Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Investigación

La aragonesa Nerea Irigoyen y su equipo de Cambridge hallan una nueva forma de combatir la infección por coronavirus

La prometedora estrategia antiviral no se dirige directamente contra el SARS-CoV-2, sino contra las células que ha infectado y podría ser el primer paso hacia un antiviral de amplio espectro.

De izquierda a derecha, Charlotte Lefèvre, Liliana Echavarría y Nerea Irigoyen
De izquierda a derecha, Charlotte Lefèvre, Liliana Echavarría y Nerea Irigoyen

El desarrollo de vacunas contra el SARS-CoV-2 ha ido a velocidad de crucero, pero no ha ocurrido lo mismo con los tratamientos, que está siendo mucho más complicado desarrollar. El equipo dirigido por Nerea Irigoyen en la Universidad de Cambridge propone una novedosa estrategia antiviral que combate la infección por coronavirus sin atacarle a él directamente, sino a las células que ha infectado. La combinación de dos fármacos reduce la propagación de la infección por SARS-CoV-2 en las células hasta en un 99,5%. Los resultados de esta investigación acaban de ser publicados en la revista 'PLOS Pathogens'. “Esperamos que este descubrimiento permita el desarrollo de un antiviral de amplio espectro, eficaz también en el tratamiento de infecciones con otros virus”, señala la viróloga zaragozana.

Cuando el SARS-CoV-2 infecta una célula, secuestra toda su maquinaria celular, la pone a su servicio para multiplicarse. En células cultivadas en laboratorio infectadas con SARS-CoV-2, las investigadoras que lidera Irigoyen han encontrado uno de esos mecanismos celulares que el virus ha hecho suyo: “El coronavirus hace que se active la 'respuesta de proteína desplegada', una vía de señalización de tres puntas que, justamente, es necesaria para que el virus pueda replicarse”, explica. Sin ella, deja de hacerlo. Es una respuesta “que solo se da en células enfermas”, así que de alguna forma marca qué células están infectadas.

"El virus dejaba de replicarse dentro de la célula casi por completo, lo que significa que la infección no pudo extenderse a otras células. Esto tiene un gran potencial como estrategia antiviral contra el SARS-CoV-2”

Un gran potencial

Utilizando dos medicamentos “muy específicos para revertir esa señalización, vimos que el virus dejaba de replicarse dentro de la célula casi por completo, lo que significa que la infección no pudo extenderse a otras células. Esto tiene un gran potencial como estrategia antiviral contra el SARS-CoV-2”, destaca la jefa de Grupo de la División de Virología del Departamento de Patología de la universidad británica. Sería como “una primera línea de defensa que frena la infección al principio y da tiempo a que el sistema inmunitario reaccione”.

Además, “creemos que no solo reducirá la carga viral en la célula, sino la patología que crea la infección”, por lo que los síntomas serían mucho más leves y la recuperación, más rápida. Se piensa que esta respuesta celular de la proteína desplegada que eliminan estos fármacos -llamados Ceapin-A7 y KIRA8, y aún no aprobados- podría ser una de las responsables del distrés respiratorio y la fibrosis pulmonar que sufren los pacientes de covid-19.

Encontrar estrategias terapéuticas que no dañen a las células sanas es otro de los retos. La ventaja aquí es que, como la señalización que estos fármacos inhiben solo se activa en células enfermas, el resto no se verían afectadas.

Los antivirales que se utilizan actualmente para tratar la covid-19, como el remdesivir, tienen como objetivo el virus en sí. Pero si el virus desarrollara resistencia a estos fármacos, dejarían de funcionar. Por el contrario, el nuevo abordaje del problema propuesto en este trabajo se dirige a la respuesta de las células infectadas, algo que no cambiará aunque aparezcan nuevas variantes, porque el virus necesita esta respuesta celular para replicarse.

Esta investigación se ha desarrollado en cultivos de células humanas y de mono y faltarían muchos pasos que dar hasta que un posible fármaco basado en esta estrategia se aplicara en pacientes

Esta investigación se ha desarrollado en cultivos de células humanas y de mono y faltarían muchos pasos que dar hasta que un posible fármaco basado en esta estrategia se aplicara en pacientes. De momento, “si conseguimos financiación, queremos ver qué pasa en cultivos primarios de pulmones y probar los fármacos en ratón, para ver su eficacia y su grado de toxicidad en un organismo real”. Después, vendría “interesar a una farmacéutica para que los pueda desarrollar, dar con la mejor forma de administración y, si se ve que son eficaces y seguros, llegar a ensayos clínicos, con personas, que necesitan mucho dinero y una compañía farmacéutica detrás”, asegura Irigoyen. Lo habitual es que, “a no ser que hubiera otra emergencia sanitaria que lo acelerase, un nuevo fármaco tarde entre cinco y diez años en llegar al mercado”.

Un antiviral de amplio espectro

Esta proteína mal plegada que es la diana de este trabajo también se activa en ciertos tipos de cáncer, como los mielomas, en la fibrosis pulmonar y en enfermedades neurológicas, por lo que esta estrategia también resulta prometedora para tratarlos en un futuro. De momento, el equipo de la viróloga zaragozana quiere ver si funciona con otros virus. Ya han comprobado que tiene efecto frente al del Zika -contra el que no existe tratamiento-, creen que podría funciona contra el dengue y están haciendo pruebas con gripe.

“Estoy muy contenta porque al final ha sido un currazo increíble en nueve meses, con todas las restricciones posibles y sin ningún tipo de facilidad”

Nueve meses entre restricciones

“Estoy muy contenta porque al final ha sido un currazo increíble en nueve meses, con todas las restricciones posibles y sin ningún tipo de facilidad”. Así resume Nerea Irigoyen el trabajo que hay detrás de esta investigación, en la que la principal dificultad fue “redirigir la financiación que teníamos para investigar el virus del Zika y poder hacer esto”.

Al surgir la pandemia en marzo de 2020, y con un 'paper' en revisión para ser ya publicado, Irigoyen reorientó la investigación que tenía en marcha desde que estaba terminando su posdoc. “Con la base de todo lo investigado durante tres años en coronavirus de ratón, decidimos ver qué pasaba con el nuevo coronavirus”, señala. Por eso han podido ir ahora tan rápido y obtener resultados en nueve meses, seis de los cuales se han ido en revisiones del artículo y nuevos experimentos antes de la publicación en 'PLOS Pathogens' que, reconoce, “ha sido una liberación”.

Desde hace un año, ha crecido la demanda y “los problemas de acceso a laboratorios de alta seguridad retrasan el trabajo”, relata. En su caso, parte de la experimentación se ha llevado a cabo en Suiza, en el Instituto de Virología Molecular de Zúrich. En estos momentos, en la Universidad de Cambridge siguen trabajando con la mitad de aforo, “en turnos que empiezan a las 7 de la mañana y terminan a las 11 de la noche”.

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