Los pueblos que a estas alturas del verano tendrían que estar en plenas fiestas patronales han sustituido sus actos más tradicionales por otros "solo para vecinos" y con aforos reducidos para evitar un efecto llamada. Aunque sin la etiqueta de fiestas o ‘no fiestas’, municipios como Quinto no han querido renunciar a un "programa de actos" para conmemorar sus días grandes, ya que las fiestas como tal siguen prohibidas en toda la Comunidad al menos hasta el 31 de agosto.

El Consejo Local de Aragón tendría que reunirse en próximas semanas para decidir qué hacer a partir de septiembre. El encuentro, sin embargo, sigue sin fecha, según confirmaron desde el Departamento de Presidencia, ya que la sexta ola, lejos de remitir, sigue dejando prácticamente un millar de contagios diarios en la Comunidad, circunstancia que obliga a mantener la prudencia.

Quinto coronó el viernes a sus Majas y ayer celebró una suelta de vaquillas en su plaza de toros. Asistieron unas 450 personas, alrededor de un tercio de la capacidad máxima del albero, que, según la normativa autonómica, podría haber estado al 75%. "Otros años, el festejo habría sido gratis. Este, en cambio, se han puesto entradas a un precio simbólico de un euro para controlar aforos", explicó su alcalde, Jesús Morales.

En un inicio se vendieron "con padrón" y, posteriormente, se abrieron a otros vecinos de la localidad no censados. "Son actos muy controlados en los que no se permite comer ni beber, los asientos están marcados por una equis y es obligatorio el uso de mascarilla", defendió el regidor.

Tras más de un año sin fiestas "había ganas de recuperar cierta normalidad", reconocieron desde la grada Ainhoa Gabasa y María Duato, dos jóvenes de la localidad. "Se echaba de menos, y además, así se ayuda a las ganaderías del pueblo", agregaron.

De ello daba fe Brian Oliva, uno de los responsables de la ganadería Hermanos Oliva Escudero. "Estamos muy agradecidos al Ayuntamiento, ha sido un año muy difícil", admitió.

El festejo, supervisado por varios agentes de la Guardia Civil, comenzó entre mascarillas, gel hidroalcohólico y avisos por megafonía de lo que se podía hacer y lo que no. "Estamos ya acostumbrándonos. Ayer tuvimos orquesta y también estuvimos sentados sin comer, fumar ni beber, igual que si fueras al teatro a Zaragoza, no queda otra", comentaba Isabel, otra de las vecinas.

El principal temor, al igual que ocurre en otras localidades, es que al margen de estos actos la gente "se junte en casas o en peñas". "Pedimos calma. No es momento de que se desplacen de pueblos vecinos. Ya habrá tiempo el año que viene", dijo Morales.

En Sabiñánigo, el grupo folklórico Santiago volverá hoy al escenario, pero su actuación no será "multitudinaria" como otros años, sino que se regirá por el aforo marcado por el Ayuntamiento de la localidad. Lo hará con un programa "distinto". "Antes hacíamos un cambio de indumentaria con cada baile, pero ahora llevaremos todo el tiempo la misma. Tampoco habrá cantas en conjunto. En otras ocasiones salían hasta 14 personas a cantar, pero esta vez no coincidirán más de dos, y los que toquen y bailen llevarán siempre mascarilla", explicó el presidente del grupo, Juan Castillo.

Localidades como Ejea tampoco han renunciado este verano a su programación cultural. Ayer acogió su mayor concierto desde el estallido de la pandemia. Rosario reunió a unas 500 personas en la plaza de toros, con capacidad para alrededor de 5.000 asistentes. La iniciativa surge como una readaptación de los Conciertos del Agua, diseminados "a lo largo de todo el verano". En este caso tampoco estuvo permitido comer ni beber, y los asistentes tuvieron que permanecer sentados guardando la distancia social.