Educación: aprender y convivir en tiempos de pandemia

Superados los rigores del confinamiento y tras un año de crisis sanitaria, provocada por la covid-19, la comunidad educativa aragonesa analiza la situación en las aulas, que siguen abiertas desde septiembre

Jorge Sanz, jefe de Estudios del IES El Portillo; Saray García, maestra del CEIP Tomás Alvira; Paula Ripol, alumna de 3º de ESO; África Bautista, alumna de 6º de primaria; Mario Alins, estudiante de Magisterio; y Pepe Trivez, profesor asociado de la Universidad de Zaragoza
Jorge Sanz, jefe de Estudios del IES El Portillo; Saray García, maestra del CEIP Tomás Alvira; Paula Ripol, alumna de 3º de ESO; África Bautista, alumna de 6º de primaria; Mario Alins, estudiante de Magisterio; y Pepe Trivez, profesor asociado de la Universidad de Zaragoza
Heraldo

Quedan muchos flecos sueltos y cabos por atar para alcanzar la ansiada normalidad. Pero la comunidad educativa aragonesa –padres, docentes y alumnos– coincide en lo básico: el ámbito educativo ha superado, mucho mejor de lo esperado, este primer año de convivencia con la pandemia. Convertidos en espacios seguros, colegios, institutos y universidades continúan abiertos desde el inicio de curso el pasado mes de septiembre –no ha ocurrido así en algunos países europeos– y la incidencia de la covid-19 no ha causado los estragos en un principio esperados en las aulas, cerradas durante seis meses y abocadas al desafío de la educación ‘online’ –que ha llegado para quedarse– durante los meses de confinamiento domiciliario.

En plena quinta ola, sin duda menos virulenta por el proceso de vacunación en marcha, entre el pasado 9 y el 15 de abril, Salud Pública ha decretado el cierre de 16 aulas de un total de 15 centros públicos educativos aragoneses, lo que supone un porcentaje que no llega al 0,19% de las clases existentes en toda la Comunidad. Hasta la última fecha, el total de las clases cerradas por coronavirus desde el inicio de curso en Aragón asciende a 1.102, de las que 996 han sido reabiertas.

"En algunos casos, durante las cuarentenas, se ha perdido el contacto con los centros con los alumnos"

Poco a poco, la confianza se ha ido abriendo camino entre la incertidumbre y el curso escolar "se está desarrollado con relativa normalidad", asegura Miguel Ángel Sanz Gómez, presidente de Fapar, la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de la Escuela Pública de Aragón. "Vemos –continúa– que los planes de contingencia de los centros educativos han funcionado, demostrando así que son lugares seguros", aunque se muestran preocupados "por las posibles afecciones que tanto la semipresencialidad como los confinamientos puedan estar causando académicamente a los alumnos".

"En la mayoría de los casos, durante las cuarentenas, los profesores han seguido en contacto con los alumnos en sus casas, pero también, en otras ocasiones, ese contacto se ha perdido, y esta situación ha generado nerviosismo en las familias, ya que en los diez días de confinamiento, la pérdida académica puede ser importante". "Las familias –insiste– hubieran preferido poder continuar con la enseñanza ‘online’ durante esos periodos o que los chicos siguieran desde casa las clases en ‘streaming’. Sabemos que hay dificultades tecnológicas y esperamos que se avance en este sentido. Porque todos sabemos que el futuro de la educación pasa por el desarrollo de las nuevas tecnologías y por acabar con la brecha digital".

La pérdida de muchas actividades, que formaban parte de la educación integral del alumnado y que tanto favorecían la conciliación familiar –extraescolares, servicios de madrugadores y otras iniciativas complementarias– "es otro de los motivos de preocupación de los padres, que esperamos que, de alguna manera, se puedan recuperar, al cien por cien, el curso que viene", destaca el presidente de Fapar, que también aspira a poder recuperar, en su totalidad, las actividades que desarrollan las Ampas, las asociaciones de padres y madres, que se han visto mermadas por la imposibilidad de acceder a los centros a causa de la situación de pandemia. "Actividades muy necesarias –afirma– para mantener tanto el tejido asociativo de los barrios como la socialización de las familias y alumnado".

