Crisis en Afganistán

José Ramón García Paniagua: "La misión de Kabul nos ha puesto al límite en el avión y emocionalmente"

El responsable del Ala 31 en el rescate de los refugiados afganos reconoce que la necesidad les llevó a evacuar hasta a 150 de vez, siendo la primera ocasión que lo hacían.

El teniente coronel José Antonio G. Paniagua (derecha), en la Base Aérea de Zaragoza
El teniente coronel José Antonio G. Paniagua (derecha), en la Base Aérea de Zaragoza
José Miguel Marco

El teniente coronel José Ramón García Paniagua (La Muela, 1970) ha vivido los nueve días más complicados de su dilatada carrera profesional como piloto. Su vida en el Ejército del Aire está ligada al Ala 31, desde los aviones Hércules hasta los actuales A400M. Ha volado en misiones desde 1994 en Aviano y cree que ninguna ha sido tan dura como la de Kabul, que ha puesto a prueba al propio avión –que llegó en 2016 a la Base de Zaragoza–, a las tripulaciones y a los mecánicos de la unidad.

La misión ha sido muy emotiva y complicada. ¿Cómo han conseguido sacarla adelante?

Trabajando mucho y aplicando todo lo que practicamos todos los días. El entrenamiento rinde frutos y así se ha visto. En unas condiciones difíciles, gracias a ello y a que la misión era muy emotiva y merecía la pena, la gente ha dado todo de sí. Los aviones se han portado muy bien y hemos conseguidos sacar a todo el mundo que hemos podido.

¿Cómo vivieron el momento del atentado diez minutos después de su despegue del aeropuerto?

Mi compañero Fernando lo vivió. Donde se encontraban los aviones es una zona alejada del lugar del atentado y solo vimos una columna de humo. De hecho, las operaciones siguieron. El avión despegó y luego se cerró el aeropuerto. La entidad de lo ocurrido no se supo hasta después. En la vorágine del trabajo no te da tiempo de pensar; te centras en qué hacer en los 30 segundos siguientes.

El A400M llegó en 2016 y esta ha sido la operación más peligrosa. ¿Qué ha supuesto para las tripulaciones y para el propio avión?

Ha sido un espaldarazo. Nos ha servido para ver que enfocamos bien nuestro entrenamiento. Seguro que es una aproximación mejorable, pero es correcta. El avión ha superado todas las expectativas gracias al personal de mantenimiento, que ha trabajado lo que no está escrito. Hemos aprendido trucos para sacarle lo mejor y limar asperezas.

¿Cuántas horas volaban cada día para evacuar a los refugiados?

Cada vuelo era de unas seis o siete horas. Habrán sido alrededor de 150 entre las 17 rotaciones realizadas entre Dubái y Kabul.

Han vivido nueve días de enorme tensión. ¿Cómo lo han superado?

Por motivos de seguridad, intentábamos que las tripulaciones descansaran, pero al final, había algunas que volaban espalda contra espalda. Es decir, llegaban, dormían seis horas y volvían al avión. El vuelo era muy exigente y los tiempos, muy largos.

¿Los compañeros del Escuadrón de Apoyo de Despliegue Aéreo (EADA) del aeropuerto de Kabul les transmitían el peligro?

Los primeros días, la situación era un poco insegura. No estaba muy claro qué pasaba. Cuando se cogió la dinámica en el aeropuerto de Kabul ya no era tanto la seguridad, sino el hecho de que había mucha gente y había que sacarla. Todo eso sobrepasaba los problemas de control aéreo. Los compañeros nos preguntaban si podíamos sacar a 140 o 150 y les decíamos que sí, y aún se podría llevar a más.

¿Podían haber llevado entonces a más refugiados?

Siempre te queda la sensación de que teníamos que haber hecho más porque había más gente, pero fríamente hay que poner un punto final. La gente estaba muy cansada y tendríamos que haber pedido mucha más tripulación. El esfuerzo que llevábamos era insostenible y no se podía haber mantenido mucho más tiempo.

¿Estaba previsto desde un principio llevar esos vuelos tan cargados de pasajeros que huían del peligro que vivían en Afganistán?

Teníamos la experiencia del Hércules. Era un tipo de operación táctica que nunca habíamos realizado. No sabíamos cómo y empezamos poco a poco. Luego ya vimos que había que sacar al mayor número de gente posible. Al haber muchos niños se hubiera podido conseguir hasta 160 o 170 fácilmente.

¿Había vivido antes una operación tan dura como la de Kabul?

He pasado por Aviano (Italia), Bosnia, Afganistán, Iraq, Haití, Malí y Chad… Llevo volando desde 1994, pero esta vez la misión nos ha puesto al límite, tanto en el avión como emotivamente. Cuando salíamos de la cabina y veíamos el avión lleno y les ayudábamos a bajar era muy duro emocionalmente.

¿Qué le ha impresionado más de esos viajes de salvación?

Ver a una familia con una mochila de apenas medio metro en la que habían metido toda su vida. Eran un padre, una madre, abuelos y tres o cuatro niños. Lo habían dejado todo y se habían confiado plenamente a nosotros. Eso pesa al final en uno, pero el trabajo de cada día hacía que nos centrásemos y dejásemos a un lado los datos personales.

¿Cómo era la relación con los refugiados?

Con los que hablaban español, los utilizábamos para tranquilizar al resto. Estaban muy nerviosos. Nos pedían agua y otras cosas. Jugábamos con los niños... Se ha interactuado con ellos.

¿Qué tiempo tenían en el aeropuerto para entrar y salir?

Una hora. Cuando aterrizábamos, los motores no se apagaban y se dejaban en marcha con poco consumo de combustible para no tener problemas de averías. El EADA llegaba, nos decía cuántos tenían y los metían. Hacíamos su distribución, cerrábamos la puerta y pedíamos despegar. Si te pasabas de la hora te hacían esperar.

¿Coincidían dos aviones A400M al mismo tiempo en Kabul?

Sí, pero íbamos solos. Coincidíamos allí y nos aparcaban juntos.

¿Cuántas horas estaban operativos cada jornada?

Estábamos 38 personas del Ala 31 allí y, cada día, el período de actividad era de 16 horas. Esto es un éxito de la unidad, entre los que hemos ido y los que se han quedado aquí en Zaragoza, que nos apoyaban consiguiendo las autorizaciones diplomáticas.

¿Cómo ha sido la relación con el EADA?

Muy estrecha. Estaban en Kabul y teníamos un plan para sacarlos de allí en el peor de los casos.

¿Será difícil tener otra una misión como esta?

Sí, esperemos.

¿Cómo vivió el accidente del Yak y la muerte de los 62 compañeros que volvían de Afganistán?

En ese momento, el 26 de mayo de 2003, estaba de intercambio en Estados Unidos. Lo viví de cerca, pero estaba lejos.

Tras haber superado el complicado rescate en Kabul, ¿esperan recibir algún reconocimiento u homenaje por su heroicidad?

Como dijo un compañero, a ver si luego se nota en el reparto de los presupuestos. Eso es lo que necesitamos.

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