50 aniversario

Los doctores Lanzón, Cimorra, Casamayor y Ros celebran con sus recuerdos los 50 años de 'Trauma' y del Infantil del Servet

En 1971 abrían sus puertas en Zaragoza dos centros hospitalarios, ‘Trauma’ y el Materno Infantil, que, además de formar parte de la vida de los aragoneses, fueron pioneros y crearon escuela.

El hospital Materno Infantil de Zaragoza fue inaugurado en el año 1971
El hospital Materno Infantil de Zaragoza fue inaugurado en el año 1971
Heraldo

Nos hubiera gustado reunirlos a todos. Pero la vida misma y las medidas sanitarias contra la covid-19 lo han impedido. Cuatro zaragozanos, miembros de aquel equipo médico pionero, que en 1971 –hace ya 50 años– asistieron al nacimiento y puesta en marcha de los hospitales de Rehabilitación, Traumatología y Grandes Quemados –que así se llamaba entonces– y del Materno Infantil, del Miguel Servet de Zaragoza –en aquella época, Ciudad Sanitaria José Antonio–, se han dado cita en la Redacción de HERALDO DE ARAGÓN para recordar, debatir y compartir aquella experiencia. 

El doctor Gustavo Cimorra puso en marcha el servicio de Cirugía Plástica y la Unidad de Quemados; desde 1967 hasta 2001, Fernando Casamayor, discípulo del célebre neurocirujano Santiago Ucar, director del nuevo hospital de Traumatología, fue jefe de sección de Neurocirugía; Ramón Lanzón, presente desde el primer día, dirigió durante 25 años el servicio de Ginecología del Hospital Materno Infantil; y el pediatra Luis Ros, que realizó la especialidad en el Hospital La Paz de Madrid, y llegó como adjunto, fue jefe de sección del Infantil hasta 2014.

Abre el fuego el ginecólogo Ramón Lanzón con la certeza de que "en estos últimos 50 años, desde que se inauguró la Maternidad, hemos avanzado más que en los últimos dos siglos". 

Ramón Lanzón: “La nueva maternidad era el paraíso terrenal, con dos magníficos quirófanos, cuatro paritorios... Me tocó asistir el primer parto, una niña que pesó tres kilos"

Recuerda que, hasta entonces, los partos se asistían en la planta quinta de la residencia general, en unas condiciones, "no vamos a llamar precarias, pero..., ya que contábamos con dos matronas, dos salas de partos, un quirófano para cesáreas y otro más pequeño por si era necesario realizar la extracción de algún bebé". "Si surgía alguna complicación –continúa– había que llamar al tocólogo a su casa, lo tenían que localizar, venir al hospital..., con todo lo que eso conllevaba". Pero todo cambió aquel año de 1971. "Yo tuve la suerte de ser de los primeros en llegar a la nueva Maternidad, al departamento de Obstetricia y Ginecología que dirigía el prestigioso tocólogo Luis Sangüesa, y aquello era el paraíso terrenal, con dos magníficos quirófanos, unos vestuarios llenos de ‘pijamas’ verdes, sin estrenar, cuatro paritorios... Y me tocó asistir el primer parto, el 15 de diciembre, una niña que pesó tres kilos, que fue recogido por HERALDO. De aquella fotografía, soy el único sanitario que sigue vivo". 

De izquierda a derecha, los doctores Ramón Lanzón, Luis Ros, Gustavo Cimorra y Fernando Casamayor, en HERALDO.
De izquierda a derecha, los doctores Ramón Lanzón, Luis Ros, Gustavo Cimorra y Fernando Casamayor, en HERALDO.
Oliver Duch

