Irene Vallejo reivindica la cultura aragonesa y pide aprender de «estos tiempos ásperos»

La ganadora del Premio Aragón 2021 emocionó con un aplaudido discurso con referencias a Goya y Buñuel. Aseguró que la distinción será «un impulso cuando tiemble el pulso sobre el papel» 

ACTO INSTITUCIONAL DEL DIA DE ARAGON / LAS CORTES DE ARAGON ( ZARAGOZA )
ACTO INSTITUCIONAL DEL DIA DE ARAGON / LAS CORTES DE ARAGON ( ZARAGOZA )
Oliver Duch

La ganadora del Premio Aragón 2021, la escritora Irene Vallejo, reivindicó ayer la cultura aragonesa en un aplaudido discurso con referencias a Goya, Buñuel, María Moliner, Ramón J. Sender o Ildefonso Manuel Gil. Este reconocimiento –la máxima distinción ordinaria de la Comunidad–, «será siempre un respaldo, un impulso cuando tiemble el pulso sobre el papel». «Deseo estar a la altura de este espléndido regalo y, quizás, merecerlo en los años venideros», afirmó.

La también ganadora del Premio Nacional de Ensayo en 2020 se ha convertido, según el jurado del Premio Aragón, en «una referencia para todo tipo de públicos y una fuente de inspiración para los jóvenes a nivel nacional e internacional». También se le reconoce haber sido capaz de colocar en primera línea de la atención social «la importancia y el valor de las humanidades como constructoras de personas críticas».

Para la escritora, se han contemplado sus posibilidades más que sus realidades y se ha premiado «la esperanza más que la experiencia». «Me emociona que esta dulce exageración suceda aquí, en mi tierra», admitió. Durante su discurso también tuvo palabras de cariño para la directora de 20 Minutos, Encarna Samitier, para el exdirector de HERALDO DE ARAGÓN, Guillermo Fatás, y para el periodista y escritor Antón Castro por haberle abierto las puertas del periodismo, las artes y las letras.

Se acordó, asimismo, de los más mayores «en esta época de temibles dragones». «Los libros son cofres de palabras que salvaguardan la memoria de quienes nos preceden, invitaciones a escuchar las palabras de quienes albergáis el tesoro de la experiencia», apuntó. Y deseó poder «aprender algo» de estos tiempos «ásperos». «Cuidar a nuestros padres y abuelos significa también cuidar sus palabras y su recuerdo», dijo.

Como ejemplo puso a Pericles, que edificó sus mejores discursos ensalzando la ayuda mutua «durante la terrible peste de Atenas».

En estos años, la autora de ‘El infinito en un junco’ ha aprendido que «se hace camino al leer». El suyo le ha llevado a perderse por las «carreteras azuladas al atardecer» de la Comunidad, sentirse hechizada por las brujas de Trasmoz o conocer «a los herederos contemporáneos de los antiguos bardos» desde los Pirineos al Maestrazgo. «En nuestros pueblos y barrios he conocido la hospitalidad desbordante de quienes aman los libros: a cada empanada, mis bocados de gratitud», añadió.

También reivindicó el verbo charrar y los «irresistibles capazos» que a menudo se cogen en la calle «sin quererlo ni planearlo, de pie, estoicamente bajo un sol justiciero o los mordiscos del frío, por puro amor a la conversación».

Viento, huellas, desierto y cimas

Para Vallejo, Aragón es una tierra de viento, huellas, desierto y cimas; un lugar de paso y de pasión artística; de gente que resiste, bromea, viaja y crea. «Las palabras son aire movido por los labios, y aquí somos expertos en besar el cierzo», afirmó. Recibir este premio en la Aljafería fue especialmente simbólico, ya que fue en el palacio donde brotó la semilla inicial para escribir su último libro.

Se trata, según sus palabras, de un edificio que, tras una larga historia conflictiva, acoge ahora la esperanza de forjar acuerdos. «Hoy es el palacio de nuestras convicciones democráticas», subrayó.

Lo que está claro, aseguró, es que el futuro «está por escribir». «En los libros, donde vive y sueña nuestra familia de papel, nos aguardan las ideas y las palabras que tejerán el relato que seremos. Contra cierzo y marea, con cuidados, con consensos, con capazos y con cuentos», expuso.

«Todo gran viaje necesita una Ítaca añorada»

Vallejo se unió ayer a Javier Zaragoza, Carlos López Otín, Carlos Barrabés o Juan José Arenas, ganadores del Premio Aragón en anteriores ediciones. Su discurso, uno de los más aplaudidos del acto, estuvo marcado por las referencias a escritores, poetas, pintores y cineastas de renombre, pero también por las menciones al Instituto Goya, donde estudió, o al servicio de Neonatología del Hospital Miguel Servet y al doctor Segundo Rite, que salvaron la vida de su hijo. Vallejo aseguró que «todo gran viaje necesita una Ítaca añorada», y recordó sus viajes por una «recóndita geografía de institutos y bibliotecas rurales, allí donde los clubes de lectura desembocan en el ritual de la tortilla de patata y las croquetas compartidas». 

«La lectura puede parecer una actividad sedentaria, pero en realidad nos devuelve a la condición nómada y andariega de las buenas historias», afirmó en una fecha en la que, como destacó, confluyen el día de la Comunidad y del libro. A Aragón, agregó, nunca le han faltado librerías, escritores y tejedoras de relatos. «Crecen tenaces, como esas flores que brotan cada primavera en las grietas de los peñascos, destellos en rebelión contra la piedra y contra el invierno», manifestó.

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Oliver Duch
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