Heraldo del Campo

información agroalimentaria

Heraldo del Campo cumple 300 números

Desde 2013, este suplemento ha querido ser la voz del sector agroalimentario. Sus 300 números han hablado de sus dificultades y reivindicaciones. De sus retos. De su apuesta por la innovación y la tecnología. De su dinamismo inversor. Y de ese carácter esencial que se ha hecho más patente durante la pandemia.

Todo el sector agroalimentario (desde la producción hasta la distribución) han sido protagonistas de los 300 números que ha publicado ya Heraldo del Campo.
Todo el sector agroalimentario (desde la producción hasta la distribución) han sido protagonistas de los 300 números que ha publicado ya Heraldo del Campo.
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El 25 de octubre de 2013 era viernes. Era también el día en que veía la luz esta publicación, que nacía con la firme vocación de prestar sus líneas a la voz de los protagonistas de ese complejo agroalimentario de Aragón (agricultura, ganadería, industria alimentaria, distribución y logística) que representa más del 10% del producto interior bruto de la Comunidad, genera el 12% del empleo total y cuya producción, variada y de calidad, se localiza y reparte por todas y cada una de las comarcas aragonesas, en un medio rural en el que son muchos los pequeños municipios en los que son estas empresas las únicas que existen.

Comenzó siendo una publicación mensual, pero lo mucho que tiene que contar este sector la convirtió en 2016 en un suplemento semanal (llega a los quioscos cada domingo), que ya ha alcanzado (de momento) los 300 números.

En ellos se ha ido recogiendo las dificultades de un sector que tiene que hacer frente -casi de forma permanente- a las continuas revisiones, reformas y añadidos a los que Bruselas acostumbra a acompañar su Política Agraria Común (PAC).

En ellos se ha descrito la apuesta tecnológica y digital de sus empresas (de muy variados tamaños), la innovación constante de los procesos productivos y una investigación pionera que permite recuperar variedades, garantizar la calidad y la seguridad de los alimentos y que no deja de trabajar para preparar al sector frente al cambio climático y contribuir a mejorar todavía más la convivencia con el medio natural.

Sus miles de artículos han recorrido las tres provincias aragonesas para hacer visible los retos y reivindicaciones de sus profesionales, su empuje inversor y su constante innovación. Pero también han traspasado las fronteras de la Comunidad, bien para viajar hasta los despachos de Madrid o de Bruselas en los que se cuecen las decisiones a las que tiene que someterse el sector, bien para recorrer los numerosos mercados exteriores en los que triunfan los nobles alimentos aragoneses.

Y han sido especiales esas líneas que dictó una pandemia mundial provocada por un coronavirus desconocido en el que quedó patente que el sector es estratégico y esencial y en el que sus profesionales demostraron la fortaleza, la capacidad de adaptación, la generosidad y la solidaridad de un sector que no fue inmune al impacto de la crisis económica provocada por la covid.

Han pasado siete años desde que esta publicación se estrenaba en octubre de 2013 para poner el foco y servir de altavoz a un sector tan estratégico como escasamente reconocido. Desde entonces, sus páginas han hablado de crecimiento, de inversiones y de innovación, de tecnología, de internacionalización, pero también de inquietudes y de reivindicaciones, de bajos precios y de movilizaciones. Sus portadas se han llenado de cosechas históricas y de pérdidas que hacen historia, de ganaderías tradicionales de las que apenas queda tradición y de esos tan necesarios jóvenes agricultores que quieren y apenas pueden serlo.

No ha faltado entre sus líneas el empuje de la industria alimentaria, que no ha dejado de crecer en inversiones, en mercados, y, especialmente en empleo, cuyas cifras se sitúan ya sin complejos al lado -e incluso por delante- de la todopoderosa industria del automóvil.

Han sido cientos los protagonistas que han detallado cómo la tecnología ya sobrevuela sus cultivos o cómo unos pequeños sensores van guiando la siembra, la fertilización o el riego para hacerla no solo más precisa, sino más eficiente y rentable. Y han sido miles las líneas con las que se ha descrito cómo la digitalización ayuda al cuidado de la sanidad vegetal o avanza en un sector ganadero que además de engordar sus cifras no deja de investigar para convertir en oportunidad (ya sea como fertilizante o materia prima para generar energía) el problema que supone la gestión de los residuos y purines de sus animales.

No han faltado las voces de expertos, investigadores y científicos que trabajan mano con mano con el sector para avanzar en la sostenibilidad, para aminorar su contribución a la emisión de gases de efecto invernadero, para recuperar semillas y variedades con las que diversificar los cultivos, para hacer frente al impacto que ya provoca en las producciones los cambios del clima o para garantizar una mayor vida a los alimentos más perecederos y puedan así llegar en las mejores condiciones a los mercados más lejanos.

Fauna salvaje

No solo de cultivos y ganaderías, de industria y de cooperativas, de distribución y comercialización se han nutrido los artículos recogidos en los 300 números que ya cumple este suplemento. Entre sus páginas ha tomado protagonismo (y no para bien precisamente) la complicada convivencia con la fauna salvaje, con esa sobrepoblación de jabalíes o conejos que han incluido los cultivos de cereal o los leñosos en su devoradora dieta. O esos ejemplares de lobo y oso, cuya protección ministerial se ha convertido en un quebradero de cabeza y un agujero en los bolsillos de los ganaderos de extensivo.

Este protagonismo no ha desbancado, sin embargo, el papel principal que siempre juega el clima. Terribles borrascas con nombre de mujer, temperaturas bajo cero o que disparan los termómetros más allá de los 43 grados, lluvias torrenciales o periodos de sequía en los que el suelo apenas recibe una gota de agua, vientos huracanados o violentos y muy concentrados pedriscos -tanto en épocas que son habituales como en las que no- han dejado imágenes y balances desoladores en los cultivos con mayor presencia, como el cereal, o de mayor valor añadido, como los frutales, así como en aquellos de los que se produce el oro líquido de más alta calidad, como el olivar.

Pero no solo del cielo está pendiente el sector agroalimentario. Su mirada no se desvía de Bruselas, donde no deja de reformarse una Política Agraria Común de la que reniegan desde hace años la gran mayoría de sus beneficiarios, como se llama a los perceptores de unas ayudas con cuyo reparto se siente perjudicado gran parte del sector.

La batalla por una nueva PAC

Eso explica que la PAC haya copado una buena parte de los titulares de estos primeros 300 números. Pero no solo por eso. Lo ha hecho también porque Aragón ha mantenido una activa posición que comenzó con una ambiciosa propuesta de reforma elaborada por la consejería de Agricultura -con algoritmo incluido-, que tenía por objetivo que la PAC cumpliera de una vez por todas la promesa con la que nació: incrementar la renta individual de los que trabajan en la agricultura.

A la propuesta del consejero Joaquín Olona sumaron su firma dos organizaciones agrarias (UAGA y UPA) y cinco partidos políticos (PSOE, IU, Podemos, CHA y Ciudadanos) que han batallado durante años para que las negociaciones que se libraban tanto en las instituciones europeas como en el Ministerio de Agricultura dijeran adiós a los derechos históricos, acelerarán la convergencia, redujeran las regiones de pago, pusieran en el centro de las ayudas a la agricultura profesional y no se olvidaran de la complicada situación de la ganadería extensiva.

Las líneas que hablaban de esperanza terminaron por reflejar desesperación, porque cuando parecía que las aspiraciones aragoneses tenían visos de realidad, el ministro del ramo, Luis Planas, dio un viraje a sus palabras y a sus hechos y planteó un Plan Estratégico Nacional -que define la aplicación de la política común en España- que no es ni sombra de lo que prometía en un principio.

Queda mucho por escribir de la reforma de la PAC. Primero, porque hay organizaciones como UAGA que creen que todavía hay tiempo para corregir lo presentado, aunque el documento tiene que estar en Bruselas antes de que finalice el año. Segundo, porque la reforma entrará en vigor en 2023, y en el camino se concretarán, vía reglamentos, algunos de sus trazos, todavía demasiado gruesos. Y tercero, porque es una política en continúa revisión.

Lo esencial en pandemia

Pero si hay una fecha a partir de la cual la voz del campo sonó alto y claro en este suplemento,  esa fue el 14 de marzo de 2020.

Los agricultores y ganaderos estaban desde finales de año en las calles. No solo en Aragón, sino en toda España, sus tractores transitaban por el asfalto en un rosario de movilizaciones que recorría el país para denunciar el hartazgo del sector ante unos precios "de ruina" que ponían en peligro la rentabilidad y supervivencia de las explotaciones.

‘¿Quién te dará de comer mañana?’ fue el lema de la histórica movilización que recorrió el centro de la capital aragonesa el 10 de marzo. Y (sin pretenderlo) la respuesta llegó tan solo cuatro días después, cuando todo el país se sorprendía con una pandemia mundial provocada por un coronavirus desconocido que confinó a la población (excepto a los productores de alimentos) y paralizó la actividad económica (excepto para producir alimentos).

‘El gran (y muy solidario ejército que nos alimenta’; ‘Las cifras de lo esencial’; ‘El precio del estado de alarma’; ‘Testigos del paso de la covid por los mercados’ o ‘Así ha vivido el campo aragonés los doce meses de pandemia’ fueron algunos de los titulares que explicaron cómo el sector agroalimentario aparcó sus reivindicaciones y demostró su fortaleza, su capacidad de adaptación, la esencialidad de su actividad y su empeño para garantizar el suministro de alimentos a una población encerrada en sus hogares ante el avance de una enfermedad desconocida y letal.

Con ellos se describió también la solidaridad de un sector que donó mascarillas y equipos de protección, que ayudó en la desinfección de los pueblos y entregó parte de sus producciones a residencias de mayores, a bancos de alimentos e incluso a hospitales. Y lo hizo, como recogen esas portadas, sintiendo también en sus propias carnes el azote económico de la crisis sanitaria.

Son pinceladas de los miles de artículos que han cuajado las más de 3.000 páginas con las que Heraldo del Campo ha descrito desde 2013 las luces y las sombras del llamado complejo agroalimentario. Ya van 300 ejemplares y vendrán más, porque queda mucho por hacer y mucho por contar porque este sector (desde la producción hasta el consumidor final, pasando por la comercialización y la distribución e incluyendo la investigación) tiene aún mucho que decir.

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