"A partir de entonces –destaca Lanzón–, empezamos a crecer y a crear unidades muy demandadas por la mujer en aquel momento: prevención y diagnóstico precoz de cáncer de útero, haciendo miles y miles de citologías; creamos una consulta de anticoncepción, algo que entonces todavía era tabú; vimos que la mujer menopáusica necesitaba una atención especial; participamos en el protocolo de la prevención del cáncer de mama; a base de hacer mamografías, creamos la unidad de patología mamaria, en la que se han operado cientos y cientos de cánceres de mama con técnicas modernas...". Y en el campo de la obstetricia –que ni siquiera existía, se llamaba tocología–, se produjo un "importantísimo" avance, explica el ginecólogo, ya que "comenzamos a hacer el seguimiento ecográfico del embarazo. Antes, no había ecografías, las mujeres no acudían al tocólogo hasta que no estaban embarazadas de seis meses, ni se hacían análisis...", por lo que algunos partos gemelares podían ser inesperados o un niño con un peso de cinco kilos al nacer, fruto de una "madre diabética que había pasado desapercibida". Los partos en la nueva maternidad zaragozana de la Seguridad Social se incrementaban día a día, "porque se hacía una asistencia más humanizada, había buenos profesionales, se pasó de las guardias localizadas a las presenciales, anestesistas fijos... y eso, lógicamente, ofrecía garantías". "En un solo día, con dos médicos en plantilla, dos residentes, dos matronas y un anestesista, ¡realizamos 42 partos!", presume Lanzón. Claro, que el fenómeno ‘baby boom’, la explosión de la natalidad, estaba en pleno auge.

Luis Ros: "Zaragoza fue la quinta ciudad española en tener un hospital pediátrico, para niños hasta los 14 años que, hasta entonces, ingresaban en clínicas para adultos"

Un hospital infantil

El embrión del Hospital Infantil también surgió de la residencia general. Desde 1967, trabajaba un equipo de seis pediatras, dirigidos por el doctor Luis Boné, con hospitalización en la planta sexta y un esbozo de una unidad de neonatología, en la quinta, que se trasladó en 1971 al nuevo Hospital Infantil. "Hay que tener en cuenta que, en aquellos años, la medicina en España era completamente distinta –interviene el pediatra Luis Ros– y lo más frecuente era que los niños, cuando caían enfermos, se trataran en sus casas; el practicante acudía a las casas...". E incide en que, en la década de los 70, con los hospitales de La Paz en Madrid y el Vall d’Hebron de Barcelona como referentes, el concepto hospitalario dio un vuelco y empezaron a surgir los hospitales pediátricos en las ciudades (Sevilla, Valencia, Zaragoza fue la quinta). Y fue en estos hospitales especializados donde se amplió la edad pediátrica hasta los 14 años, mientras en los ambulatorios estaba establecida hasta los 7. 

"Este fue un cambio importantísimo –afirma Ros–, ya que, hasta entonces, los niños ingresaban en clínicas para adultos". Un cambio de mentalidad, fruto de su tiempo, que, en pediatría, se tradujo en la formación en especialidades –cardiología, nefrología, gastroenterología, oftalmología...– "y no solo eso –continúa–, sino que en el Hospital Infantil de Zaragoza se montó la primera unidad de cirugía pediátrica, con sus propias divisiones y especialidades, que transformaron el hospital por completo. Sin olvidar que la plantilla pasó de seis a más de 20 pediatras –yo entre ellos–". 

Pero el mayor logro, insiste Ros, fue el drástico descenso que se empezó a registrar en la mortalidad infantil, que en 1967 alcanzaba el 27,6%. "En los años 60-70, entre 50 y 60 niños fallecían al año en Aragón por diarreas. Hoy, la mayor causa de mortalidad son los accidentes", puntualiza.

Ángel Marco: "Sacar adelante a los bebés prematuros que nacían allí y en otros hospitales era en aquellos años una lucha constante, pero se logró que descendiera la mortalidad"

Factor clave en ese descenso de la mortalidad infantil fue el "‘boom’ en la neonatología", con el gran reto de sacar adelante a los bebés prematuros. Lo sabe muy bien el doctor Ángel Marco Tello, que llegó a ser jefe de la uci de neonatos del Infantil. "En aquellos años, era una lucha constante, afirma. Formábamos un grupo, dentro de pediatría, con equipos propios, una enfermería muy especializada y un servicio de urgencias de neonatal para atender a los niños prematuros que nacían allí y en otros hospitales". 

