NEGOCIOS EN LA ERA COVID EN LOS BARRIOS DE ZARAGOZA 

El nuevo barrio de Miralbueno da otra oportunidad al comercio de proximidad

Tras la pandemia, muchos comerciantes que tenían sus negocios en la parte más antigua del barrio han decidido trasladarse a la zona en expansión para atraer nuevos clientes.

Comerciantes y hosteleros del barrio de Miralbueno
Comerciantes y hosteleros del barrio de Miralbueno
Guillermo Mestre

En los últimos años, el barrio de Miralbueno ha experimentado una gran expansión hacia la zona más consolidada de la capital aragonesa. Este crecimiento, además de conllevar la llegada de nuevos vecinos, ha supuesto algunos cambios para el comercio de proximidad. Si antes se concentraba en el casco antiguo, poco a poco se ha ido trasladando hasta la parte más nueva del barrio.

Tiendas de toda la vida han bajado la persiana de sus antiguos locales definitivamente y han decidido asentarse al otro lado de la ronda Ibón de Plan para tener más visibilidad y ganar espacio. Es el caso de Rafa Castán, de El Rincón de Miralbueno, una carnicería que lleva más de 30 años en el barrio y que hace nueve meses estrenó ubicación. “Antes estábamos en la parte antigua, pero viendo lo que ha crecido el barrio hemos tenido que trasladarnos. Estábamos un poco encerrados y esta zona necesitaba servicios”, cuenta.

Aunque Castán no es vecino de Miralbueno, pasa la mayor parte del día allí y reconoce que el cambio les ha venido muy bien. “Antes estábamos tres y ahora somos cinco. Hemos tenido que ampliar la plantilla por el volumen de venta que hay aquí”, señala.

Preguntado por cuál es su producto estrella, Castán no tiene dudas: “Los elaborados. Si lo hacemos nosotros, se vende. Las hamburguesas, las salchichas, las albóndigas…” El carnicero ya comenzó a notar que las ventas aumentaban durante la pandemia y lo achaca a dos factores: en esta zona no hay más carnicerías y la gente joven ha comenzado a apostar por sus productos. “Ya no es solo la gente mayor la que viene a comprar aquí. Los jóvenes también han cambiado el chip: buscan cuidarse, productos que no tengan nitratos…” cuenta.

Justo en el local de al lado, en Lagos de Coronas 14, se encuentran Sara Perchés y María Ciércoles, de la óptica SoHo. Perchés y su marido la inauguraron el pasado mes de julio y el establecimiento no ha podido tener mejor aceptación. “Estamos muy contentas. Hasta ahora, las ópticas de los vecinos estaban hacia Gómez Laguna o el centro y han agradecido mucho la cercanía. Enseguida nos han dado la oportunidad de trabajar con ellos”, comenta la optometrista.

La intención de Perchés era haber abierto las puertas de la óptica antes, pero la pandemia truncó sus planes. “Comenzamos las obras la misma semana del confinamiento y las cosas se hicieron poco a poco”, apunta.

María Ciércoles y Sara Perchés, de Óptica Soho.
María Ciércoles y Sara Perchés, de Óptica Soho.
Guillermo Mestre

Al ser un establecimiento esencial, las restricciones apenas le han afectado. “Hemos nacido con el gel, las mascarillas, las mamparas y la cita previa”, señalan. En todo caso, han tenido que expedir algún documento para justificar desplazamientos durante el cierre perimetral.

Lo que sí han notado es que la demanda de lentillas ha aumentado debido al uso de mascarillas. “La gente está harta de que se le empañen las gafas”, aseguran. En cuanto pase el verano, añadirán a su cartera de servicios la terapia visual para niños con el objetivo de mejorar su rendimiento escolar y su aprendizaje.

“Al final, con más o menos invitados, las comuniones se celebran”

Muy cerca de la óptica se encuentra Tafurines, la tienda de trajes de comunión y ceremonia que Arantxa Plou y Virginia Cabal regentan desde hace seis años. Como muchos otros, arrancaron su negocio en la parte antigua del barrio y han visto la necesidad de trasladarse. “Al ver que nos funcionaba bastante bien, comenzamos a mirar un local más grande en la zona nueva. Llevamos aquí -en Lagos de Coronas- desde noviembre”, explica Plou.

Al contrario de lo que se podría pensar, las dependientas casi no han tenido que lamentar pérdidas. “Al final, con más o menos invitados, las comuniones se celebran”, señala. Como ejemplo, del más de un centenar de comuniones previstas para el año pasado tan solo dejaron de celebrar diez, que se pospusieron para el año en curso.

Arantxa Plou y Virginia Cabal, de Tafurines, llevan desde noviembre en un nuevo local.
Arantxa Plou y Virginia Cabal, de Tafurines, llevan desde noviembre en un nuevo local.
Guillermo Mestre

No obstante, sí que han acusado un descenso en las ventas a clientes de fuera de la provincia. “El confinamiento perimetral ha influido mucho. Hacíamos muchas comuniones en Huesca, Logroño, Navarra, Teruel… De manera puntual, hemos enviado un par de vestidos a Tarifa y a Barcelona”, cuentan las socias, que dicen sentirse muy a gusto tanto con la zona como con su clientela.

“Hemos tenido gente en ERTE pero, al final, hemos podido recuperar al equipo”

Unas calles más al norte, en Ibón de Trigoniero, se encuentra el único restaurante italiano que hay en Miralbueno. Il Buco abrió sus puertas en 2015 y desde entonces no ha parado de sumar comensales. “Funcionábamos muy bien. Cada año íbamos llegando a gente nueva y aunque nunca habíamos sido de redes sociales, nos conocían por el boca a boca”, comenta Luca Sella, responsable de marketing del establecimiento e hijo de Gino Sella, el propietario.

Su familia reside en el barrio y decidió apostar por la hostelería para hacer llegar a sus convecinos la gastronomía italiana de la que siempre disfrutaban en casa. Ahora, limitados por las restricciones, salen adelante gracias a la terraza y al ‘take away’.

Gino Sella y su esposa, en el restaurante italiano Il Buco.
Gino Sella y su esposa, Marisol Orce, en el restaurante italiano Il Buco.
Guillermo Mestre

“Hay muchos cambios y tenemos que estar a la orden del día”, señala Luca. En estos momentos, cuentan con una plantilla de seis empleados -cuatro cocineros y dos camareras-, aunque alguno de ellos tuvo que acogerse al ERTE. “Al final hemos podido recuperar al equipo al completo”, añade reconociendo que ya tienen ganas de poder “trabajar a tope”.

Admite que los clientes han respondido muy bien ante la posibilidad de recoger sus pedidos en el local y espera que, poco a poco, la gente vaya perdiendo el miedo. “Al principio se señaló a la hostelería porque era lo fácil, pero ese cartel de foco de contagio se ha ido disipando”, concluye.

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