vitivinicultura
Antiguas uvas para nuevos vinos
El Centro de Transferencia Agroalimentaria pone al servicio del sector vitivinícola los resultados de sus investigaciones con viejas viñas recuperadas.
El sector agroalimentario, de la mano de los centros de investigación especializados en esta materia, no dejan de innovar en nuevos productos y variedades de especies vegetales para mejorar su competitividad y sorprender al mercado. Buena muestra de ello es la labor realizada por las unidades de enología y de tecnología de mejora de la vid del Centro de Transferencia Agroalimentaria (CTA), adscrito a la consejería de Agricultura del Gobierno de Aragón, que lleva tres décadas trabajando en la selección clonal de variedades propias de Aragón, así como en la recuperación y conservación de material de viñas antiguas diseminadas por todo el territorio, en especial con aquellas cepas que se observan desconocidas o diferentes.
Pero si importante es la investigación, mucho más es que sus resultados lleguen a los productores, se implanten en sus cultivos y les ofrezcan nuevas herramientas para su reto comercial. Es lo que ha hecho el CTA en una jornada técnica en la que ha trasladado al sector vitivinícola las posibilidades que ofrecen -y los vinos que produce- dos de sus investigaciones: la mejora genética de dos clones de la variedad cariñena (también llamada mazuela) obtenidos de un proceso de selección clonal y la recuperación de cuatro variedades antiguas singulares -parrel, aubun&ambrosina, gonfaus y benedicto- que proceden del Banco de Germoplasma de la vid de Aragón.
Explican desde el CTA que todo este camino se inicia con un trabajo de prospección cuyo objetivo es "localizar viñas antiguas y marcar las cepas que se ven diferentes e interesantes, con potencial". Son estas variedades las que se incorporan al banco de germoplasma, que dispone ya de más de 800, de las que, a través distintos proyectos (bien propios, estatales y europeos) los investigadores han realizado la identificación molecular de unas 600 entradas de vid, de las que el resultado ha constatado que existen 220 variedades distintas, de las cuales 67 son desconocidas.
Con el material que se intuye "como más interesante", los investigadores realizan una vinificación, siempre en pequeñas cantidades y en las bodegas piloto con las que cuenta el CTA. Y aquellas variedades que "sobresalen o manifiestan elementos singulares", explican desde el centro, se implantan en parcelas de zonas vitícolas, con mayor número de plantas, para volver a evaluar su potencial enológico, pero en esta ocasión el vino resultante está elaborado en condiciones similares a las industriales, con una mayor cantidad de uva obtenida en condiciones iguales a la de cualquier otra viña.
Hay dos pasos que completan el proceso. Por un lado, la transferencia, es decir, el traspaso de todo este conocimiento a las bodegas interesadas en las variedades de mayor singularidad. Pero también es necesario poner en marcha, detallan desde el CTA, los mecanismos técnicos administrativos que permitirán su inclusión en la lista aragonesa de variedades de vid.
"Todo este proceso es un trabajo que requiere muchos años de estudio e inversión, que de esta forma se ahorran las bodegas", señalan los investigadores. Y añaden que en este 2021 se ha transferido del banco a vivero material parrel, aubun&ambrosina, gonfaus y benedicto (autorizadas) y albana, betrurian y greta (experimentales, pendientes de autorizaciones administrativas) para su implantación en viñedos de bodegueros, pero también en siete integrantes de la agrupación de bodegueros Vignerons de Huesca, Bodegas Aragonesas y Bodegas Langa, y a viticultores particulares de Teruel y Zaragoza. "Hay otras bodegas que también han mostrado interés, si bien todavía no se ha plasmado de forma concreta la colaboración", destacan.
