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Un puñado de juguetes nostálgicos (y un poquito tóxicos)

Con los parámetros actuales, muchos de los juegos de los años 70 y 80 se descubren como auténticas bombas de relojería: los cortes y quemaduras estaban a la orden del día.

Combo de imágenes con algunos de los juguetes más discutibles de las últimas décadas.
Combo de imágenes con algunos de los juguetes más discutibles de las últimas décadas.
Heraldo.es

Esta semana los inspectores del área de Consumo refuerzan sus controles en las jugueterías de cara a la campaña de Navidad. Cada año se retiran alrededor de 80 productos (con unas 180 unidades de cada cual) y la causa más común es que contienen pequeñas piezas que entrañan riesgo de asfixia en el caso de que los niños hagan un uso indebido. La mayoría de estos juguetes peligrosos proceden del mercado asiático y no cumplen con la normativa europea: hay peluches con elementos tóxicos, entretenimientos electrónicos que dan pequeñas descargas al tener unos cables y botones conectados a la ‘remanguillé’, carritos de muñecas que provocan cortes en los dedos al plegarlos... Las pilas de botón que están vetadas (han de tener un acceso restringido) y los juguetes con hilos de plástico con ‘ftalatos’, imanes sueltos o pintura con plomo producen intoxicaciones.

Todos estos riegos son poco si se comparan con los juguetes de hace veinte o treinta años, que recogen muchas webs nostálgicas y que -aunque entonces pasara desapercibido- tenían una alta posibilidad de producir accidentes. Quizá el mejor botón de muestra sea el imperecedero Blandiblú, hoy reformulado como Slime, que en los 80 gozó de gran popularidad y que después fue incluso prohibido en los colegios. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) denunció la toxicidad de algunos de sus ingredientes, pues esta suerte de moco viscoso que se pasa de mano en mano contiene ácido bórico, una sustancia exclusiva de droguerías y farmacias. Las marcas jugueteras han ido cambiando la fórmula original y explican, no obstante, que sOlo en caso de ingerir el Blandiblú en grandes cantidades puede provocar trastornos digestivos, náuseas y vómitos. Está claro que la masa no está hecha para comer -su origen radica en la década de 1940 cuando se experimentaba con gomas para el calzado militar- y tampoco conviene frotársela mucho por la cara porque, en tal caso, puede provocar lesiones cutáneas.

La de 1970 fue la primera generación que dejó de jugar libremente en la calle y cambió los juguetes de madera y hojalata por los de plástico

En España fue la generación de los años 70 del pasado siglo la última en jugar en la calle a su libre albedrío y la primera en experimentar con juguetes de plástico (hasta entonces eran todos de hojalata y madera). La escritora Espido Freire, nacida en 1974, ha publicado varios libros sobre una generación “homogénea, con vivencias muy similares, unificadas por la educación escolar y por la influencia de la televisión”. “Estábamos mucho más sobreprotegidos que los anteriores y éramos menos consumistas que los que nos siguieron”, dice la autora, que explica que contaban con caprichos y juguetes “imposibles de imaginar años antes”. Estas nuevas invenciones procedían de Estados Unidos, donde -como puede verse en un vídeo viral con cerca de 4 millones de visualizaciones en YouTube- ya se habían reportado algunos casos problemáticos…

Un foco de preocupación constante en los divertimentos de infancia eran los hornitos en los que los más pequeños podían cocinar galletas reales. Algunos de estos aparatos se ponía a más de cien grados y, claro, con cualquier despiste las graves quemaduras estaban aseguradas. Easy Bake Oven fue uno de los más conocidos, pero el fabricante tuvo que retirar cientos de miles de unidades después de malas experiencias (cuando no, amputaciones). Otro horno clásico fue el de Creepy Crawlers, que servía para que los niños diseñaran insectos mediante unas plantillas y, según cuentan, cuando se inventó el juego en los años 60 el horno estaba al descubierto, como un fuego de cocina…

Harina de otro costal son los juegos basados en ciertas habilidades químicas, que incluyen el manejo de ciertas sustancias (por ejemplo, nitrato potásico) no siempre idóneas para tiernos infantes. Valga de ejemplo un juego de ‘CSI’ para identificar huellas mediante unos polvitos de amianto, en este apartado de químicos el primer premio se lo lleva una suerte de central nuclear casera que se comercializó en 1959 (solo un año, menos mal) en Estados Unidos. Este juego incluía muestras de plutonio y uranio de baja radiación y un contador Geiger como el de Chernobyl. ‘Atomic Energy Lab’ era el nombre del invento y dejaba, precisamente, en un juego de niños otros artilugios problemáticos como carritos de bebé plegables que pillaban los dedos o las luxaciones reportadas por la famosa ‘botibota’ basada en la Botilde del ‘Un, dos, tres’.

Ante el mal uso que hacen algunos niños de los juguetes, muchas marcas han optado por incluir advertencias y avisos en las instrucciones y los envoltorios. También es cierto que en este tema juegan una baza importante las leyendas urbanas, pues hay foros de internet que aseguran que las antiguas muñecas Cabagge Patch Kids mordían dedos y pelo (tenía una boca motorizada para comer verduras de plástico), pero Mattel desmiente que recibieran quejas al respecto.

Las pilas de botón, los lazos y las cuerdas hoy están vetados. Las empresas han reformulado composiciones químicas para hacerlas inocuas

Mención al margen merecen los tableros de la ouija, que en Estados Unidos se venden en cualquier local como juego de mesa para adultos (en Toys’R’Us sin ir más lejos hay una versión de ‘Strangers Things’), desprovisto de su malditismo y su poso fantasmal y espiritual que la ouija sí tiene en Europa.

Desde la Unión de Consumidores de Aragón (UCA) recomienda que, antes de comprar el producto, se compruebe el etiquetado, donde debe figurar información sobre el fabricante o el importador, así como todas aquellas advertencias relativas a seguridad que requiera el juguete. Si los divertimentos pueden entrañar algún peligro (por ser magnéticos o eléctricos) el etiquetado también debería detallar nociones básicas de los primeros auxilios. Una de las maneras de comprobar si este cumple con la normativa europea es observar si aparece la marca CE en el envase. "Es importantísimo porque garantiza al comprador que el juguete es seguro", indican desde el área de Consumo, donde invitan a que -en caso de que no aparezca- se denuncie “par que podamos retirarlo del mercado e incluirlo en la red de alertas". Precisamente ayer la OCU pidió que se reforzaran los controles, sobre todo, de las ventas de plataforma online, dado que la organización ha detectado que en AliExpress y Amazon se ofertan productos que no cumplen con los mínimos de seguridad exigidos. 

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