jefa de Información municipal de Zaragoza en HERALDO DE ARAGÓN

Mascarilla en boca, hidrogel en mano

Muchos zaragozanos continúan usando mascarillas en la calle.
Muchos zaragozanos continúan usando mascarillas en la calle.
Oliver Duch

No volveremos a la vieja normalidad porque, después de la covid, nada será igual. Se respira en las calles un ambiente de euforia muy parecido al de junio de 2020, cuando se celebró la derrota de un virus que regresó más fuerte y letal que nunca. Será que este octubre tropical, aún saciados de cultura tras la semana del Pilar, invita a todo el mundo a disfrutar.

La ejemplar campaña de vacunación, que eleva al 90% los aragoneses mayores de 12 años inmunizados, empieza a dar signos de agotamiento. Hemos tocado techo cuando llega al suelo el descenso en los contagios, y los casos empiezan a despuntar. Sin ola, casi seguro, pero también sin vuelta a atrás para algunos de los 200.000 residentes en Aragón que, a pesar de las advertencias, no se quieren vacunar.

Confían de nuevo la seguridad de todos a la responsabilidad individual. Saltamos sin red a la normalidad de antes, mascarilla en boca e hidrogel en mano, cruzando los dedos para esquivar las piedras en el camino. Por séptima vez. Allá vamos, directos a una normalidad deformada sin esperar siquiera a conocer si tienen consecuencias el atracón cultural y las escapadas de la semana del Pilar.

Veinte meses de covid y más desmanes de los esperados siembran de dudas la senda a la anhelada normalidad. Esa en la que se llenan las tiendas, las pistas de baile y las barras de clientes responsables que cuidan de su salud y de la de los demás. Sin jóvenes vandalizados. Sin incívicos e insolidarios a los que se corta el paso con certificados vetados. En sus manos quedamos. 

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