Francisco Javier Iriarte: "Lo primero que hago cada día es agradecer el hecho de estar vivo"

Este vecino de Zaragoza de 87 años asegura que mantener su rutina y el hecho de haber estado conectado a la red, como una ventana al mundo, han sido factores imprescindibles para superar este año.

En un callejón sin salida con vistas a la plaza de toros de Zaragoza encontramos el domicilio de Francisco Javier Iriarte, médico retirado de 87 años, y hasta hace apenas unos meses; presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema). Nació en Logroño un 27 de octubre de 1933. Sin embargo, cuando a principios de los años 80 enviudó su madre, esta decidió trasladarse a la capital aragonesa donde residía una de sus hijas mayores, casada con un aviador del Ejército. “He vivido muchas cosas, muchas. Pero como esta crisis sanitaria ninguna”, reconoce desde el salón de su casa. En este espacio almacena decenas de libros -muchos de ellos en francés, como el que está leyendo ahora- y cd de música.

De fondo suena jazz, como cada día en torno a esta misma hora. A pesar de su edad, Paco se mueve con facilidad en la red, donde cada día encuentra nuevas músicas. No en vano, y viviendo solo como lo hace desde hace dos años, de alguna forma debía seguir conectado al mundo: “Por mi trabajo tengo amistades en todos lados. Una vez a la semana procurábamos hacer videollamadas, también con la familia y con el Consejo de las personas mayores”. De hecho, desde Coapema pusieron en marcha la iniciativa #mayoresactivos con la que organizaron más de 150 conferencias y charlas en las que participaron en torno a 40.000 mayores de toda España.

Francisco Javier es el último de seis hermanos. A pesar de haber recorrido buena parte del mundo; Zaragoza se convirtió en la base de operaciones de este médico que, trabajando para la ONU, dio la vuelta al mundo en misión humanitaria. Tras vivir una temporada en París, en el Städtiches Krankenhouse de Ludwishafen Alemania, en Suiza, en la República del Congo con la OMS o en Sudáfrica -en Cape Province como médico misionero-, acabó su vida profesional en Botsuana, al sur de África, donde regentaba su propia clínica de cirugía. Finalmente, su especialidad le llevó a la Facultad de Medicina de Zaragoza, siendo cofundador de la Escuela de Medicina del Trabajo de la Universidad.

“He vivido muchas cosas, muchas. Pero como esta crisis sanitaria ninguna”

Fue en la República del Congo, mientras ejercía de Funcionario internacional de la ONU como médico misionero de la OMS, donde conoció a su primera mujer: la belga Michèle Michelle, que dirigía una plantación cafetera. “Tras una larga temporada trabajando como médico para la Organización Mundial de la Salud (OMS) acabé agotado mentalmente. Vivimos guerras, tragedias, la muerte de muchos compañeros... Ni siquiera sé cómo sigo vivo. No podía más y decidí darle un giro a mi vida”, relata.

Francisco Javier Iriarte, médico retirado de 87 años, y hasta hace apenas unos meses; presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema).
Francisco Javier Iriarte, médico retirado de 87 años, y hasta hace apenas unos meses; presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema).
Oliver Duch

“Aunque belga de origen, era más española que yo. Quería venir aquí a toda costa así que, cuando la situación bélica allá comenzó a volverse insostenible, en el año 75; nos trasladamos a Zaragoza, en concreto a Cuarte de Huerva”, explica. Se casaron en 1961 y tuvieron dos hijos, Patxi y Anouschka, que residen entre la capital aragonesa y Vilafortuny. Una de las cosas que más ha echado de menos este médico jubilado durante la pandemia ha sido a sus tres nietos; Helenita, Michele y Xavi.

Tras enviudar en 1998, se trasladó a vivir con la familia de ella a Amberes, donde permaneció hasta el año 2008, coincidiendo con el inicio de otra gran crisis: “Me llamaron mis hijos desde aquí, muy preocupados por la situación económica. Así que decidí volver a echarles una mano. Y hasta ahora”. Aquí se reencontraría con una compañera de la Universidad, de la Facultad de Medicina, con la que contrajo matrimonio hace diez años. “Finalmente, hace dos, decidimos poner fin a la convivencia y me vine aquí”, explica.

