor’”, explica el arquitecto.

En Zaragoza hay muchos otros rincones telúricos o con una intención fundacional inequívoca. Así, San Juan de los Panetes tiene cruces templarias, en las cúpulas del Pilar se estudia que tenga símbolos propios del I-ching (libro de las adivinaciones de la tradición oriental), la plaza de Europa es la estrella de David… El propio Martín La Moneda considera que el enclave natural de Zaragoza lo forman el Ebro, el Huerva y el Gállego y “hay una confluencia entre los tres ríos que generan entre sí otro cardo-decumanus”. Es seguro, por tanto, que cuando Augusto decidió fundar la ciudad en el año 14 a. C. sobre los restos del poblado ibero de Salduie sabía que “la naturaleza del lugar era propicia: el emperador reconoció esta cualidad y aplicó la geometría sagrada”.

Así como en verano, en la noche de San Juan, se saltan las hogueras, en el solsticio de invierno muchas de las tradiciones asociadas se han ido solapando con la celebración de la Navidad. No en vano, Jesús nace simbólicamente un 25 de diciembre que es cuando, tras tres días en los que el sol parece permanecer quieto, se pasa del mayor grado de oscuridad a que cada día vaya ganando algo más de luz. Estas tradiciones del solsticio de invierno tratan de rescatarse en los últimos años y, por ejemplo, en el pueblo pirenaico de Campo, la asociación Val de Axán está recuperando un ritual por el que el 21 de diciembre se encendía un fuego sagrado en el centro del pueblo y todas las casas prendían su lumbre desde ese fuego madre. 

El solsticio en la avenida de Martínez Velasco de Huesca.
El solsticio en la avenida de Martínez Velasco de Huesca.
Heraldo

Este año, además, la Agrupación Astronómica de Huesca ha convocado (el martes, en la plaza de Navarra) para dar la bienvenida al invierno con una observación de la puesta de sol. “Durante los días próximos al solsticio, el sol se pone justo al final de la avenida de Martínez de Velasco, que se llena de luz en un fenómeno realmente mágico”, comentan. El deseo común es que la jornada sea libre de nieblas -y a poder ser sin mucho frío- para constatar ‘in situ’ cómo el sol baja a la Tierra y se filtra por las calles aragonesas.

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