En cuanto al número de contagios en los centros educativos, asegura que desde Fapar "nos hemos regido por los datos que proporciona el Gobierno de Aragón. Sabemos que en, un principio, se produjo un mayor número de cierres de aulas, pero más por una cuestión de precaución, de seguridad, para comprobar que no había una transmisión comunitaria dentro de los centros", lo que se ha confirmado.

"Lo peor hubiera sido volver a cerrar los colegios, pero, afortunadamente, eso no ha pasado"

En general, concluye Sanz, durante todo este tiempo, "los padres no se han sentido especialmente preocupados por el estado psicológico de sus hijos. Volver a los centros, después del confinamiento, ha sido muy positivo para ellos; reencontrarse con sus compañeros y recuperar una cierta normalidad, aunque se hayan tenido que adaptar a las normativas sanitarias de los planes de contingencia, les ha beneficiado mucho emocionalmente".

De manera muy similar, a la hora de hacer un balance positivo de la situación, opina Concepción Ibáñez Martínez, presidenta de la Federación Cristiana de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón (Fecapa), que destaca, además, lo importante que ha sido conseguir que los alumnos de 3º y 4º de ESO y 1º de bachillerato, que estaban en situación de semipresencialidad –una semana en casa y otra en el instituto–, hayan podido regresar a las aulas de manera permanente y recuperar así la educación presencial plena en los centros. La misma valoración positiva ha tenido por parte de la familias de Fecapa la apuesta realizada por los centros en la formación del profesorado en el uso de las plataformas educativas y la competencia digital, "porque, si bien es cierto que los alumnos ya no estaban confinados –añade Ibáñez–, puntualmente, podían volver a estarlo". También han tenido muy buena acogida los planes de refuerzo pedagógico, puestos en marcha por el Departamento de Educación, que se han desarrollado durante el primer trimestre, "ya que, durante el confinamiento, hubo contenidos que no se pudieron dar. Aun que no hay que perder de vista –puntualiza– que, al haberse suprimido las salidas, excursiones, visitas... de los alumnos, el tiempo de clase se ha podido aprovechar mucho más". Tampoco se ha descuidado el aspecto emocional de los alumnos, "nos preocupaba mucho cómo iban a volver a aula, después de tanto tiempo, y desde la federación pedimos a Educación que, durante los primeros días, conforme se fueran incorporando, se abordara el tema, por ejemplo, en tutorías". Pero lo más importante, concluye Ibáñez, "es que la comunidad educativa se ha unido, ha habido una gran cooperación entre todos para poder llegar hasta aquí. Lo peor hubiera sido tener que volver a cerrar los colegios, pero, afortunadamente, eso no ha pasado".

Desde la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, Juan Antonio Planas, su presidente, no se cansa de repetir por activa y por pasiva que, después de un año de pandemia, "no estamos viendo más que la punta del iceberg de la cantidad de consultas preocupantes que están llegando a los servicios de orientación por parte de familias y docentes". "Los problemas de aprendizaje se están agradando y los emocionales se han incrementado muchísimo, ya que la personalidad se forja en la infancia y en la adolescencia. Y hablamos de fobias, tics, anorexia y bulimia, acoso escolar...". En definitiva, que todos los problemas que había "se han agravado con la pandemia y, donde no había, están apareciendo", añade Planas, que incide "en lo mal que lo están pasando muchos adolescentes, porque sus padres no se hacen cargo de ellos o están demasiado encima" y en cómo se han disparado los conflictos familiares. Incluso hay psicólogos y psiquiatras que ya se atreven a vaticinar que los trastornos de salud mental en niños y adolescentes serán la próxima pandemia.