Pero el mayor avance, asegura, se presentó en 1980, con el descubrimiento de "una sustancia llamada surfactante, que mejoraba la función pulmonar del niño y que, unida al tratamiento con corticoides que se administraba a las madres con riesgo de parto prematuro, hizo que descendiera la mortalidad neonatal –los primeros 28 días de vida del bebé–". También fue vital el papel de neonatólogos, matronas y obstetras en la asistencia al recién nacido en la sala de parto. Ahora se lucha por niños con signos de vida a partir de las 24 semanas de gestación (400-500 gramos de peso), entonces la vida dependía de un kilo.

Juan Elías: "Se produjo un hecho trascendental: el entendimiento fisiológico del niño, de que el niño no era un adulto en pequeño y que su fisiología responde de forma distinta"

"Precisamente, fue en el campo de la cirugía neonatal, que ofrecía serias dificultades a los cirujanos generales –no era lo mismo operar a un señor de 80 kilos que a un bebé de uno–, y del lactante donde se registró el mayor avance", añade Juan Elías Pollina, cirujano pediátrico que, formado en el Vall d’Hebron de Barcelona, llegó al Infantil en 1979. "Y se produjo un hecho trascendental –añade–: el entendimiento fisiológico del niño, de que el niño no era un adulto en pequeño y que su fisiología responde de forma distinta. En aquel hospital de Zaragoza, empezaron a formarse en cirugía pediátrica especialistas llegados de toda España, se creó toda una escuela de cirujanos infantiles".

Fernando Casamayor: "En el nuevo hospital, dirigido por Santiago Ucar, no solamente mejoraron los quirófanos, también evolucionó la radiología. Llegábamos a realizar 300 operaciones al año"

El nuevo hospital de ‘Trauma’

Aquella tarde nevaba en Zaragoza. El 4 de enero de 1971 pasaron, procedentes de la planta cuarta de la residencia general, los primeros pacientes de neurocirugía al nuevo hospital de ‘Trauma’. "Pasaron los que se encontraban un poco mejor, ya que, entonces, no había pasos interiores y pasamos por la misma calle", recuerda el neurocirujano Fernando Casamayor, jefe de sección de Neurocirugía desde 1967 hasta su jubilación en 2001, que, a modo de anécdota, comenta que los celadores llegaron de la Línea de La Concepción (Cádiz), "porque, aquel año, los ingleses habían cerrado la frontera con Gibraltar y se quedó mucha gente en paro, y como los hospitales dependían del Ministerio de Trabajo –el de Sanidad no existía–, los trajeron a trabajar a Zaragoza". 

"En aquella planta cuarta de la General –continúa el neurocirujano–, teníamos el quirófano y, al lado, se gestó el primer embrión de cuidados intensivos, que, como entonces no había intensivistas, lo llevaban los anestesistas; también contábamos con cuatro enfermeras. Con aquel equipo, los enfermos más graves recibían una atención adecuada". "Pero en el nuevo hospital –continúa el neurocirujano–, dirigido por Santiago Ucar, no solamente mejoraron los quirófanos, con aparataje nuevo, también evolucionó la radiología, lo que se hacía entonces, claro, –arteriografía, neumoencefalografía...–, ya que no existían ni el escáner ni las resonancias ni tantas otras cosas... Pero, con aquello, llegábamos a realizar 300 operaciones al año, casi una diaria, teniendo en cuenta que las operaciones nuestras eran de cierta envergadura –tumores cerebrales, malformaciones, muchos niños con hidrocefalias...–".

José Eiras: "En aquellos quirófanos nuevos, desarrollamos las primeras operaciones de microcirugía, aprendida en Suiza. Eran técnicas pioneras y recibíamos enfermos de fuera"

En aquellos quirófanos nuevos, "desarrollamos las primeras operaciones de microcirugía", recuerda José Eiras, jefe de servicio de Neurocirugía desde que ganó la oposición el año 85 y estuvo hasta 2012. "Habíamos aprendido en Suiza, con el profesor Díaz San Gil; el doctor Casamayor y yo fuimos los primeros españoles que estuvieron en un curso en Zúrich". En Nueva York se formó en técnicas de navegación que trajo al hospital, "en eso éramos de los primeros centros de España". Los avances técnicos dieron a la neurocirugía zaragozana una repercusión nacional "que hizo que recibiéramos enfermos de fuera para hacer técnicas que en otras capitales importantes no estaban implantadas". Eiras cita como ejemplo que "la primera prótesis intracervical moderna no se puso ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Zaragoza". Igualmente, la primera Unidad de Vigilancia Intensiva (uci) de Traumatología y Neurocirugía fue creada por el doctor Alfonso Pardo Zubiri.

