ESPECIAL MARCA ARAGÓN 23 DE ABRIL | foro cultura y ciencia

Ante el reto de generar una honda convicción de que “lo nuestro vale”

Ana Bendicho, directora del estudio de diseño Novo; David Lozano, gerente de la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural; Silvia Plaza, presidenta de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Zaragoza; y María Bellosta, gerente del Hotel Monasterio de Boltaña, dialogaron rodeados de arte contemporáneo, en la sala dedicada al Legado Goya del museo. Centraron el debate la cultura, sector especialmente afectado por la pandemia, y la ciencia, reconocido motor de la vuelta a la normalidad. Dos ‘esenciales’ con menos presencia de la debida y más apoyo que reclamar.

De izquierda a derecha, María Bellosta, Silvia Plaza, David Lozano y Ana Bendicho, en el Museo Goya
De izquierda a derecha, María Bellosta, Silvia Plaza, David Lozano y Ana Bendicho, en el Museo Goya
Oliver Duch

Con la obra de Goya como vecina en una sala próxima del museo, debaten largo y tendido sobre cultura y ciencia la diseñadora turolense Ana Bendicho, el escritor y gestor cultural David Lozano, nacido en Zaragoza como la abogada y economista Silvia Plaza, y la hostelera altoaragonesa María Bellosta. Y aunque el genial pintor es semblanza indiscutible del carácter y el talento aragonés, hoy son muchos más los elementos que van conformando una Marca Aragón dinámica y viva en lo cultural... y también por terminar de construir.

En contraste con "la poca visibilidad general de Aragón en España, culturalmente tiene un peso superior en proporción a su escaso peso político y poblacional", diagnostica David Lozano, gerente de la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural, que resalta que "en literatura es una potencia indiscutible, ahí están los éxitos del cine de los últimos años con un tejido mucho más pequeño", sin olvidar el teatro, la música..., así como sectores "con un alto grado de emprendimiento y que también generan cultura, como el gastronómico", apunta Silvia Plaza, presidenta de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Zaragoza. Consciente de que "sin el patrimonio cultural que tenemos no seríamos lo que somos", María Bellosta, gerente del Hotel Monasterio de Boltaña, añade que, desde el sector turístico, "nuestra cultura es la base de lo que queremos exportar, lo que aporta una personalidad diferencial –sólida y no inventada– a lo que ofrecemos".

Todos coinciden en que hace falta un ejercicio de puesta en valor de lo que somos, evitando la fuerte tendencia a sentir que lo de fuera es siempre mejor que lo propio, y dar visibilidad a nuestra cultura y a nuestros creadores para vender Aragón en el exterior.

La diseñadora Ana Bendicho, directiva creativa de Estudio Novo, echa en falta "una buena marca cultural que vender, que fuera la bandera de todo y con la que tal vez la gente joven podría identificarse". Esa marca "está por construir, porque no es solo un logotipo, habría que darle un contenido". Para ella, el valor de lo auténtico es el rasgo con más fuerza. "Algunos querrían que Zaragoza fuera Berlín, pero tenemos valores propios muy importantes", asegura.

María Bellosta aboga por trabajar por la unidad, por "la integración de todo lo que hay en un espacio común a todo el territorio, bajo el mismo paraguas, sin separar lo rural de lo urbano, ni Zaragoza, Huesca o Teruel, sumarlo todo de forma que todo el mundo se identifique". Porque "esa esencia aragonesa está en cada rincón de la Comunidad". Ana Bendicho anima también a mezclar, ya sean sectores o disciplinas: "Tenemos un entorno fantástico, así que no nos sintamos solos, cooperemos", dice.

Alimentar el talento

"Generar convicción de que lo nuestro vale" es, para Lozano, el primer paso hacia ese futuro con una Marca Aragón cultural fuerte. Seguido de apoyar el talento que tenemos dentro para que crezca –"esa época dorada que se está o se estaba viviendo en algunos sectores hay que alimentarla", declara–, y de dar a conocer los proyectos exitosos "para que otros vean que es posible, que son realizables aquí", señala Plaza. Y, tal vez, "si uno mismo parece que no sabe venderse bien del todo, unos aragoneses sí que podríamos vender a otros", sugiere Bendicho.

Todo el sector cultural ha sufrido especialmente con las restricciones impuestas por la crisis sanitaria, principalmente la música, pero también los rodajes cinematográficos o las ferias de artesanía y las artes escénicas, condicionadas por la limitación de aforos. Lozano recuerda que, "para atenuar el daño, se ha hecho un esfuerzo institucional programando mucho local", pero, en pandemia y sin ella, incentivar los patrocinios culturales pasa en su opinión por contar con "una legislación audaz y potente de mecenazgo cultural que falta en España".

Echan de menos mayor presencia de la cultura aragonesa en la educación –"donde a menudo los referentes son tan lejanos que se ven inalcanzables", critica Bellosta–, en los medios de comunicación, en la empresa –"que le cuesta incluir lo cultural como parte de su responsabilidad social", reconoce Plaza–. "Ni la cultura ni la ciencia son prioridades, no reciben el apoyo suficiente y hay fuga de talentos", resume Lozano. Para María Bellosta, "deberíamos saber transmitir que la ciencia es motor de futuro", lo estamos viendo aún con mayor claridad ahora con las vacunas. Aunque la pandemia también ha mostrado "lo mucho que dependemos del exterior, pues en nuestro país no hemos sido capaces de generar una vacuna con la que inmunizar a la población", señala Lozano. Remediarlo precisa de "una inversión continuada, pero eso ya es una cuestión estructural, como nación: en educación, cultura y ciencia, el largo plazo es imprescindible".

No debiera ser tan imposible fijar esas metas y remar todos en la misma dirección, siendo que nadie duda de que "en Aragón hay talento, hay formación y hay cierta paz social, un clima de estabilidad y sosiego, que hace que nuestra tierra –analiza Silvia Plaza– sea una buen ejemplo de conciliación y demuestra capacidad de trabajar juntos por objetivos comunes, aunque sea desde distintos partidos políticos y distintas esferas".

Lamentan que buenos artistas, científicos y educadores, una vez formados aquí, se tengan que ir fuera. Habría que apoyarles para que puedan desarrollar sus carreras en nuestro territorio y luego darles proyección nacional e internacional, coinciden todos. Pero una apuesta decidida significa recursos, dinero. "Las mentes ya las tenemos, la auténtica apuesta es el dinero, pagar bien a los científicos para que no se vayan", concreta Lozano.

Mirando al día después de la pandemia, Bellosta teme que "nos volvamos aún más cortoplacistas, porque lo único que nos interese sea volver a nuestra vida y descuidemos de nuevo el largo plazo; volvernos más resultadistas es un riesgo en este momento".

Asimismo, está por ver cómo repercutirá la pandemia en los hábitos de consumo cultural, uno de los retos ya desde antes de la crisis: además de alimentar la creación artística, despertar inquietudes en la población y conseguir que consuma cultura. Ahora las limitaciones hacen que echemos de menos disfrutar presencialmente de una cultura que se vive como esencial. Conservar esa valoración de ahora en adelante es el deseo compartido.

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