José Luis Saz: "Mucha gente usa la palabra libertad pero no sabe qué significa"

Nacido en Zaragoza en 1960, es doctor en Derecho y Ciencias Sociales, funcionario de Hacienda y diputado autonómico por Ciudadanos. Es autor del libro ‘Jaque mate liberal’.

Saz, en el palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, donde es también diputado.
Saz, en el palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, donde es también diputado.
Guillermo Mestre

¿En qué se diferencian los padres del liberalismo de quienes actualmente se dicen liberales?

La mayor parte de los padres liberales tenían sentimiento social, cuando hoy se dice que no. Muchos autores se regodean en que no debe haber apenas intervención del Estado; consideran que eso es el liberalismo, y en absoluto es así. Es uno de los errores que intento aclarar en el libro.

¿Se ha desvirtuado el término liberal?

Se ha producido una distorsión. Muchos liberales economicistas acusan a otros que tienen sensibilidad social de no serlo, les asusta todo lo que tiene que ver con la intervención social. Dentro del liberalismo hay una gran mayoría que está por un intervencionismo público en educación, sanidad o servicios sociales y otros que no lo conciben. El liberalismo nace como una defensa frente al viejo conservadurismo. Hoy en día sería imposible concebir las sociedades modernas sin el trabajo que ha realizado el liberalismo con todo lo relacionado con el constitucionalismo y la libertad de expresión, pensamiento y movilidad.

Menciona también la heterogeneidad de visiones, con una nutrida representación que aboga por una intervención estatal para paliar la necesidad. Un debate muy actual, ¿no cree?

Sí, y no debe confundirse con el igualitarismo. Aquí se trata de salvar la dignidad de las personas. A mí no me preocupa que haya muchos ricos, me preocupa que haya pobres. Lo que hay que hacer es eliminar la pobreza del mundo. El liberalismo ha aportado siempre modernidad y defensa de la dignidad de las personas.

Y en la sociedad actual, ¿prima esa preocupación o impera la visión economicista?

Yo no concibo la política sin un anclaje filosófico. Eso es como estar en una caverna sin candil. Pasa igual en la sociedad actual. No podemos guiarnos por cuestiones tan mundanas como tener más. Tocqueville fue el primero que planteó la necesidad de grandes clases medias. Hay que intentar que todo el mundo tenga acceso a la educación, a la sanidad y a cubrir sus necesidades; que nadie esté por debajo del umbral de la indignidad. Si nos fijamos solo en cuánto ganamos, el camino tiene un mal final.

Menciona mucho la palabra ‘libertad’ que tanto se ha oído en las últimas semanas. También habla de las libertades individuales. ¿Qué se puede aprender a este respecto leyendo a los padres del liberalismo?

El Estado tiene una labor de control. En una pandemia, es importante regular la movilidad si esta causa daños. Lo que está mal es que el Estado le coja mucho cariño a esas continuas limitaciones de libertad cuando ya no son tan necesarias. Hay que estar permanentemente alerta en la defensa de los derechos civiles. Hay mucha gente que utiliza la palabra libertad pero no sabe qué significa. Creen que se reduce a libertad de mercado o les preguntas sobre la gestación subrogada y se asustan o, hasta hace unos años, veían muy mal los matrimonios que no eran los tradicionales. Hay partidos conservadores que tienen un pequeño complejo, o grande, y ni siquiera se atreven a llamarse así y acuden al concepto de liberal-conservador.

Dice también que el liberalismo se debe adaptar sin demora a los tiempos actuales y que ha perdido fuerza como alternativa al no haber sabido reaccionar...

La culpa de que se vea al liberalismo solo como economicista es, por una parte, de los propios liberales. Eso ha facilitado la labor de divulgación de la izquierda de que el liberalismo es egoísmo e individualismo, lo que ha generado un desprestigio inadecuado y erróneo. Hay que adaptarse a los tiempos. Si el liberalismo no tiene sensibilidad social no tiene futuro.

¿Y será fácil?

Sí, lo que pasa es que hay que trabajar. El liberalismo siempre ha estado a la vanguardia de las propuestas que después, a regañadientes, han adaptado los conservadores o los socialdemócratas. Si nos quedamos quietos y no tenemos vitalidad para defender nuestras propias ideas se desarrollarán los populismos. No hay que dejar espacio a aquellos que quieren acabar con la democracia liberal o no creen en las personas.

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