cultura

La catedral de Justo y otros ejemplos de arquitectura heterodoxa e increíble

La fe mueve montañas y, por lo visto, sirve también para levantar catedrales sin planos, proyectos y ni siquiera grúas. No son muchos, pero hay otros edificios de construcción sorprendente y reconocimiento general.

El museo taller de Carlos Salazar Gutiérrez en Sasamón, Burgos.
El museo taller de Carlos Salazar Gutiérrez en Sasamón, Burgos.
Heraldo

Empezó como un pequeño reto personal y lleva camino de convertirse en Bien de Interés Cultural (BIC). La catedral en Mejorada del Campo, con un cúpula de hasta 35 metros de altura, está construida sin más planos que los que el recientemente fallecido Justo Gallego tenía en la cabeza. No hay proyecto de construcción ni -por supuesto- licencia, pero eso no quita para que medio mundo -ha salido incluso en el New York Times- quede boquiabierto ante la magna creación. El caso de Justo Gallego, que se popularizó hace años gracias a un anuncio de refrescos, es singular e insólito. Pero, ¿es único? ¿Qué otros edificios sorprenden por su heterodoxo proceso de construcción?

“La iglesia de Justo Gallego -que no es propiamente una catedral porque no tiene obispo- podría considerarse un ejemplo de art brut o arte marginal. Se ubica al margen de la cultura oficial y en España hay muchos ejemplos”, explica el arquitecto zaragozano Alberto Sánchez, que ha visitado el templo de Mejorada en un par de ocasiones. Conocidas representaciones de arte bruto en Aragón son la Casa de Dios de Épila -que estaba a la venta hasta hace unos días- o la casa de Monesma de San Juan, cerca de Barbastro, reconstruida con botellas de cava; ambas estudiadas por la especialista de la Universidad de California Jo Farb. 

La devoción por la Virgen del Pilar -tras superar una tuberculosis- llevó a Justo Gallego a levantar con sus manos y sin apenas ayuda durante 60 años una catedral que, ahora, ‘heredará’ Mensajeros de la Paz. El padre Ángel ha encargado un proyecto a una empresa de ingeniería estructural para comprobar que los 4.700 metros cuadrados construidos casi en su totalidad con material reciclado (doce torreones, 28 cúpulas y 2.000 vidrieras) gozan de la estabilidad necesaria. Gallego, además de labriego, se consideraba albañil y parece que su trabajo ha superado con creces los primeros exámenes técnicos. 

Jorge Labé adquiere el complejo de arte bruto contemporáneo que creó Julio Basanta para hacer residencias creativas.

Para Sánchez, máster en Conservación del Patrimonio Histórico por la Universidad de Columbia, el hecho de que la construcción pueda ser declarada Bien de Interés Cultural abre un interesante debate. “En España el BIC se ha usado tradicionalmente por las administraciones como una medalla: se otorga a los bienes importantes como el Pilar o la Alhambra. En otros países no es un diploma sino una herramienta que permite consolidar el bien y recibir incentivos fiscales. Es posible que la iglesia de Justo Gallego no reúna los méritos artísticos dentro de la cultura oficial para ser BIC, pero sí que tiene otros valores de religiosidad, monumentalidad o, incluso, que lo asocian a un hombre que ha emprendido una aventura muy quijotesca y muy española. En Estados Unidos, por ejemplo, las casas natales de líderes de los derechos civiles no tienen valor artístico pero sí la máxima categoría de protección monumental”, explica el experto.

"Quizá la obra de Justo no reúna méritos artísticos oficiales, pero sí tiene otros valores de religiosidad, monumentalidad o, incluso, de aventura quijotesca que la hacen reseñable"

En esta línea, la arquitecta Naira Gallardo también incide en que, al margen de los nacionales, también hay BIC que incoan las Comunidades Autónomas y que, aunque no sean monumentos históricos, sí abren una veda de un nuevo tipo de protección a “edificios por su singularidad”. “Son obras que no tienen que ser bellas, pueden suponer una ruptura de lo ortodoxo e, incluso, plasmar la identidad del lugar o un momento concreto”, comenta la profesional, que se muestra partidaria de proteger edificios no académicos y que salgan de la norma. “Tienen una faceta artística propia del genio, de la individualidad, no de un proyecto al uso. No son muchos ni son fáciles de encontrar y en eso precisamente radica su valor. Un bien para sobrevivir ha de ser reconocido por sus semejantes como algo especial. Si no, inmediatamente lo tirarían”, afirma Gallardo.

“Lo bonito del patrimonio que nos ha llegado es la pervivencia: que los coetáneos han decidido que aquellas construcciones sobre las que luego han podido hacer un palacio o una sinagoga tienen valor suficiente. Por eso es tan importante en la actualidad conservar el patrimonio industrial: ahora parece que carece de valor pero hay que preservarlo porque es la muestra de una forma de producir que ya no va a existir”, señala la arquitecta canaria responsable, entre otras cosas, del proyecto de reforma de la Harinera de Casetas.