SARAY GARCÍA JUAN |

Maestra de 6º de primaria del CEIP Tomás Alvira de Zaragoza 

Saray García Juan
Saray García Juan
Oliver Duch
"No poder abrazar a tus alumnos, te crea impotencia y tristeza"

Aunque el curso arrancó en septiembre entre la incertidumbre y el escepticismo de padres y docentes, «afortunadamente y a pesar de todo, ha habido más luces que sombras», afirma Saray García, maestra de 3º de primaria del CEIP Tomás Alvira de Zaragoza. Los protocolos de actuación frente a la pandemia y los grupos burbuja han funcionado muy bien y la incidencia ha sido baja. "Cuando se ha producido algún contagio –aclara la maestra– se ha puesto en cuarentena a los niños de alrededor, pero no hemos tenido que cerrar ningún aula". Y, en ningún momento, se ha perdido el contacto con los alumnos confinados y con sus familias. "A través de las plataformas educativas –afirma–, los niños han recibido a diario todo lo que se hacía en clase y tampoco hemos descuidado el aspecto emocional". De hecho, según la maestra, lo que más miedo les da a los pequeños, precisamente, es tener que estar en casa confinados, porque no pueden venir al colegio y estar con sus compañeros, "eso, no les gusta nada".

A nivel educativo, lo peor de todo, añade la docente, es no poder realizar determinada actividades como salidas, excursiones, convivencias..., "tan importantes para su desarrollo personal". Y que la pandemia les está "robando" la posibilidad de relacionarse más con otros niños, «no podemos realizar actividades internivelares, ni siquiera con los compañeros del mismo curso pero de diferente grupo". Las distancias, mascarillas, jabones y geles hidroalcohólicos "nos han complicado mucho la vida, pero los niños son increíbles y se adaptan muy bien", afirma. La maestra se duele de esos momentos en los que los pequeños (8-9 años) acuden a ella con los brazos abiertos, reclamando un abrazo, "y no se lo puedes dar. Eso es muy duro, te crea impotencia y tristeza", aunque, a veces, reconoce, "no se puede evitar que tres o cuatro vengan a la vez a tu mesa". Yen los recreos, aunque cada grupo tiene su espacio, juegan y lo pasan bien.

En cuanto a materias y conocimientos, los niños, en su opinión, no han perdido nada, si es caso, "el hábito de ponerse a trabajar a unas horas determinadas, pero ya lo estamos recuperando y se están poniendo al día en todo", señala. También se han tenido que adaptar al horario de la jornada continúa –antes de la pandemia en el centro era partida– y, ahora, las tutorías con los padres ya no son cara a cara –no pueden entrar al centro–, sino a través de videoconferencia.

ÁFRICA BAUTISTA BLASCO |

Alumna de 6º de primaria del CEIP Tomás Alvira de Zaragoza 

África Bautista
África Bautista
Oliver Duch
"Lo peor seria volver a vivir un nuevo confinamiento como el del año pasado"

Estudia 6º de educación primaria en el CEIP Tomás Alvira de Zaragoza, tiene 11 años –no cumple los 12 hasta noviembre–, su asignatura preferida es Ciencias Naturales y se llama África. Su maestra dice de ella que va muy bien en clase porque «es una hormiguita muy trabajadora». Con desparpajo, la pequeña, que de mayor aspira a ser "profe o actriz", recuerda cómo pasó aquellos duros meses del confinamiento "en casa, haciendo los deberes y jugando con mi hermano". Y se le ha quedado grabado que "hubo un día, que me agobié muchísimo, porque quería salir, pero fue solo un día", puntualiza.

Como para todos los preadolescentes de su edad, poder volver al colegio, el pasado mes septiembre, fue un verdadero alivio, porque, por fin, "puedo estar con mis amigas, divertirme y ver un poco también a mis primos", explica esta pequeña gran lectora, devoradora de la saga de Harry Potter. Sorprende comprobar la entereza con la que ha interiorizado y asumido esta ‘nueva normalidad’, cuando a la pregunta: ¿cómo estás viviendo, ahora, esta situación de pandemia en el colegio?, responde con un sencillo pero contundente, "muy bien", para añadir, a renglón seguido: "No nos hemos tenido que quedar en casa, ya que no ha habido ningún caso de coronavirus en mi clase", lo que, sin duda, refrenda el grado de inflexión que los tres meses de dura cuarentena marcaron en los pequeños, porque, como ella muy bien explica, lo peor que le podría pasar sería "tener que volver a vivir un nuevo confinamiento, como el del año pasado".

