Por
  • José Ángel Bergua

Andrés Ortiz-Osés

Ortiz Osés
Ortiz Osés
Heraldo

Etimológicamente, el término “nada” deriva, por elipsis o supresión, de ‘res nata’ (cosa surgida o nacida), que forma parte de la expresión ‘rem natam non fecit’ (no hizo la cosa nacida -o la cosa en cuestión-), del mismo modo que “nadie” proviene, también por elipsis, de ‘homines nati non fecerum’ (hombres nacidos no lo hicieron), aunque más exactamente de ‘omne nado non fecit’ (hombre nacido no lo hizo). Nada y nadie se refieren, entonces, a algo que no aparece y a alguien que no actúa, lo cual delata la imposibilidad de pensar la nada como algo distinto a lo que debiera haber o estar, incluso en el caso de que no se presente (o nazca). Del mismo modo, “nunca” deriva etimológicamente de ‘ne-umquam’ (no + alguna vez u ocasión). Estamos pues ante una obsesiva negación de la tríada nada-nadie-nunca que utiliza el procedimiento de taparla con las faltas de lo que debiera haber o estar. Por cierto, en inglés, esta operación se realiza con más claridad y menos aspavientos: ‘no-thing’, ‘no-body’, ‘n(o)-ever’.

Este hábito es tan poderoso que cuando la filosofía ha llegado o sospechar que la nada fuera algo distinto a la mera negación de la realidad, ausente o no, siempre se ha apartado de esa idea y nunca la ha convertido en el objeto preferente de su reflexión. Sin embargo, en francés ‘personne’ (del latín ‘persona’ -máscara-) significa “nadie” (¡además de “persona”!) y ‘rien’ (del latín ‘res’ -cosa-) se traduce como “nada”. En este caso, la nada es ocultada, utilizando un término que designa exactamente lo contrario, lo cual se parece a la “denegación” con la que tan a menudo se enfrenta el psicoanálisis. Por ejemplo, cuando el analizando dice “¿no habrá pensado usted que yo quiero matar a mi padre?”, y el terapeuta responde, “disculpe, pero no he abierto la boca”, mostrándose así que lo reprimido se manifiesta negándose. Por la misma razón, en francés la persona y la cosa se dicen exactamente igual que nadie ni nada. Entonces ¿por qué no pensar que en el origen o comienzo designan exactamente lo mismo? Si es así, todos estos líos terminológicos y artimañas personales sólo muestran la incapacidad del pensamiento instituido en Occidente para encarar de frente y sin rodeos la nada a la que está conminado.

En portugués, aunque ‘pessoa’ (igualmente del latín ‘persona’) también significa “nadie”, no designa, como en francés, a la “persona”. Quizás Fernando Pessoa, más conocido como poeta que por su vocación esotérica, utilizó los 72 heterónimos con los que firmó sus escritos para remediar el “fallo” de su lengua y disolverse así, de tan singular modo, en la nada a la que, por su nombre, estaba llamado. En aragonés, el término ‘cosa’, significa, como encima de los Pirineos, tanto “algo” como “nada”. Como del portugués nació Pessoa, no es extraño que de los escombros del aragonés haya brotado el pensamiento de Ortiz Osés, tan entregado a juntar las aparentes contradicciones (vida y muerte, masculino y femenino, etc.) que él mismo ha terminado daimonizando a Dios. Ha muerto a los 78 años de edad. Descanse en paz.

*José Ángel Bergua es catedrático de Sociología

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