Además de la discusión sobre cómo usar la categoría BIC en España -recordemos que está aplicada, incluso, a los edificios de la Expo que por ello no pagan IBI-, la catedral de Justo Gallego también pone sobre la mesa otro tema como es el de las "casas de autor". Muchos de los edificios más singulares de España se dan porque los arquitectos han querido dejar su impronta (véase Calatrava y algunas excentricidades como su Auditorio de Tenerife) o porque la situación y la circunstancia requería realmente que se hiciera algo fuera de los márgenes. ¿Alguien esperaría que el Museo Dalí de Figueras fuera una construcción al uso? ¿No es mucho más propio una suerte de castillo con torreones coronados por huevos?

El profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Juan Antonio Ramírez reunió hace unos años en un libro algunas de las creaciones (muchas situadas a mitad de camino entre la escultura, el ensamblaje y la arquitectura) más sorprendentes del país. ‘Escultecturas margivagantes: la arquitectura fantástica en España’ es el título de la obra editada por Siruela en 2006, donde -por descontado- se recoge la catedral de Justo junto a otras “casas de artistas con un punto de locura y fantasía”. Cuenta Ramírez, en otras, la historia de la Casa de las Conchas cerca de Montoro (Córdoba) construida por Francisco del Río Cuenca y por un feliz accidente: un día un camión cargado de mejillones volcó cerca del pueblo y el ‘autoconstructor’ decidió comenzar a pegar con cemento conchas por toda su vivienda. Así lo hizo con toneladas y toneladas de cáscaras de moluscos que le fueron haciendo llegar hasta el punto de convertirse en toda una celebridad local, a la que el Ayuntamiento no puede sino ponerle la alfombra roja ante sus nuevos proyectos.

Hay que contar que estas locuras constructivas atraen al turismo y potencian la economía local, pues a Mejorada del Campo, cuando allá por 2005 se popularizó el spot televisivo, cada fin de semana llegaban autobuses de todos los rincones del país con hasta 2.500 visitantes diarios. Algo parecido a lo que sucedió en el borjano santuario de la Misericordia tras la frustrada intervención de Cecilia Giménez…

Aunque en muchos informativos se ha hablado del estilo ‘gaudiano’ de la obra de Justo Gallego, los expertos rechazan las comparaciones porque “Gaudí fue un autor súperfamoso en su época, con un arte muy peculiar, pero que bebía del ‘art noveau’ y el modernismo que se vivía en Europa: no tiene nada que ver con un constructor sin conocimientos, que lo ha hecho todo con materiales de deshecho y sistemas de poleas con ruedas de bicicletas”, explican.

"Un bien para sobrevivir ha de ser reconocido por sus semejantes como algo especial. Si no, inmediatamente lo tirarían"

Cercanos al universo de Gaudí podrían hallarse innumerables ejemplos por toda la piel de toro: desde el estudio del pintor Joan Miró sobre un tejado en Pollença (Mallorca) hasta el taller-museo de Carlos Salazar en Sasamón (Burgos). Otro imaginario también muy explotado (o quizá más fabulado) es el de la masonería y los muchos símbolos que los 'conspiranoicos' buscan en ciertas construcciones.

Los aires de templo romano del taller de los Masriera.
Los aires de templo romano del taller de los Masriera.
Armador Álvarez

“Hay un edificio en la calle Bailén de Barcelona, a la altura del número 72, que me fascina. Puede pasar hasta desapercibido porque los árboles a las puertas no dejan bien ver la fachada, pero se trata de un edificio inspirado en un templo romano”, comenta la arquitecta aragonesa Rosa Sanz. Gracias a herramientas como Google Earth se pueden ver perfectamente sus columnas, su frontispicio y algunos elementos decorativos con esculturas de grifos incluidas. “El edificio fue en su día taller de una familia de joyeros de la alta burguesía catalana. Después se reconvirtió en teatro -en el que llegó a declamar Lorca- y luego albergó una congregación religiosa”, explica Sanz, antes de lamentar que este Bien de Interés Local lleve años cerrado a cal y canto. 

Por las fichas de patrimonio se puede ver que se construyó en 1884, cuando Barcelona aún no era modernista, y en una época “en la que había más libertad creativa y un torrente de influencias llegadas de todos los rincones”. De hecho, también a finales del XIX fue cuando el cartero francés Ferdinand Cheval decidió invertir 33 años de su vida en construir un ‘palacio ideal’ para alborozo de los posteriores surrealistas como Andre Breton o el propio Dalí. El ‘palacio ideal’ sigue ahí, evocando templos hindúes y egipcios en el corazón de Francia, donde se catalogó hace unos años como ‘monumento histórico’.

El desconcertante Monumento a los Ojos de la localidad de Ambite.
El desconcertante Monumento a los Ojos de la localidad de Ambite.
Ayto. Ambite

Esta construcción es casi tan inquietante como el Monumento de los Ojos de Ambite, no muy lejos de Madrid (todavía es un enigma saber qué motivó a Federico Diaz Falcón a levantar tres arcos de ladrillos repletos de ojos) o la intervención que se llevó a cabo en las ruinas de una finca de Olot, una de cuyas mitades se derribó y la otra se apuntaló "para evidenciar las cicatrices del paisaje urbano". El enjambre de torres del Palmar de Troya, que se intuyen camino a Sevilla, o sin salir de Zaragoza, iglesias como las de Santa Mónica o la Jota, también podrían constituir buenos ejemplos de edificaciones singulares y poco ortodoxas. 

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