Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

"Tuve que elegir entre vivir lejos de él o estar con él y dejar que me matara. Elegí vivir"

Dyana (nombre ficticio) sufrió dos años de malos tratos continuados por parte de su pareja. Recomienda a las mujeres "tolerancia cero" y que "denuncien a la mínima".

Dyana (nombre ficticio), en una estancia de la Casa de la Mujer.
Dyana (nombre ficticio), en una estancia de la Casa de la Mujer.
Toni Galán

A Dyana (nombre ficticio) aún le tiemblan las manos cuando recuerda a su maltratador. “En el fondo me viene bien hablar de ello, porque así veo que he logrado resurgir, que he salido renovada y con ganas de vivir”, dice. Estuvo dos años sufriendo golpes, agarrones y amenazas, además de un régimen de control total de su vida. Ahora lanza un mensaje de esperanza a las mujeres que sufren estas situaciones, a las que recomienda denunciar “a la mínima”.

Después de salir de un divorcio, Dyana conoció a un hombre con el que estuvo tres años. El primero fue “precioso”, ya que la trataba “como a una princesa”. “Jamás hubiera imaginado entonces que me podría llegar a pegar”, recuerda varios años después.

A los meses, esta persona “empezó a pasarse con el control”. “Era celoso. Yo bajaba a comprar el pan y poco menos que se pensaba que me iba a liar con el panadero”, señala. Esas actitudes fueron a más. “Empezó a hacer la compra él para que yo no bajara”, dice. Hasta dejó su trabajo para estar siempre con ella y poder controlarla.

Ante la resistencia de Dyana a aguantar este control, pasó a la violencia física. “Yo le decía que me parecía mal que me vigilara tanto y empezó a pegarme. Tiraba cosas y luego me venía a mí. Si yo no estaba de acuerdo con algo me pegaba hasta que decía lo que quería oír”, relata. Hubo agarrones del cuello, del brazo, golpes… “Llevaba hematomas de todos los colores”, lamenta.

Pese a ello, Dyana estuvo muchos meses sin animarse a denunciar. “Ahora es difícil de entender, pero yo estaba enganchada emocional y psicológicamente a esa persona. Yo no pensaba que lo mío era como esos casos de violencia de género, no pensaba que eso me estaba pasando a mí. Te sientes enamorada de ese hombre, no quieres perderlo y que vaya a la cárcel. Después de pegarme, me pedía que le perdonara, me decía que me quería mucho… Aunque me pegaba, no me hacía a la idea de vivir sin él, es una cosa que no se puede explicar. Al final aguantas porque crees que va a cambiar”, explica.

Sin embargo, después de dos años sufriendo golpes, Dyana por fin dijo ‘hasta aquí’. Sufrió una paliza de la que salió “morada por todas partes”, así que decidió marcharse de casa. “Tuve que elegir entre él o yo, entre vivir lejos de él o estar con él y dejar que me matara. Elegí vivir”, cuenta.

Lo denunció y fue detenido, tras estar un tiempo en busca y captura. Fue condenado a tres años y, al tener antecedentes, llegó a entrar a la cárcel. Una amiga suya acudió a la Casa de la Mujer para contar su caso, y Dyana pudo entrar en un piso de acogida. “En este sitio -dice por este recurso municipal- me han salvado la vida, me han dado apoyo social y psicológico y me han ayudado a salir adelante”, valora. “Cuando paso por la puerta -de la Casa de la Mujer- les lanzo un beso como quien se santigua al pasar por una iglesia”, sonríe.

Dyana manda un mensaje a las mujeres que sufren o pueden sufrir violencia machista: “Se puede pasar página. A la mínima que pase, tienen que denunciar, hay que tener una tolerancia cero. Van a encontrar ayuda en la policía, en los servicios sociales… Se puede resurgir”.

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