Sin embargo, los protocolos sanitarios –aunque asumidos– también dejan su peculiar huella; la mascarilla, explica África, "agobia un poco, sobre todo cuando corremos" y hace que cueste más "relacionarse con otros niños"; y mantener las distancias de seguridad en el colegio y «jugando en el recreo» tampoco resulta fácil.

La relación con sus amigos y compañeros va viento en popa, "me junto con los de mi clase", puntualiza, aunque, "fuera del colegio, no me relaciono con nadie, excepto con mi familia y siempre con mascarillas". Impaciente, insiste en que le gustaría mucho que "todo el mundo respetara las normas de seguridad, para poder salir más". Y para "poder celebrar una fiesta de fin de curso, porque, en 6º de primaria, siempre se hace".

JORGE SANZ BARAJAS |

Jefe de Estudios del IES El Portillo de Zaragoza

Jorge San
Jorge Sanz
Francisco Jiménez
"Hay chavales que vienen sin desayunar y a media mañana se desmayan"

La pandemia va mostrando el lamentable rastro de secuelas que deja a su paso y a las que hay que hacer frente desde el día a día. "La situación socioeconómica de los alumnos ha empeorado mucho. Nos hemos dado cuenta de que si antes teníamos un 15% de familias por debajo del umbral de la pobreza, ahora tenemos un 30%", reconoce abiertamente Jorge Sanz, jefe de Estudios del IES El Portillo, ubicado en el zaragozano barrio de las Delicias. "De repente –continúa– te enteras de que a una familia le han cortado la luz, de que un alumno no puede traer los deberes porque en su casa están sin internet desde hace meses, y no te han dicho nada...". La situación es complicada, hasta el punto de que el centro está poniendo en marcha un programa para poder dar de desayunar, a las ocho de la mañana, a los más vulnerables: "Hay chavales que vienen de sus casas sin desayunar y se nos desmayan a media mañana", se lamenta el profesor, que incide en que, ahora, estamos viviendo las secuelas de haber pasado "tanto tiempo en soledad" y en que las familias se han encontrado con una situación "tremenda sobrevenida", que está generando casos de depresión, tristeza y vulnerabilidad. "Lo que nos lleva a trabajar, sobre todo, el aspecto emocional para cuidar de nuestros chicos y chicas", añade.

Está claro que la calidad de la educación se ha resentido en este tiempo. Al recuperar la presencialidad total, explica Sanz, "se nos ha olvidado que los chavales arrastran un déficit del año pasado, curricular y emocional, y que han perdido muchos hábitos; y, sin embargo, en los claustros pensamos que nos encontramos en una situación normal y estamos evaluando como si fuera un curso normal. Y no lo es. Y nos estamos encontrando con volúmenes de suspensos demasiado altos". En su opinión, esto va a ser un serio problema, ya que el curso pasado apenas hubo repeticiones y este las va a haber "en masa". Por desgracia, reflexiona, el nivel de exigencia es el mismo, "y deberíamos haber ajustado esta transición, ya que empezábamos desde una situación de dificultad y no de normalidad". Pero la pandemia también les deja el aprendizaje "de la inmensa fuerza que tiene la comunidad educativa" ante la adversidad y del inmenso apoyo que están recibiendo de la red vecinal del barrio, asociaciones, oenegés y de la propia Administración educativa. En cuanto a los contagios, no han tenido que cerrar ningún aula, "aunque, claro, si cierras, igual no los mandas a sus casas, los mandas a la calle".

PAULA RIPOL SOLAZ |

Alumna de 3º de ESO en el IES El Portillo de Zaragoza 

Paula Ripol
Paula Ripol
Francisco Jiménez
"Estar una semana en casa y otra en clase, no nos hizo bien a nadie"

Del confinamiento recuerdo, sobre todo, estar hablando con mis amigos y con los profesores, por el correo, pero no de la tareas, sino de cómo lo estaba llevando. Y, aunque no lo pasé mal del todo, había días que necesitaba ponerme la ropa de salir a la calle", comenta Paula Ripol, una adolescente de 15 años que estudia 3º de ESO, en el IES el Portillo de Zaragoza, y que forma parte del ‘equipo covid’ del instituto, integrado por un profesor, el secretario, la conserje, el director y un alumno. "Mantenemos reuniones para ver cómo podemos mejorar y evitar que nadie se contagie –explica– y, si hay contagios, analizar en qué hemos fallado; también recordamos a los compañeros las rutinas para que cumplan las normas, porque, aunque estamos bien y estemos todos, no podemos hacer lo que queramos, seguimos en pandemia". Y, aun así, "hay alumnos que no obedecen, que se rebelan e insultan y hacen malos gestos a los profesores que les piden que se pongan bien la mascarilla". Yeso es algo que Paula no soporta.

Lo mejor de todo este tiempo ha sido, sin duda, volver a las clases presenciales; "fue una alegría, nos habían separado en dos grupos y volver a estar todos juntos, aunque no nos pudiéramos tocar, solo el vernos, hizo, incluso, que las notas mejoraran, nos entraron hasta más ganas de estudiar», porque lo peor, para Paula, fue el periodo de semipresencialidad: "Estar una semana en casa y otra en clase, no nos hizo bien a ninguno, era un lío, ni los profesores se enteraban. Dos grupos, dos ritmos, dos formas de trabajar diferentes y los exámenes tenían que ser a la vez e iguales. Se hizo muy difícil". Aunque no todos eran de la misma opinión. "Hay gente –afirma– que prefería dormir hasta las doce de la mañana; sin embargo, ahora se están haciendo las cosas bien, se estudia todos los días, haces los deberes todos los días, no te dejas las tareas de toda una semana para el último día..., ahora hay más orden". Afortunadamente, los tiempos del confinamiento pasaron y el nivel de exigencia se recupera. "Los profesores te dicen que o haces las tareas o no vas a pasar, pero es cierto que el que hayamos vivido esto tan duro, les hace tener ganas de aprobarte, se les nota. Pero haciendo algo, claro, ¡no te van a regalar el aprobado como el año pasado!", exclama la alumna, que se muestra orgullosa de su trabajo, porque, al final, lo están consiguiendo, "se están haciendo las cosas bien" y en su instituto "nadie se contagia, aunque, evidentemente, eso no quiere decir que podamos bajar la guardia".

PEPE TRIVEZ RINO |

Profesor asociado de la Universidad de Zaragoza 

Pepe Trivez
Pepe Trivez
Guillermo Mestre
"Ahora es más difícil conocer a los alumnos, acompañarles en el camino"

"Este está siendo el curso de los cambios constantes y vertiginosos. Casi cada mes, hemos tenido un protocolo diferente, intentando dar respuesta a la realidad", comenta categórico Pepe Trivez, profesor asociado de la Universidad de Zaragoza en la Facultad de Educación, para quien el actual estado de semipresencialidad en las aulas universitarias, provocado por la pandemia, ha complicado la relación humana que, en el caso del grado de Educación, "es un complemento obligatorio". Y trata de explicar cómo se las ingenia para impartir la asignatura optativa de Habilidades comunicativas para docentes –en formato ‘online’–, cuando se trata de explicar a sus alumnos el arte de comunicar, gestualidad incluida... "¡Pues lo hemos hecho!", exclama. Trivez insiste en que, en la etapa universitaria, el conocimiento de los alumnos y la profundización tienen que ser mayores y en lo importante que es el acompañamiento de los docentes; y, en este sentido, afirma que "la docencia universitaria se ha visto muy resentida".

