entrevista

Rafael Marco, misionero aragonés: "Las oenegés nunca reemplazarán las misiones"

Nació en Sádaba (1944) y lleva 51 años en África como misionero. Le gusta recopilar historias, costumbres y leyendas de las tierras que descubre.

El misionero Rafael Marco.
El misionero Rafael Marco.
Bartolomé García

De Zaragoza a Níger hay un largo trecho, ¿cómo recaló allí?

Del pueblo me fui al Seminario de Zaragoza. Desde el principio sentí la vocación misionera. Entonces se promocionaban en los seminarios las misiones en América Latina pero yo quería ir a África.

¿Y a qué se ha dedicado?

Llegué a África en los 70 y casi todo el tiempo he estado en Benin. En 2010, un equipo nos vinimos a Níger. La principal particularidad de Níger es la pobreza. Es un país de mayoría musulmana. Aquí recibo a algunas comunidades de base y prestamos ayuda y colaboramos en distintas situaciones. Hemos creado un centro para acogida de invidentes. A lo largo del río se da la oncocercosis, es una enfermedad que se produce por la picadura de un insecto y degenera en ceguera. Hay muchos casos.

¿Echa de menos España?

Sí, pero también uno se va haciendo a la gente y al lugar. Mucha prisa no tengo, y jubilarme... tampoco me apetece mucho. Lo retrasaré todo lo que pueda. Pero de vacaciones suelo ir todos los años.

El mundo vive volcado en la pandemia, ¿también en Níger?

De la pandemia aquí apenas se habla si no es ocasionalmente. En este país no ha azotado con fuerza. Aquí el problema es la inseguridad y la incertidumbre política.

La pandemia ha exacerbado los nacionalismos. Si antes se miraba poco al Tercer Mundo, ahora ni nos acordamos. ¿Cómo se nota eso?

Aquí un joven hoy no tiene proyecto de futuro. El otro día en la cárcel de Niamey, hablaba con un chico de Boko Haram, y le preguntaba cómo había llegado a esa situación. Me dijo que no tenía futuro, ni trabajo, ni una vida. Los de Boko Haram le ofrecieron 500 euros y con eso sus padres podían tener una vejez digna: «Yo no tengo futuro pero con eso mis padres pueden vivir», me dijo. Representa lo que vive la juventud en Níger. Sin embargo, se están construyendo palacios y hoteles de muchas plantas. Porque aquí están las principales minas de uranio del mundo. Y han encontrado petróleo. Así crece la impresión de que todas estas riquezas van a parar a una elite apoyada por la antigua colonia, que es Francia, pero no llegan a la gente sencilla y pobre. En 1982 hice un viaje atravesando el desierto y llegué a Arlit, donde están esas minas. Allí había unos impresionantes complejos residenciales, donde vivían los ingenieros, que tenían hasta piscina y por supuesto, todo iluminado. A dos kilómetros los trabajadores vivían en chozas y no había ni una bombilla para alumbrar aquello. La situación no ha cambiado mucho.

Rafael Marco, con los maestros de una escuela en Gaya.
Rafael Marco, con los maestros de una escuela en Gaya.
Heraldo

La inmigración es un problema para Occidente. ¿Cómo valora esta actitud?

A mí me tocó vivir la inmigración de los españoles a Francia en los 60. El inmigrante que sale y corta con sus raíces está dispuesto a todo. El problema de la inmigración es tan grave, tan extenso... Mientras Occidente no se ponga de acuerdo para organizar un sistema de desarrollo auténtico, no de negocio, la inmigración seguirá.

La Iglesia tiene una carencia de vocaciones, ¿cómo afecta eso a las misiones?

Los primeros que sentimos la crisis vocacional fuimos los misioneros. Cuando yo estaba en el seminario, si venía un misionero era una fiesta. Ahora no es así. La misión ha cambiado, como la sociedad y la Iglesia. Todo el imaginario de salir e ir a la aventura se ha traducido a riesgo y peligro. Y lo curioso es que habiendo más tecnología que nunca vivimos en un mundo cada vez más cerrado. El sueño de aventuras, de salir y encontrarse con otras realidades ya no se da.

¿El reemplazo de los misioneros son las oenegés?

Las oenegés nunca reemplazarán las misiones. Los objetivos son distintos. Un misionero se involucra, aprende la lengua, conecta con la gente y consagra su vida a eso. No es una experiencia por dos años. Es un compromiso con la comunidad. Una oenegé difícilmente puede proyectar cosas así.

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