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De adicto al fentanilo a coterapeuta: "Llegué a tomar 96 'piruletas' al día, y así perdí cinco años de mi vida"

A. J. C., de 43 años, es uno de los pacientes rehabilitados en la Unidad de Atención y Seguimiento de Adicciones (UASA) del Hospital Provincial de Zaragoza. Lleva tres años "limpio", y ahora ayuda a concienciar de los peligros del uso prologado y sin control de este tipo de analgésicos opioides de liberación rápida. 

A. J. C. entrando a la UASA, en la calle Doctor Fleming de Zaragoza.
A. J. C. entrando a la UASA, en la calle Doctor Fleming de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Cinco años de vida perdidos, problemas con la familia, relaciones rotas y mucho dolor en el camino. Es el coste que ha tenido para Antonio (nombre ficticio) su adicción al fentanilo, un opioide para el dolor agudo que empezó a tomar bajo prescripción médica a raíz de una fibrosis pulmonar derivada de la quimio.

"En 2001 me diagnosticaron un linfoma de hodgkin y, por efecto secundario de los agresivos tratamientos que recibí para el tumor, una zona del pulmón quedó dañada y con mucho dolor", relata este paciente, al que derivaron en 2008 a la Unidad del Dolor, donde probaron con numerosos fármacos antes de recetarle, en 2012, el fentanilo de liberación rápida. "Supuestamente este analgésico -una 'piruleta' que en 5 minutos se deshacía en la boca- me calmaba todo. Cuando tomaba dosis bajas sí que me hacía efecto, pero hubo un momento que llegué a tomar 96 al día. Pese a ello yo no tenía sensación de adicción. No me di cuenta de que tomaba mucho hasta que la médica de esta Unidad me hizo darme cuenta. Ahora les debo la vida", relata este paciente, que lleva tres años "limpio" sin tomar ningún analgésico opioide para el dolor.

Antonio (nombre ficticio) y la doctora Nieves Domeque, en la UASA.
Antonio (nombre ficticio) y la doctora Nieves Domeque, en la UASA.
Guillermo Mestre

Detrás del proceso de deshabituación a esta sustancia se encuentra la doctora Nieves Domeque y el equipo multidisciplinar que conforma la Unidad de Atención y Seguimiento de Adicciones (UASA). En los últimos años, explica Miguel Martínez, jefe del servicio de Psiquiatría del Sector 1, del que depende la Unidad, el número de pacientes adictos a los opioides -y en concreto al fentanilo- ha ido en aumento desde que vieron en 2016 los primeros casos. "Las drogas legales están desplazando poco a poco a otras consultas. Desde los tiempos duros de la heroína (en los años 80) el consumo ha evolucionado mucho. Ahora los opioides y las adicciones comportamentales -a internet, los móviles, los videojuegos y el juego online- están ocasionando verdaderos problemas", alerta este psiquiatra. 

En la actualidad, los opioides analgésicos son, en sexto lugar (por detrás del alcohol, la heroína, el cannabis, la cocaína y las anfetaminas), la primera puerta de entrada a las consultas de la UASA, la única unidad pública en Zaragoza para el tratamiento de addiciones. En 2020 atendieron a 7 pacientes en esta unidad -un hombre y seis mujeres-, los mismos que un año antes -cuando fueron a terapia dos hombres y cinco mujeres-. "Empezamos en 2016 con tres personas, y en 2017 ya hubo seis casos. Hay pacientes enganchados a los opioides que se han podido gastar más de 1.000 euros al año, lo que supone para la Seguridad Social unos 160.000 euros, que bien podrían destinarse a estas unidades", advierte la doctora Nieves Domeque, al hablar del "duro" coste emocional y sanitario que tienen estos pacientes.

Antonio, de 43 años, llegó a la UASA derivado por la Unidad del Dolor, después de que su farmacéutica diese la voz de alarma a la médica de cabecera por las cantidades de analgésico que este sacaba de la farmacia. "Cogía todo el analgésico en la misma botica y ella estaba asustada de las dosis que me dispensaba. El médico me daba para una semana, pero al tercer o cuarto día no me quedaba nada", relata. Esta es, según los expertos, una de las conductas aberrantes que pueden denostar una adicción.

El "miedo" a cruzar la puerta y que les quiten el fármaco

La primera vez que Antonio visitó la Unidad de Atención y Seguimiento de Adicciones lo hizo a la fuerza. "Aparecí una vez y desaparecí porque pensaba que me querían quitar algo sin lo que no podía pasar el dolor. Ese era mi mayor temor", cuenta Antonio. Para la médico de la UASA Nieves Domeque uno de los grandes retos que afrontan a la hora de tratar este tipo de casos es ganarse la confianza del paciente. "Una persona aquí viene con un miedo tremendo a que le quiten algo que para él es fundamental. Cuando empiezas a tratar a un paciente así es de una complejidad total. Primero lo que se hace es ir disminuyendo las dosis -no se les puede quitar de golpe-. La intervención en estos casos tiene que ser muy intensa tanto por parte de la médica como de la psicóloga. Él ingresó en Medicina Interna del Hospital Provincial, y yo contacté con la médica de cabecera para que le quitara la receta electrónica del fentanilo. Antes del ingreso me trajo ya todo lo que tenía en casa guardado, que eran bolsas llenas de analgésicos acabados que cuando no tenía más opción reutilizaba", señala esta doctora. 

Bolsas llenas de fentanilo de liberación rápida que el paciente almacenaba aun terminadas en su casa.
Bolsas llenas de fentanilo de liberación rápida que el paciente almacenaba aun terminadas en su casa.
HA
"Vivía en una sobredosis continua y lo que no sé es cómo no me morí"

De paciente a 'coterapeuta'

Desengancharse de esta sustancia no ha sido fácil para Antonio, que sufrió todas las fatales consecuencias y efectos adversos del consumo prolongado y sin control de estos opioides. "Yo me iba de vacaciones con una maleta entera de fentanilo. Mi madre lo notaba, porque con cualquier cosa estaba irascible y me veía mal. A veces iba con la moto y notaba que los brazos se me dormían. Me provocaba crisis que me hacían perder el conocimiento. Vivía en una sobredosis continua y lo que no sé es cómo no me morí", cavila. 

"Librarme de esta adicción es libertad"

Cuando llegó a la Unidad, la médico de la UASA le puso en contacto con otra persona que había pasado por lo mismo. "Él me dijo que estuviera tranquilo, que en manos de esta doctora estaba bien, y que él lo había conseguido", recuerda años después.

Su especialista, la doctora Nieves Domeque, subraya que el proceso llevó tiempo, pero hoy se muestra "orgullosa" del progreso y la mejoría de Antonio, que se ha convertido poco a poco en su 'coterapeuta' para otros casos de adicción. Él hace ya tres años que no toma ningún analgésico opioide. Reconoce que aún tiene dolor, pero lo sabe llevar. "Antes solamente dormía, prácticamente ni comía; era la farmacia y dormir, y ahora tengo una vida de persona normal. He dejado también de fumar, salgo a comprar, me cocino y estoy perdiendo kilos. Librarme de esta adicción es para mí libertad. No puedo trabajar (tengo la incapacidad absoluta), pero al menos puedo ayudar", dice en relación a otros pacientes de la UASA.

"Cuando vienes aquí tienes que saber que sin esa medicación vas a poder hacer vida normal, porque lo otro no es vida"

Nieves, su doctora, presume orgullosa de tenerlo de "ayudante" con otra paciente que también ha desarrollado una "adicción tremenda" al fentanilo de uso oral. Ella va siempre a terapia acompañada de su marido, ambos jubilados, y Antonio -que ya ha pasado por esto- la anima para que no tenga miedo a cruzar esa puerta. "Es muy importante que no se asusten ni tengan miedo. Cuando entras aquí tienes que saber que sin esa medicación vas a poder hacer vida normal, porque lo otro no es vida. Yo perdí cinco años de mi vida", apostilla. 

Cuando logró desintoxicarse y llevaba ya un tiempo "limpio", Antonio le escribió a su doctora una libreta que esta aun guarda consigo. Nieves se emociona todavía al recordar algún pasaje de este cuaderno de notas. "Me decía que superar la adicción es volver a la vida. Que es libertad, nuevas sensaciones, otra alegría... Ahora ha mejorado las relaciones con la familia. Va a comer con su madre todas las semanas y puede socializar con todo el mundo. Prácticamente ha recuperado todo lo que había perdido", subraya esta especialista, al hablar del "daño" personal y familiar que ocasiona la adicción a estas sustancias.

