El embalse de Mequinenza y la Magdalena: trato hecho

La inmensidad del embalse alberga centenares de calas, especies acuáticas, senderos y algunas sorpresas, como los restos de la ermita y el convento de la Magdalena en la isla del mismo nombre; un lugar con magia y cierto halo de misterio. No en vano se hacían exorcismos en el lugar, uno de los más fotografiables del entorno  

Eduardo Catalán, el ‘Cata’ en toda el área de Caspe, no hay quien le gane en un test de conocimientos sobre el embalse de Mequinenza. Se lo conoce al dedillo. Con Caspe Río Aventura (reservas en el whatsapp 608 16 12 61) el desvela sus secretos por mar y tierra, incluyendo uno que escama: la ermita de la Magdalena y su insularidad relativa, ya que la cosa se ‘península’ en ciertos momentos, cuando las aguas bajan de la cota 117. "A ver, son 500 kilómetros de costa, una costa muy irregular, con muchos barrancos; con estas dimensiones riega a muchos pueblos. Es un mundo. por sus grandes dimensiones. Mirad -explica, mientras su lancha surca una cala concreta- ahora estamos en Valcomuna, de profundidad fija; son 30 metros. Aunque hay desniveles de hasta 20 metros en el embalse, ésta no cambia. Además, es un refugio natural excelente para guarecerse de una tormenta, por ejemplo, y tiene sus calitas, con abundancia de aves acuáticas cuando llega el fresco. Puedes ver desde cormoranes a garzas reales e imperiales, garcetas y patos. También abundan los milanos, y algún buitre. Este embalse, a diferencia del de Ribarroja, no es de cota fija. Y no falta el siluro en las aguas turbias; cuando bajas un poco más ya aparecen las percas y el blackbass, introducido legalmente, a diferencia del resto de peces aquí".

‘Cata’ desliza bien sobre las agua, pero tampoco rehúye la caminata. «Hay una circular desde Mas de la Punta, de unos ocho kilómetros; buena parte del trecho va entre los árboles y se ve todo el rato la isla de la Magdalena. De la ermita y el monasterio, por cierto, el que más sabe es uno que escribe en HERALDO: Alberto Serrano Dolader, que ha escrito mucho de ella. Tampoco hay que olvidar La Venta de la Magdalena, que estaba bajo el monasterio; era aún más conocida que el edificio religioso. He visto mapas del siglo XVII en los que no marcaban muchas poblaciones y sí figuraba La Venta. Con el embalse quedó bajo las aguas, pero estaba a la vera del río, había un paso de sirga y desde Caspe venían de romería en cinco horas por caminos.

‘Cata’ tiene historia propia con el embalse y la isla de la Magdalena, que también se visita desde el Camping de Caspe. En la Magdalena, por cierto, se practicaron exorcismos en su día. «De crío venía aquí -explica desde la senda de acceso, al que se llega tras una breve caminata desde la cala en la que puede fondearse la embarcación- e incluso llegamos a hacer una acampada de ocho amigos una semana completa, solicos, y éramos críos. Tuvimos que buscarnos la vida; vino mi padre a media semana para ver si todo iba bien, pero la experiencia tuvo lo suyo. Muchas noches dormíamos en el monasterio, aún había algún cuarto entero y se conservaban pinturas».

Domingos de verano

Caspe Río Aventura, con el apoyo de la DPZ, propone diversas rutas en los domingos de julio, agosto y mitad de septiembre; serán diez citas en horarios de mañana y tarde para optar entre rutas en motora, kayak o Big Sup (un paddle surf gigante). Además del aliciente del paisaje y la variedad de oferta, llama la atención el precio 10 euros por persona, con salidas desde el Club Náutico Mar de Aragón. Una ocasión perfecta para conocer desde dentro este acuífero gigante de la provincia de Zaragoza.  

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