Aragón se mantiene como un remanso de tranquilidad en la convulsa política nacional

Ni la marcha del vicepresidente Iglesias ni la ruptura de PP y Cs en Madrid y Murcia alteran la estabilidad de las instituciones, que se sustentan en pactos de no agresión para ofrecer un entorno estable en tiempos de pandemia.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Carlos Riva Herrera

Aragón sigue siendo una isla; un remanso de paz y tranquilidad que defiende a capa y espada la estabilidad que impera en las instituciones frente a los sobresaltos que, cada vez con más frecuencia, revuelven la política nacional.

Mientras el cónclave de Ciudadanos centraba este lunes toda la atención, saltaba la inesperada noticia de que el vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, dejará la Moncloa para disputar desde la izquierda a Isabel Díaz Ayuso la presidencia de la Comunidad de Madrid. Un reto "valiente" para los podemitas e Izquierda Unida, y demasiado "arriesgado" para el resto, a tenor de los malos resultados que encadenan en la Asamblea de Madrid.

Desde la izquierda moderada se respira con alivio por eso de que a "enemigo que huye, puente de plata". Lo dicen en privado, con hartazgo por los últimos desencuentros que a punto estaban de colmar el vaso. Se va el miembro del Gobierno que más inestabilidad ha generado. No olvidan cómo llegó a cuestionar la "plena normalidad política y democrática en España" al referirse a los presos del ‘procés’ en la campaña electoral catalana, un error inasumible cuando se gobierna. No es compatible sentarse en el Consejo de Ministros y apoyar las algaradas callejeras.

Solo Pablo Echenique, portavoz en el Congreso y diputado por Zaragoza, resiste como histórico del núcleo duro de Podemos. Con Iglesias fuera de la escena nacional llegará el fin de los cinco de Vistalegre, grupo al que también pertenecieron Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre.

Los partidos aragoneses solo quieren estabilidad. Los del cuatripartito, porque gobiernan; PP y Cs, para conservar Zaragoza

Solo los podemitas ven la salida de Iglesias del Ejecutivo de Sánchez como un acto "patriótico" que busca "desalojar a la ultraderecha". Los demás recuerdan cómo Podemos ha ido perdiendo fuerza en la Comunidad de Madrid, hasta el punto de se deberá esforzar para hacer resurgir el partido al que Más Madrid le arrebató su espacio.

No se contempla, en ningún caso, que la salida del vicepresidente pueda derivar en una crisis de Gobierno. Se da por descontado que el presidente Pedro Sánchez asumirá de buen grado, y con infinita tranquilidad, a Yolanda Díaz, actual ministra de Trabajo, como vicepresidenta. Porque la relación entre Iglesias y Sánchez siempre ha sido turbulenta. Y de forma abrupta podría acabar tras anunciar el podemita su marcha en un mensaje por las redes sociales desde su despacho de vicepresidente.

Tampoco se contempla la posibilidad de que el líder socialista, o su asesor Iván Redondo, estimen conveniente un adelanto electoral. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2021, un proyecto excepcional en el que se da cabida a los fondos europeos, abre la puerta a que la legislatura se pueda agotar sin excesivos sobresaltos, con o sin Podemos en el Gobierno. Aunque la clase política empieza a pensar que la realidad es capaz de superar a la ficción, en un convulso y complejo escenario nacional que surgió de una moción de censura del Cs y PSOE en Murcia que dinamitó la estabilidad a nivel nacional.

En Ciudadanos respiraban este lunes al comprobar que el foco no se situaba exclusivamente en ellos. Porque la formación no vive su mejor momento. Mientras el coordinador autonómico en Aragón, Daniel Pérez Calvo, se gana un puesto relevante en la Ejecutiva nacional, van subiendo de tono voces internas en contra de su gestión. Ni les gusta la oposición complaciente, ni que cargue en exceso contra la corrupción del PP nacional por miedo a que se dinamiten puentes con la derecha regional imposibles de recuperar. Se refieren, en concreto, al tuit "Roma no paga a traidores; Génova sí", que suscita más críticas internas que en el seno de la cúpula del PP nacional.

Los partidos aragoneses solo quieren estabilidad. Los del cuatripartito (PSOE, PAR, Podemos y CHA), porque gobiernan en Aragón, y PP y Cs, porque comparten las alcaldías de Zaragoza, Teruel, Calatayud, Barbastro y Tarazona, entre algunas de las principales plazas. Todos ganan, por tanto, manteniéndose quietos en la mata.

Son los partidos aragonesistas los más críticos con un rifirrafe nacional que rechazan y piden que las decisiones se tomen aquí

Pero hay veces en las que la tozuda realidad se torna más compleja. La paz y estabilidad en el centroderecha que pactaron Daniel Pérez Calvo y Luis María Beamonte el miércoles, cuando parecían compensadas las rupturas en Murcia y Madrid, se fue difuminando a medida que se acrecentaba la crisis en Cs. Desde el último pleno no han conversado de nuevo, mal señal, y viven en una tensa calma que, si en Madrid se tuercen las cosas, podría enrevesar sus alianzas de nuevo.

Son los partidos aragonesistas los más críticos con un rifirrafe nacional que rechazan. Lo dice sin paños calientes el presidente del PAR, Arturo Aliaga, que considera "insultante hacia los votantes" los "desbarajustes políticos" a los que estamos asistiendo.

Pide Joaquín Palacín, el presidente de CHA, que las decisiones que afecten a Aragón se adopten aquí. Porque se corre el riesgo de que, desde despachos de Madrid, se tomen medidas que puedan poner y quitar gobiernos.

Y en Vox dejan que hable su líder, Santiago Abascal, que pregunta al Gobierno central si hay alguien "al timón" en el Palacio de la Moncloa. No tiene que hacer nada más. La polarización favorece a los extremos y, si beneficia a alguien la inestabilidad a nivel nacional, es probable que sea precisamente a ellos.

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