"El primer paciente que tuve no podía ni comer con la familia. Es una limitación en la vida cotidiana tan grande que prácticamente su vida gira en torno al fentanilo: farmacias, visitas al médico para conseguir más dosis... La familia sufre mucho y hay que explicarles lo que supone la adicción, porque muchos no entienden lo que ha pasado. No es lo mismo la heroína que un fármaco que te han dado los médicos y te lleva a estar todo el día pendiente de eso", puntualiza esta doctora, satisfecha de que por fin el Ministerio, en coordinación con las CC. AA., vaya a ponerle coto a la prescripción de opioides en pacientes no oncológicos

Según datos del departamento de Sanidad, de 300 pacientes que son tratados con este medicamento un 40% no tienen un diagnóstico de dolor agudo por cáncer, y sí otras patologías. Inicialmente, indica la doctora Domeque, se prescribía este fármaco para el dolor irruptivo en pacientes oncológicos. "Cuando salió el fentanilo era la última opción y te decían que tomarlo era lo único que te iba a salvar del dolor", confiesa Antonio. Los médicos reconocen que durante muchos años, fundalmentalmente en Estados Unidos, se prescribió este fármaco con "demasiada alegría", y eso trajo consecuencias letales para muchos pacientes y un sistema que en Europa quedó ya sobrealerta. "Cuando empezó a haber tantas muertes en EE. UU. lo restringieron y subieron de precio. Muchos pacientes tratados por médicos acabaron con heroína y metadona del mercado negro. Esto aquí no pasará", augura Domeque al subrayar las diferencias entre la Sanidad americana y la española. Allí, observa, se le dio bombo a este medicamento en cuñas y campañas publicitarias sin ninguna evidencia científica. Empezó a promocionarse en anuncios y cuando empezaron a aparecer casos ya era tarde. "Nosotros tenemos la receta electrónica, que controla la prescripción, pero allí el paciente es un cliente de las mutuas", apostilla. 

Para prevenir esta 'pandemia' que sufre EE. UU., donde a muchas familias ya se les enseña a dar ampollas de naloxona para tratar al paciente en caso de sobredosis, esta doctora hace hincapié en la importancia de formar y sensibilizar a todos los profesionales implicados en esta lucha, además de fomentar el uso combinado de otras terapias. "Es importante que en esa escala analgésica de la OMS para el dolor hubiera otros tratamientos no farmacológicos, como rehabilitación, fisioterapia, una psicoeducación... A los pacientes cuando se les pauta estos opioides hay que explicarles lo que son y el riesgo que tienen. Uno de los efectos adversos de los opioides es que ellos mismos pueden aumentar el dolor (hiperalgesia), y entonces la localización del dolor cambia, aumenta cuando se incrementa la dosis y mejora cuando se disminuye", señala esta doctora, que ve el futuro de estas consultas "complicado" si no se dotan de más personal y medios.

"El agotamiento terapéutico no existe. Nunca hay que dar por perdido a un paciente. Siempre  siempre le puedes ayudar"

A su juicio, la UASA -y en general el resto de unidades que desarrollan una labor "encomiable" para estos pacientes-, necesitan más recursos y profesionales para poder hacer un seguimiento exhaustivo de estas patologías. "El manejo tiene que ser siempre multidisciplinar. Las Unidades del Dolor deberían estar dotadas de un psiquiatra y un psicólogo, que podrían ayudar al control de la ansiedad y al manejo del dolor con tratamientos no farmacológicos (no quedarse solo en el medicamento). Es necesario un abordaje biopsicosocial que atienda al cuerpo, a la mente y a lo que nos rodea. Esto evitaría sufrimiento y daría calidad de vida", defiende esta especialista, que aconseja no tirar la toalla cuando se trata a estas personas. "El agotamiento terapéutico no existe. Nunca hay que dar por perdido a un paciente. Siempre siempre le puedes ayudar", defiende Nieves, comprometida. Antonio, agradecido, subraya que lo único perdido son los años que le robó su adicción a esta sustancia. "Fueron cinco años tirados a la basura por el fentanilo, hasta que la conocí a usted y me cambió la vida completamente. Se lo tengo que agradecer siempre", dice al mirarle.

Nieves Domeque ha sido para él un apoyo fundamental en esta lucha, y ella aún se emociona al recordar el largo y lento proceso que han vivido juntos. "De vez en cuando, cuando releo la libreta que me hizo, es una cosa que me emociona porque ves el sufrimiento que han tenido. Él hablaba siempre de años perdidos de 'mi vida', y hoy su testimonio es fundamental para ayudar a otros", concluye esta doctora. 

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