"El amor que siente un abuelo por sus nietos, y viceversa, no tiene explicación alguna"

Un piso cómodo, de unos 70 metros cuadrados, en el que tiene todo lo que necesita. “Contamos con servicio de portería, un restaurante donde como algunas veces y hasta una sala de reuniones”, explica. Y, todo esto, a unos minutos del centro de la ciudad. “El anuncio del estado de alarma… me pilló por sorpresa como a todo el mundo. Recuerdo que nos decían que era como una gripe, pronto se descubrió que no era verdad”, rememora.

El amor de un abuelo no tiene explicación alguna

Sin embargo, el encierro se lo tomó con filosofía. No en vano, su colectivo -el de personas mayores- estaba siendo uno de los más golpeados y tenían que buscar respuestas a preguntas casi cada día. Recuerda que el hecho de cancelar todas las actividades de asociaciones y grupos ha dejado durante meses a muchas personas sin posibilidad de relacionarse. “Damos cobertura a mas de 300.000 personas mayores en Argón, de las cuales, unas 60.000 se encuentran en situación de soledad no deseada. Una de cada cuatro son mujeres”, admite.

En su opinión, las personas mayores ya venían de enfrentarse a su particular pandemia del Siglo XXI: la soledad. “Para ella tampoco hay un tratamiento o una vacuna. Lo único que hizo la crisis sanitaria fue empeorar o multiplicar el dolor de quienes atravesaban esta difícil situación”. Y es que, durante estos meses, se han producido muertes sin despedida, duelos durísimos, y, sobre todo, “cientos de nietos y nietas han perdido a una de las personas más importantes de sus vidas. El amor que siente un abuelo por sus nietos, y viceversa, no tiene explicación alguna”.

“Lo primero que hago cada día es agradecer el hecho de estar vivo y pido fortaleza para ayudar a quienes me rodean”
Francisco Javier Iriarte, médico retirado de 87 años, y hasta hace apenas unos meses; presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema).
Francisco Javier Iriarte, médico retirado de 87 años, y hasta hace apenas unos meses; presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema).
Oliver Duch

La importancia de la rutina

Si le preguntan a Paco, la rutina ha sido clave para mantenerse bien cada día. “Lo primero que hago cada día es agradecer el hecho de estar vivo y pido fortaleza para ayudar a quienes me rodean”, afirma. Después de eso, comienza una sesión diaria de ejercicio -compuesta por 10.000 pasos desde su habitación hasta el salón, pasando por el pasillo- y una serie de movilizaciones de articulaciones y estiramiento que repite cada día. “Luego me ducho, me arreglo, y desayuno café y fruta”, añade.

De ahí se traslada a uno de los dos escritorios que tiene en el salón, en los que lee, escribe sus memorias o investiga. “Medicina sobre todo”, señala. Tiene una curiosidad infatigable. De fondo, siempre hay música. Desde primera hora de la mañana pone en marcha el ordenador y busca listas de Youtube de música clásica o instrumental. “Por la tarde he visto películas del Oeste cada día. Creo que me las sé de memoria todas”, bromea. También saca tiempo para cuidar de los geranios que tiene en la terraza de la cocina.

Ya, durante los primeros meses del estado de alarma, esperaba la llegada de su hijo con la compra -no salió de casa durante varios meses- y preparaba algo de comida arriba. Lo más básico. Algo de verdura o ensalada, y carne y pescado: “En mi caso, mi sensación de soledad ha sido más existencial. Estoy bien solo y me apaño bien. Pero no poder salir de un lugar ni abrazar a los tuyos… genera una angustia fuera de lugar”.

“En mi caso, mi sensación de soledad ha sido más existencial. Estoy bien solo y me apaño bien"

Por eso, en su caso; asegura que la pandemia le ha servido para replantearse las prioridades que, antes de la crisis sanitaria, daba a según que facetas de su vida: “Al fin y al cabo, los de mi generación somos hijos de la posguerra. Hemos vivido la muerte, el hambre, el miedo, la soledad... Hemos vivido lo que verdaderamente significa no tener absolutamente nada. Por eso, esto solo me hace agradecer todavía más todo lo que tenemos. Ni aún en el peor de los momentos de la pandemia, estábamos tan mal”.

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