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De Jesús a Raúl: trece aragoneses están en paradero desconocido

La búsqueda solo se detiene cuando el desaparecido cumple los 110 años. El caso más longevo es el de un turolense visto por última vez en 1997.

Trabajos de búsqueda de un desaparecido en el entorno del Ebro.
Trabajos de búsqueda de un desaparecido en el entorno del Ebro.
HERALDO

El domingo pasado saltó la alarma en el seno de una familia aragonesa. Francisco, un zaragozano de 71 años y extrabajador de una conocida multinacional, desapareció sin dejar el menor rastro. El susto, por fortuna, duró poco: Francisco fue hallado sano y salvo pasadas unas horas y no se sumó a los trece aragoneses que, a día de hoy, se encuentran en paradero desconocido, según los datos de Interior. Algunos, como Jesús García, llevan solo unos meses sin dar señales de vida. Pero otros, como ocurre en el caso del turolense Raúl Millán (desaparecido en 1997), la ausencia se prolonga durante años. Ni las batidas populares ni el trabajo policial han servido para dar con él… por ahora.

Muchas de las alertas por desaparición se desactivan a las pocas horas. Ocurre con los extravíos que atañen a personas mayores, seniles o con alzhéimer. “Hay casos y casos. Algunos se resuelven rápido, como los de personas que se desnortan y aparecen a unas calles de distancia de su casa”, explican desde la Jefatura de la Policía Nacional en Aragón. “Otros -añaden- son desapariciones voluntarias, en las que la persona toma la decisión de marcharse. En cualquier caso, los agentes comprueban que no tenga que ver con situaciones más complejas. Hace pocas fechas, en Zaragoza, una patrulla localizó con heridas autolíticas a una mujer que se había marchado por su propio pie. Se le condujo hasta un centro hospitalario, lo que le salvó la vida, y se procuró que tuviese la ayuda que necesita”.

El grupo de Desaparecidos de la Policía Nacional en la Comunidad, que cuenta con seis integrantes, trabaja sin descanso desde que se recibe la primera información. Incluso antes de que se ponga la denuncia, que si bien no es estrictamente necesaria sí se estima recomendable. Y no hace falta que pasen 24 horas, una idea muy extendida en las películas y en la televisión y que se ha quedado grabada en el imaginario.

Los funcionarios procuran reconstruir desde un primer momento los últimos movimientos de la persona. Hablan con sus allegados, con sus vecinos y compañeros del trabajo y tratan de descifrar si la marcha ha sido meditada o no. La conclusión, en cualquier caso, no frena los trabajos de investigación, que se solapan con la búsqueda sobre el terreno. Una labor que se puede apreciar cada vez que un vecino de la capital aragonesa desaparece cerca del Ebro: numerosos agentes estudian hasta las papeleras de la orilla y el helicóptero sobrevuela el cauce, tanto en su tramo urbano como todo el tramo hasta la presa de Pina, unas labores a las que se unen Bomberos, Guardia Civil y Policía Local.

El "duelo congelado" de las familias

Una de las organizaciones más relevantes de apoyo a las familias es SOS Desaparecidos. "Hasta que aceptan la situación lo pasan muy mal. Si la desaparición parece involuntaria, por motivos ajenos, surgen miles de preguntas", indica Joaquín Amills, presidente de la asociación. "Como define nuestra psicóloga -añade-, tienen un duelo congelado. No tienen respuestas a esas preguntas. Deben aprender a convivir con el problema, aceptar la nueva situación que se plantea. No sabes qué ha sucedido y solo te queda esperar día a día a que aparezca alguna pista.

Amills valora el trabajo incansable de los investigadores: "Los casos de desaparecidos se cierran cuando la persona cumple 110 años. No se archivan. Pero llega un punto en que, cuando se han puesto en marcha todos los mecanismos, no se puede hacer más. A veces, solo cabe esperar que surja algo, como una aportación de una tercera persona".

Desde la oenegé recomiendan “hacer pública la desaparición en los medios y redes sociales, así como editar y repartir carteles con la fotografía y datos característicos en trenes, autobuses, comisarías, juzgados, mercados...”. Eso sí, en ningún caso se debe aportar ningún teléfono particular “para evitar bromas y molestias”, sino que lo útil es indicar los números de contacto de los cuerpos policiales, a los que hay que comunicar la ausencia de forma inmediata.

Otro de los movimientos que aconseja es “contactar con todas las personas con las que mantenía una relación importante y crear un grupo de apoyo con amigos y compañeros del desaparecido, mantener encuentros periódicos y analizar con ellos que más pasos se pueden dar”.

Una base de datos de ADN

Las identidades de los ciudadanos en paradero desconocido se recogen en la base de datos de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin identificar (PdyRH), una vez se firma la denuncia por el funcionario y el denunciante. Se trata de una información compartida a tiempo real entre instituciones interesadas. En este banco también se guarda una el ADN del buscado, obtenido en pertenencias o de familiares, lo que se denomina 'ante morten'. De este modo se pueden cotejar las identidades de los cadáveres que se encuentran periódicamente, por si coinciden con los desaparecidos.

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