"Es difícil conocerlos –mascarillas, distancias de seguridad...– y trabajar en grupo, acompañarles, imposibles las tutorías presenciales, todas son por videoconferencia...". El mundo educativo, reflexiona, está un poco semiconfinado todavía, porque muchas actividades de ámbito práctico siguen así, "confinadas", aunque, este año, los futuros maestros están realizando ya sus prácticas en las escuelas. Pero, al final, "la interacción en el ámbito universitario, el diálogo, el debate, la construcción de una asignatura y su contenido con los alumnos es primordial" y esa batalla, en su opinión, solo se gana con la presencialidad. Académicamente, la covid-19 ha pasado factura: "los temarios se han mantenido, al igual que el nivel de exigencia, cuando los instrumentos y herramientas para sostener esos niveles no eran los mismos que teníamos antes de la pandemia", aclara, y hace especial hincapié en el extraordinario ejercicio de flexibilidad que han realizado los alumnos, "que nos han hecho convertirnos en mejores profesores" y que, en ocasiones, también han sentido "que les estaba faltando algo de formación". Sin olvidar que el desdoblamiento de aulas y las clases ‘online’ han exigido de los docentes un esfuerzo extra, "que hemos asumido, sin más".

Las medidas de seguridad han sido y son "impecables" –los centros universitarios son espacios seguros– y, aunque en un principio parecía que no íbamos a ser capaces, la educación sigue adelante con el mayor grado de normalidad posible.

MARIO ALINS TOLÓN |

Estudiante de 2º del grado de Magisterio en la Facultad de Educación

Mario Alins
Mario Alins
Guillermo Mestre
"Hay profesores que no han dado ni una sola clase presencial"

"La pandemia ha conseguido reducir la brecha digital entre alumnos y profesores –muchos se han tenido que poner las ‘pilas’, y esto es positivo–, pero ha incrementado en gran medida el distanciamiento entre profesores y alumnos, y esto es muy negativo, porque en la etapa universitaria es cuando más importa la actitud del profesor hacia la asignatura y hacia sus alumnos, su vocación, y cómo la enfoca". Mario Alins, alumno de 2º curso del grado de Magisterio de Educación Primaria en la Facultad de Educación de Zaragoza, es tajante al afirmar que, en algunas carreras, hay profesores que ni siquiera conocen a sus alumnos, "porque no han impartido ni una sola clase presencial en el primer cuatrimestre"; y que, incluso, en las clases ‘onlie’, no encienden la cámara, solo activan el audio. Y lo mismo ocurre con muchos estudiantes, seguramente, "porque les da vergüenza o no quieren que veamos sus casas", matiza. Esta semipresencialidad es la culpable de que Mario –en octubre cumplirá 20 años– solo conozca a la mitad de sus compañeros de clase, lo que "merma las relaciones humanas, la socialización, y en Magisterio el trabajo cooperativo y de contacto es básico". "Tenemos trabajos grupales –continúa– que los hacemos cada uno en su casa a través de videollamada y compartiendo un documento; pero ya no estás, de verdad, con tus compañeros, en torno a una mesa de trabajo, y cuando terminas te vas a tomar unas jarras. Eso se ha perdido. Y eso también forma parte de la esencia de la universidad». Con la educación presencial, explica, "desarrollábamos muchas competencias que ahora se ven reducidas a las propias de cada asignatura –falta transversalidad– y a la digital. Hemos perdido calidad y hemos ganado en tecnología".

Igualmente crítico se muestra con el elevado grado de absentismo, "en mi clase –asegura– tendríamos que estar 30 y, como mucho, no llegamos a ocho", algo incomprensible para un joven, que sostiene que en "las clases presenciales todo se transmite mejor". "Pero, claro, cuando hay gente que solo va a clase a coger apuntes para aprobar, ¿para qué se van a molestar si pueden seguirlas ‘online’ desde el sofá de su casa y aprobar igual?". "Ahora, aprueba más gente, pero las medias son más bajas y eso perjudica a los que se implican y trabajan", comenta.

¿Un aspecto positivo? "Que aprendes a ser autónomo, a buscarte la vida, pero cuesta, si no tienes a ese profesor que te ayuda y te acompaña".

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