Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Entrevista

M. Begoña García: “Tengo el mejor despacho del mundo: el Pirineo”

Nació en Zaragoza en 1963 y es investigadora en el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), donde se dedica al estudio de la dinámica de las plantas.

La bióloga M. Begoña García, junto a la ribera del Ebro.
La bióloga M. Begoña García, junto a la ribera del Ebro.
Javier Belver

Quienes se pasan la vida estudiando el Pirineo ¿vuelven a elegirlo en vacaciones?

¿Vacaciones? ¿Qué es eso? En verano es cuando más trabajamos. Siempre digo que tengo el mejor despacho del mundo, donde los demás eligen ir a disfrutar. Cuando toca descansar, busco naturaleza; con montaña, sin montaña, da igual. Este año me apetece ir a conocer Teruel.

¿Es capaz de desconectar o siempre lo ve todo con ojos de científica y le pasa aquello de "en ocasiones veo plantas..."?

Creo que sí que desconecto. Seguramente nunca pierdes la capacidad de relacionar, no puedes dejar de interpretar lo que ves. Pasa como con la música: si la has estudiado, la disfrutas más. Un paisaje es bello para cualquiera, pero tú encuentras la razones, esos elementos tan bien conectados..., al fin y al cabo llevan muchos años aprendiendo a organizarse.

Esa belleza también se ve amenazada. ¿Cómo está afectando el cambio climático a la flora pirenaica que usted estudia?

No trato de desmitificar, pero el problema más urgente no es el cambio climático –que es irrefutable que está ahí–, sino el cambio de los usos del suelo, la transformación de los paisajes, que deja ganadores y perdedores. A una planta le sienta peor que se le eche el bosque encima y la deje sin luz que el hecho de que suba lentamente la temperatura. Aunque la naturaleza es dinámica y no podemos pensar que todo sea eterno, el gran error sería que, en el máximo de conocimiento y de capacidad de actuar, perdiéramos especies. Sería nuestro fracaso.

¿Qué le ha sorprendido al estudiar la dinámica de las plantas?

Hacemos estudios a largo plazo, no solo el inventario de especies, sino el seguimiento, para ver cómo le va a cada población y, a veces, son más estables de lo que pensábamos. Aunque los destrozos de los hábitats causan degradaciones más irreversibles para las plantas porque ellas no pueden moverse, puede ser que la flora resista mejor que los animales las amenazas típicas del cambio climático. Digamos que a las plantas no les va tan mal como a los animales. ¡La biodiversidad es tan compleja!

Conocer es lo primero para conservarla y, ahora, los científicos piden ayuda a los ciudadanos, que pueden contribuir a la ciencia desde el móvil. ¿Cómo es eso?

Somos muy poquitos los profesionales de identificación de plantas y es imposible que lo registremos todo, pero si alguien llega a un pico y encuentra una planta, le lleva un momento hacer una foto y mandarla desde el sitio a través de las aplicaciones iNaturalist y Pl@ntnet. Lo importante es que esté geolocalizada porque aporta datos de la distribución de las especies. Las imágenes se envían después a bases de datos mundiales de flora, en el marco del proyecto Florapyr. Los voluntarios son nuestras manos y nuestros ojos en los muchos rincones de los que no sabemos casi nada.

Estas apps necesitan ojos humanos e inteligencia artificial.

Gracias a que hay miles de imágenes de especies, la inteligencia artificial funciona como con el reconocimiento facial –aunque nunca va a sustituir al profesional–. Estas apps también son una herramienta de educación ambiental, para que la gente conozca la gran diversidad del Pirineo y la complejidad de inventariar 3.600 especies de plantas. A veces piensan que las orquídeas son las de las floristerías y las del Pirineo son chiquititas y distintas. Es como un libro a tiempo real.

¿Ha cambiado la pandemia nuestra relación con la naturaleza?

Solo hay que ver cómo está el Pirineo de gente. Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, reconectar con ella; son lugares puros, sanos. La pandemia nos está diciendo que abusar de los hábitats hace que salten zoonosis y que deberíamos vivir en comunión con la naturaleza. El ser humano puede desaparecer, pero la naturaleza seguirá ahí. Somos nosotros quienes dependemos de ella.

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