Antonio Herrera: "Creamos una escuela de cirugía ortopédica y traumatología de donde han salido cantidad de especialistas que ocupan puestos importantes por toda España y en Aragón"

De Madrid vino nombrado jefe de servicio de Cirugía Ortopédica Antonio Herrera, especialidad que compartía con el servicio de Traumatología, dirigido por Enrique Pelegrín, quien sería durante muchos años médico del Real Zaragoza. "Trabajaba en La Paz y vine en el 71, a poner en marcha el nuevo hospital, pensando que sería una situación pasajera, y ya me quedé en Zaragoza", señala Herrera. Al principio, "con muchas dificultades, porque teníamos poco instrumental, poca dotación y poco a poco se fue haciendo el hospital". Después de haber trabajado allí durante 42 años, se jubiló en 2013, "la mayor satisfacción que puedo acumular es que creamos una escuela de cirugía ortopédica y traumatología de donde han salido cantidad de especialistas que ocupan puestos importantes de la especialidad por toda España y en Aragón; y otra cosa muy importante es haber hecho la especialización de la propia especialización, porque ha habido gente dedicada a hombro, mano, pie, cadera, rodilla...". Algo que dio al hospital un gran prestigio a nivel nacional e internacional.

Gustavo Cimorra: "En Grandes Quemados, asistimos a decenas de catástrofes: el incendio de Tapicerías Bonafonte, del Hotel Corona, el atentado de San Juan de los Panetes, la Flying..."

Tras formarse en Inglaterra, el doctor Gustavo Cimorra ganó por oposición la nueva plaza de jefe de servicio de Cirugía Plástica y Grandes Quemados de la popularmente conocida como la Casa Grande de Zaragoza. "Allí, asistimos a decenas de catástrofes, tengo la lista, unas 18 –precisa–: el incendio de Tapicerías Bonafonte (1973), del Hotel Corona de Aragón (1979),el atentado de ETA en San Juan de los Panetes (1987), el incendio de la discoteca Flying (1990), la Pirotecnia Zaragozana, que era un ‘cliente’ fijo...". Y recuerda, con especial emoción, cómo cada vez que se producían, acudían los compañeros de todas las especialidades y resto de edificios del Servet a brindar su ayuda –"¡casi había que echarlos!"–, bromea, y lo "duro que era el triaje: ‘negro’, no se puede hacer nada; ‘rojo’, puede sobrevivir, hay que atenderlo, ya; ‘amarillo’, urgente...". "La cirugía plástica nació con aquel hospital –asegura– y allí formamos a cerca de 40 especialistas, que luego fueron jefes de otras unidades, repartidas por todo el país, y se empezó a hacer cirugía microscópica, anastomosis entre nervios para parálisis faciales... y cirugía de cortes, en la que progresamos muchísimo, igual que en los injertos, que empezamos a hacer con piel de cerdo, la más parecida a la del hombre; hoy se hacen a partir de la piel del propio paciente e incluso con impresoras 3D".

Cincuenta años después de aquellos comienzos, ya nadie da a luz en casa y todo el mundo entiende que si tiene una cosa seria o su hijo se pone enfermo, hay que ir al hospital. Antes no estaban tan claros esos conceptos, la gente no quería morirse en los hospitales, "era como una lacra para la familia", señala Casamayor, mientras Ros apunta que "se pensaba que los ambulatorios eran para gente pobre". Con la creación de nuevos hospitales como el de Rehabilitación, Traumatología y Grandes Quemados y el Materno Infantil, del Miguel Servet de Zaragoza, se empezaba también a construir algo muy importante en la sociedad española: la confianza en el hospital, donde te atienden a todas horas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión