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Sin mascarilla en exteriores en Francia: "Es una liberación. Nos ha privado de sonrisas y conversación"

Los aragoneses que residen en el país vecino han estrenado este jueves la relajación de la obligatoriedad del tapabocas, que sigue siendo necesario en interiores.

Sabina y su familia. Aragoneses en Francia.
Sabina Mugüerza y Aurélien Harireche con sus hijos, Noa y Leo.
S. M.

Los aragoneses que residen en Francia han sido los primeros en quitarse la mascarilla en exteriores, tras la relajación de las medidas por la bajada de contagios de covid-19. Los niños ya pueden jugar en el recreo sin ella, aunque en clase y el resto de espacios cerrados sigue siendo necesaria. En países como el Reino Unido nunca ha sido obligatorio llevarla por la calle, pero Francia era hasta ahora uno de los que como España habían optado por esta medida para combatir la pandemia. La decisión forma parte de una desescalada lenta, que mantuvo los bares cerrados hasta el mes pasado, y que comenzará una nueva fase el 1 de julio.

La decisión del Gobierno de Emmanuel Macron se ha producido cuando en España el presidente Pedro Sánchez dijo que el fin de la mascarilla llegará "pronto" y este viernes ha concretado que será el 26 de junio. El 'destape' de los franceses tiene excepciones porque habrá que seguir llevando mascarilla si se transita por calles muy concurridas, si se hace fila y no se puede mantener una distancia de seguridad, en los mercados, estadios deportivos o los camareros en las terrazas. Continúa siendo necesario ponerse tapabocas en interiores como en los comercios y el transporte público. Este domingo el país celebra elecciones regionales. Los expertos españoles también respaldan que se dé este paso debido al nivel bajo de contagios actual. 

Sin mascarilla en el recreo

El primer sentimiento entre quienes han podido salir de casa desde este jueves a cara descubierta ha sido el de mayor relajación, aunque con precaución, conscientes de que la crisis sanitaria continúa. "Es una liberación", asegura la zaragozana Sabina Mugüerza, que vive en la localidad de Pau desde hace casi 10 años. Llegó al municipio francés situado al otro lado de la frontera para trabajar un tiempo y terminó quedándose "por amor" y formando una familia con Aurélien Harireche. Sus hijos, Noa y Leo, han podido jugar  en el recreo sin mascarilla, aunque confiesa que a algunos compañeros les ha costado cambiar de hábito el primer día. "Ya no se dan cuenta de que la llevan puesta", asegura, tras haber visto a alguno con la cara tapada al pasar cerca del colegio. En los días de calor que vienen va a ser un alivio.

Durante este tiempo, cree que "llevar mascarilla ha instaurado cierta represión en muchos aspectos", entre los que señala "el miedo al contagio y a las personas". Y, sobre todo, lamenta que "nos ha privado de sonrisas y conversación", por lo que se alegra de que ahora "¡por fin, algunos recuperaremos las ganas de sociabilizar!". Y eso que reconoce que en Francia la vida social no es como en España. "Nuestras quedadas no son en la calle para ir de tapeo, ni estamos en el parque ni con los amigos. Quedas en casa y haces una barbacoa un sábado", explica. No les afectaba mucho el toque de queda, que sigue vigente a las 23.00 hasta este domingo.

En cualquier caso, se sienten afortunados porque viven en un pueblo, en una casa con jardín, rodeados de naturaleza, por lo que pueden practicar mucho deporte y pasear por senderos con vistas a los Pirineos. Eso ha hecho que hayan sobrellevado mejor las restricciones de movimientos y el confinamiento. Han vivido tres encierros, entre marzo y mayo de 2020, en noviembre  y el último, en abril de 2021, mucho menos estricto y cuya desescalada continúa.

