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Hilleman, el mayor vacunólogo de la historia o de qué depende la fama

Maurice Hilleman desarrolló más de 40 vacunas. Entre ellas, nueve de las presentes en los calendarios vacunales. Se asume que su trabajo ha salvado millones de vidas, pero se le apoda ‘el gran desconocido’. ¿Qué determina la fama?

Maurice Hilleman observando una muestra en el laboratorio.
Maurice Hilleman observando una muestra en el laboratorio.

Cualquiera diría que los caminos de la fama son misteriosos e inescrutables.

Si se piensa en nombres asociados a las vacunas, puede venir el de Pasteur o quizá el del iniciador Jenner, y a lo mejor en Estados Unidos citan a Salk y Sabin por su logro contra la polio. Quizás ahora, tras las vacunas de la covid, alguien mencione a Ugur Sahin o a Katalin Karikó. Pero "muy pocas personas, incluso en la comunidad científica", decía el inmunólogo y ahora icónico Anthony Fauci, "son siquiera remotamente conscientes del alcance que tiene lo aportado por Maurice".

Maurice era Maurice Hilleman, un microbiólogo estadounidense que participó en el desarrollo de más de 40 vacunas. De las 14 que hay de forma general en los calendarios vacunales, nueve se relacionan con su nombre, incluidas las que van contra algunas formas de meningitis o neumonías, la de la varicela o la triple vírica contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis (el virus que sirvió para fabricar esta última lo aisló de la garganta de su propia hija). Impulsó también una contra la gripe asiática de 1957, una pandemia que causó alrededor de un millón de muertos en todo el mundo. Se estima que su vacuna salvó la vida de cientos de miles de personas en los Estados Unidos. 

En la revista ‘Nature’ se escribió que "no es exagerado decir que Hilleman salva millones de vidas cada día". Los titulares tras su muerte en 2005 hablan del "descubridor de más de 40 vacunas" o "el hombre que más vidas ha salvado".

Pero "hace poco pregunté a mis estudiantes posdoctorales si sabían quién había desarrollado las vacunas contra el sarampión, las paperas, la rubeola, la hepatitis B y la varicela. No tenían ni idea", seguía Fauci. "Cuando les dije que fue Maurice Hilleman, dijeron: ‘Oh, ¿te refieres a ese tipo gruñón que viene a todas las reuniones del sida?’".

Aún hoy, buena parte de los titulares se refieren a él como ‘el gran desconocido’.

Posibles causas del ‘olvido’

Los caminos de la fama pueden ser más o menos misteriosos pero puede hacerse un esfuerzo por escrutarlos. Para explicar el caso Hilleman se han propuesto varios motivos.

Uno es su carácter. El tipo gruñón al que se referían los alumnos de Fauci reconocía "haber tenido conflictos con casi todo el mundo", conoció a su segunda mujer tras ser una de las seleccionadas por su asistente de entre las que llegaban a su empresa para una entrevista de trabajo y durante una temporada tuvo en su despacho réplicas de las cabezas de gente a la que había despedido. Es una posible explicación, pero la experiencia suele decir que –al contrario de lo que decía Kapuscinski de los periodistas– para ser famoso no es imprescindible ser ‘buena persona’.

Otro motivo que se cita es que sus vacunas fueron importantísimas, pero sus efectos no eran tan visibles y espectaculares como los que ofrecía la de la polio, una enfermedad con secuelas evidentes y cuya circulación sembró durante años el terror.

También está que, al hilo de la personalidad de Hilleman, nunca reconoció maestros concretos y, al parecer, le costaba citar a otros científicos. Incluso no resultaba creíble cuando los tenía en cuenta. Meses antes de morir se organizó una reunión de famosos investigadores en Filadelfia para homenajearlo. Esa noche se lo agradeció diciendo: "No hay mayor tributo que se pueda rendir a un científico que recibir el visto bueno de un colega. A todos ustedes los considero pares en el mundo de la ciencia". El redactor de la revista ‘Nature' escribió: "Dirigida a un grupo de más de cien personas, la declaración era claramente absurda. Desde cualquier punto de vista objetivo, una reunión de pares científicos de Maurice Hilleman no llenaría una cabina telefónica". 

Para el vacunólogo José Tuells, que ha escrito varios artículos sobre Hilleman, uno de los motivos de su relativo anonimato es, sin embargo, la humildad. "A pesar de su estilo irreverente, dominante, sus maneras confrontadoras y provocativas o de su autoconfianza, era un hombre humilde", escribe. Una prueba de ello sería que, al contrario que Salk o Sabin, nunca puso su nombre a ninguna de sus vacunas. Y aunque le costase citar a sus pares, varias de ellas llevan en su nombre guiños en referencia al trabajo de otros.

El leproso industrial

Pero Tuells cita como razón más poderosa del olvido la misma con la que trataba de explicárselo el propio Hilleman: que la mayor parte de su carrera la hizo en la industria, en la compañía Merck. Y, según decía: "Si miras para atrás en la historia, la industria es como un leproso. (…) Si yo daba la cara ante la prensa, alguien podría pensar que intentaba venderles algo (…). Debía permanecer en segunda fila".

Para Xavier Roqué, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, "no hay una respuesta breve que sirva en general. La fama responde a razones muy diversas y no siempre la relevancia del trabajo garantiza el reconocimiento público. También juegan un papel la personalidad y la dimensión pública del científico, sus relaciones con otros científicos, la capacidad sugestiva del lenguaje y los conceptos de su investigación, las promesas de esta, las conexiones políticas y sociales… Un aspecto que suele dejarse de lado son las oportunidades que ofrece un científico en relación a los intereses de los propios medios, que puede tener muy poco que ver con las intenciones originales del científico en cuestión. En el caso de Einstein influye la situación en que se encuentran los medios y la ciencia en el periodo entre las dos guerras mundiales. En el caso de Tesla, su popularidad actual tiene poco que ver con lo que hizo y mucho con la intención de personalizar e idealizar la invención tecnológica".

Pero otros científicos ya reconocían a Hilleman antes de su muerte. Y aún hoy una búsqueda en Google muestra innumerables noticias más y menos recientes con loas a su persona, recorriendo sus logros y creándole apodos. ¿No fue suficiente? ¿Hay algo intrínseco en él o en su trabajo que dificulta su fama? ¿Fue demasiado tarde?

Para Robert Gallo, codescubridor del virus que provoca el sida, “si tuviera que nombrar a la persona que más ha hecho por el beneficio de la salud humana y con menor reconocimiento que ninguna otra, sería Maurice Hilleman. Maurice debería ser reconocido como el vacunólogo más exitoso de la historia”. Según Adel Mahmoud, el que fuera presidente de la División de Vacunas de Merck, “todo lo que tocaba, lo convertía en una vacuna”.

¿Son inescrutables?

Hilleman fue criado con muy pocos recursos en la granja de sus tíos. Su hermana gemela murió en el parto y su madre lo hizo apenas dos días después. Hilleman, que se definía así: "Malnacido por fuera, malnacido por dentro".

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