La lección de Biescas
Cuando acudimos a la riada de Biescas aquel día de la mañana del 8 de agosto de 1996, con mis compañeros de entonces, Pachica García Inda y Luis Correas, sufrimos con las familias que iban a buscar a los suyos en lo que quedó del camping Las Nieves. No los encontraban vivos aquellos buscadores, muchos de ellos vecinos de Biescas, e iban saliendo poco a poco los cadáveres que arrastró aquel río que volvió a su cauce. Fue una mañana demasiado soleada que recuerdo con mucha tristeza.
Aunque han transcurrido 25 años de la riada, me vino a la memoria que cuando era un chaval pude aprender a conducir por el camino de Biescas, entre la urbanización de Los Valles y el torrente Arás encauzado. Entonces, ningún vecino del pueblo se ponía a trabajar el terreno donde luego se levantó el camping porque explicaban que se trataba el cono de deyección donde siempre caían las rocas del cauce natural del torrente.
Aquellos primeros días del suceso que marcó a esa localidad pirenaica ayudaron a entender que aquellos agricultores de Biescas sabían lo que hacían; y la explotación sin respeto a la ecología de ese terreno provocó la muerte de 87 personas y 187 heridas.
Tres años después, contamos en HERALDO que Hacienda reclamó un millón de pesetas a la víctima José Antonio Cifuentes por los tres que recibió de la indemnización por la muerte de su hijo Eduardo, de 7 años. Pensaba que era una broma macabra, pero logramos que retiraran esa malvada reclamación. Los tribunales tardaron mucho en reconocer los derechos de las víctimas, pero la lección de Biescas no impidió luego construcciones sospechosas posteriores en el Pirineo.