Pese a ello, pasaron momentos duros como el resto de familias que han tenido que mantenerse separadas este tiempo para frenar la pandemia. "Para los transfronterizos es más duro porque estamos acostumbrados a ir una vez al mes a Zaragoza", confiesa esta zaragozana "criada en Jaca", apunta.  "Sigues echando de menos tus costumbres, sobre todo, aprecias tu cultura, la que conociste antes de una catástrofe social de estas dimensiones. Lloramos siempre, antes y después. Necesitamos cobijo, besos, abrazos, comprensión, una mirada cómplice y sentirnos parte de la tribu", explica sobre los momentos en los que notaban la ausencia de sus familiares. Durante el confinamiento más duro, ni siquiera podían desplazarse los 20 kilómetros que les separan de sus suegros. "Como son gente mayor tampoco quieres sufrir riesgos", explica.

Vanesa, aragonesa en Francia.
Vanesa Almau, aragonesa en Francia.
Heraldo.es

Como suele ocurrir a quienes viven fuera, en este último año han estado más pendientes de las noticias que llegaban de España. "Me ha preocupado siempre más lo que pasaba en España porque en mi familia hay personas mayores", cuenta Vanesa Almau, una zaragozana que lleva desde 2011 en Francia. Reside también cerca de los Pirineos, en Arau, al otro de Bielsa "y a 300 kilómetros de casa", explica, refiriéndose a la distancia con Tauste, el municipio zaragozano donde sigue viviendo su familia. También ha formado allí una familia y tiene dos hijos pequeños.

El adiós a la mascarilla en exteriores considera que es una buena noticia. "Había muchas ganas de quitársela. Con sol y calor dan ganas de quitártela", reconoce, de cara al verano. "Ya era mucho tiempo. Va a ser una medida muy positiva a nivel psicológico para todo el mundo que me rodea, tanto personal como profesionalmente, que estaba ya muy quemado. Tanto los que tienen miedo al covid como no", asegura esta profesora de instituto. En el primer día sin mascarilla ha visto muchos alumnos con una "sonrisa de oreja a oreja" a la salida de clase.

Aunque invite a relajarse, confía en que ayude  seguir controlando los contagios que "empieza a haber mucha gente vacunada". El país ha inmunizado con al menos una dosis al 46% de la población.

En su zona no ha habido muchos contagios y considera que se ha llevado mejor el confinamiento. "Son pueblos de montaña que durante el año estaremos unos 800 habitantes, aunque en época de verano o de nieve triplican la población", cuenta. Cuando más casos hubo fue el verano pasado "porque mucha gente que tiene segunda residencia vino desde París o Burdeos". Recuerda que en el primer confinamiento, que fue en marzo como en España, "hubo algún alcalde de un pueblo pequeño que echó a los que fueron a su segunda residencia". En este tercer confinamiento, del que se está haciendo la desescalada gradual desde el mes pasado, "dieron un fin de semana para que quien quisiera ir a la segunda vivienda tuviera ese tiempo para ir", a diferencia de España, donde no ha sido posible hasta que no se levantaron los confinamientos perimetrales. 

Ve también muchas similitudes entre ambos países como en la educación, donde las clases por internet "les pillaron desprevenidos", aunque en Francia, no se ha mantenido todo el curso presencial este año y las aulas se vaciaron durante los confinamientos. Ella es profesora de instituto en Bagneres de Luchon, donde enseña español. Ha habido también en los últimos cursos de secundaria y bachillerato alternancia de semanas en casa y otras en el instituto, pero sin recuperar la presencialidad. Destaca de España el sistema sanitario, que le da "más seguridad", en lo que coincide Sabina.

Con la caída de la mascarilla en la calle se abre una nueva etapa y Vanesa es más optimista. No cree que esta etapa deje huellas, al menos entre los jóvenes con los que trabaja. Sin embargo, Sabina cree que "para los más vulnerables las cosas nunca volverán a ser como antes". Recuerda a aquellos que han perdido a sus familiares durante la pandemia y que además "no han podido despedirse de ello", por lo que cree que quedará parte de la sociedad "estigmatizada por la pandemia". Considera que el daño psicológico de este año de pandemia "ya está hecho". Además, "por desgracia después de todo, hay muchas preguntas sin respuesta, y la gente esta cansada". Pero el descenso de los contagios y la desescalada con medidas como esta última que permiten reencontrarse con los rostros de sus vecinos y no solo con sus miradas lo que le anima a "mirar al futuro con esperanza"

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