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Universo Delicias: la estación intermodal de Zaragoza, más allá de sus viajeros

El mastodóntico edificio vive la pandemia a medio gas. El ir y venir de los pasajeros es lo que se ve, pero también hay negocios que buscan subsistir y hasta andarines que lo incluyen en su ruta diaria.

La estación intermodal de Delicias encierra un universo propio dentro de sus mastodónticas proporciones. En esta época de pandemia funciona a medio a gas, ya que las restricciones a la movilidad golpean de lleno a su esencia, el transporte de pasajeros por ferrocarril y autobús. Pero más allá del ir y venir de viajeros, la intermodal es a diario centro de reunión de personas que buscan descanso, camino en la ruta matinal de decenas de zaragozanos andarines y escenario de la lucha por la supervivencia de un buen número de negocios.

La intermodal de Delicias -que, curiosamente, pertenece al distrito de La Almozara- nunca ha llegado a respirar a pleno pulmón. Casi dos décadas después de su estreno -se inauguró en 2003- este enorme contenedor de hormigón blanco propiedad del Adif sigue teniendo -como entonces- decenas de miles de metros cuadrados de espacios vacíos o, incluso, sin terminar. Para ponerlos a punto hay que hacer una millonaria inversión para la que de momento no hay fondos. Tan solo la llegada de las dependencias ferroviarias del Portillo puede ocupar en los próximos años una mínima parte del espacio libre.

Quienes sí que viven el día a día de la estación lamentan la falta de servicios y el impacto que ha supuesto la pandemia. Olesya Kachura lleva siete años trabajando en el 360, el único bar que permanece abierto en los 188.000 metros cuadrados de estación, después de que hayan cerrado tres en los últimos meses. “Ahora todo el mundo viene aquí, desde gente trabajadora que está de paso hasta hombres con corbata que suben al AVE”, cuenta. Es la hora del almuerzo, y aquí se mezclan las cuadrillas de jardineros de FCC que trabajan en la zona con los viajeros y con quien solo entra a tomar un café. “Tenemos gente que viene todos los días solo porque salen a andar y pasan por aquí”, explica esta camarera rusa, en España desde hace 18 años.

Olesya Kachura, camarera del bar 360, el único que queda abierto en la estación Delicias.
Olesya Kachura, camarera del bar 360, el único que queda abierto en la estación Delicias.
Francisco Jiménez

Los pasillos laterales que rodean desde arriba los andenes del tren conforman un perfecto ‘caminódromo’, con rectas de 400 metros donde se cruzan todos los días decenas de viandantes, sobre todo jubilados. Uno de esos andarines es Pascual Paracuellos, vecino de Zaragoza que casi siempre incluye la estación en sus ocho kilómetros de caminata. “Como no tengo otra faena, salgo a andar por el Ebro y acabo aquí. Me gusta ver llegar los trenes, aunque ahora se sube poca gente”, dice señalando al AVE de las 9.45 que sale hacia Madrid a medio llenar.

Pascual Paracuellos, de paseo por la estación.
Pascual Paracuellos, de paseo por la estación.
Francisco Jiménez

Los andenes de la estación de autobuses tampoco lucen mucho mejor. De las 40 dársenas, solo unas pocas están operativas. Si la estación central ingresó en 2019 1,2 millones de euros en cánones (lo que cobra a las empresas por autobús y viajero que entra), en 2020 apenas llegó a 500.000 euros. La terminal de autobuses también gestiona un amplio espacio de oficinas que, en este caso, sí presenta una alta ocupación. Allí se junta un heterogéneo grupo de empresas, que van desde a compañías de transporte hasta constructoras o, incluso, una compañía que desarrolla videojuegos. “Los precios son bajísimos y les damos una plaza de aparcamiento, así que a muchos le compensa venir”, dice Íñigo Laín, director general de la estación.

Fuera, en la zona de llegadas de la terminal ferroviaria, una larga fila de taxis espera clientes. Hay 20 o 30 vehículos, pero aún así son muchos menos que en los buenos tiempos. Entonces, la hilera cubría toda la fachada de llegadas, más todo el carril de entrada desde la avenida de Navarra. “Hoy he venido a las 7.00 y he cogido al primer cliente a las 9.10. Si te toca una carrera de 6 euros, te sale a 3 euros la hora”, explica Miguel Ángel Muñoz.

Este taxista cuenta que conocen perfectamente los horarios de los AVE, pero no la gente que viene en ellos. “En general se notan muchísimo más vacíos, ahora viene gente de viaje de negocios, pero ningún turista, claro...”, lamenta. Mientras esperan la llegada de los trenes, muchos compañeros salen del vehículo y hablan de cómo está el sector sector, de la actualidad, de fútbol… “Si coges un cliente cada hora, el día va bien; pero como tengas que esperar mucho, el tema no da”, apunta Muñoz.

Miguel Ángel Muñoz, taxista.
Miguel Ángel Muñoz, taxista.
Francisco Jiménez
"Todos los días hay alguien que dice que hace mucho frío y que qué grande es la estación"

En la fachada de la estación de autobuses, los locales no solo están cerrados, sino que ni siquiera llegaron a prepararse para la llegada de inquilinos. No tienen ni el suelo echado ni las instalaciones preparadas. En todo ese frente norte de la estación, la única puerta abierta -además de la estación- es la del hotel Puerta de Zaragoza, que mantiene operativa una de sus alas, que usan principalmente los conductores de Renfe y los trabajadores de las constructoras de las obras cercanas.

En la zona de salidas de la estación ferroviaria, apenas hay un par de puertas abiertas, además del carrito de la ONCE. Una de ellas es la de la tienda de chucherías Belros, donde Silvia Fuentes lleva ocho años trabajando. “Aquí cierra casi todo y no abre nada”, observa. Antes estaba rodeada de negocios como bares, librerías, empresas de alquiler de motocicletas… “Ahora hay días que parece que estamos aquí los que trabajamos en la estación y nadie más”, refleja.

Mientras tanto, los trenes y los autobuses van y vienen, aunque no sea con la intensidad de antaño. Gerardo Pascual ha ido a despedir a su hijo, que coge el AVE a Córdoba para trabajar. “Siempre me ha parecido este un edificio extraño, complicado, gigante… y frío”, dice con el cuello bien abrigado. Las bajas temperaturas son el gran clásico de la estación Delicias. No porque un humorista dijera que aquí se fabricaba el frío para toda España, sino porque es una sensación real. “Todos los días hay alguien que dice que hace mucho frío y que qué grande es la estación”, confirma Olesya en el único bar que ofrece refugio.

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