un año de covid: CAMBIOS SOCIALES

Saludar, hacer la compra o ir al teatro ya no es lo que era

Aunque las vacunas permitan retomar una vida normalizada, los meses de pandemia han obligado a interiorizar nuevas costumbres y pautas de comportamiento. En muchas rutinas ya no hay marcha atrás.

PRECIO DE LOS PRODUCTOS EN EL MERCADO CENTRAL DE ZARAGOZA / CORONAVIRUS / 30/04/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Clientes del Mercado Central, con guantes y mascarillas, que reabrió tras su reforma poco antes de desatarse la pandemia.
Oliver Duch

Antes del pasado 15 de marzo pocos habían pensado que vivirían en carne propia un confinamiento o un toque de queda como los que se ven en las películas. Se repite como un mantra que vivimos un momento excepcional y es seguro que los libros de Historia reflejarán en un futuro cómo fue la pandemia del coronavirus. Aunque con las vacunas se prevé que se pueda retomar una cierta normalidad, hay cambios que no pasarán cuando desaparezcan las mascarillas y los geles hidroalcóholicos. La huella de la covid en muchos ámbitos cotidianos es más profunda de lo que podría pensarse y nuevas costumbres se han interiorizado hasta alterar comportamientos cotidianos como saludarse, ir de compras o toser en público. No deja de ser insólito que en un país como el nuestro se limite el tiempo para tomar un café en la terraza o haya que pedir cita previa en la peluquería. Todo esto se ha dado en los últimos doce meses, en los que incluso la sagrada celebración de la Navidad –pocos actos más familiares que este– se vio limitada por las cenas de no más seis personas y por la suspensión de festivales de villancicos y cabalgatas.

El teletrabajo llegó de forma precipitada, pero ya cuenta con regulación jurídica porque son más de tres millones de personas las que en España se han visto empujadas a trabajar desde casa. Zoom, Teams y Skype forman parte de nuestras vidas. «Aunque esta digitalización estaba prevista, todo se adelantó unos cinco años en apenas tres meses», explica el sociólogo Miguel Valdés, que pone de ejemplo cómo incluso este 2021 los escolares han celebrado un Carnaval más ‘online’ que presencial.

"La pandemia ha traído de vuelta las dudas y ha destruido la ilusión de seguridad infinita con la que vivíamos en las sociedades avanzadas"

Los cambios también han sido profundos en el terreno del ocio. Algunas discotecas, con tal de sobrevivir, se han apuntado al ‘tardeo’ o, incluso, se han habilitado para servir desayunos: la croqueta le ha ganado el pulso pandémico al chupito. Quizá el cambio más paradigmático sea el de la emblemática sala Oasis, que ha optado por reinventarse como un ‘scape room’.

El toque de queda ha afectado, incluso, a nuestros horarios y muchos comercios –véase El Corte Inglés– ha adelantado sus horarios de apertura que ahora se antojan ahora más europeos. «El cerebro tiene un reloj interno, el núcleo supraquiasmático, que se enciende y se paga con luz, la oscuridad y la melatonina», explica la psicóloga sanitaria Sandra Sánchez, que asegura que los cambios horarios pueden ayudar a «adquirir hábitos más saludables biológicamente», pero también producir una sensación de «letargo emocional».

Los macroconciertos parecen aún lejanos –memorable es la protesta de los técnicos de espectáculos y su ‘alerta roja’ en el Pilar– y el único refugio musical es por el momento el Auditorio con actuaciones de menos de 200 personas. El mismo problema se da con las competiciones deportivas, con la Romareda, el Alcoraz o el pabellón de los Planos vacíos de afición (y del respaldo económico que suponía la venta de entradas).

Éxodo rural

En paralelo, y tras la mala experiencia de pasar un confinamiento en 30 metros cuadrados, se ha potenciado el éxodo rural, donde el encierro se llevó mejor gracias a «los paisajes más amables y cielos abiertos». ¿Es posible que el próximo censo refleje un incremento de empadronamientos en los pueblos españoles? Es prácticamente seguro. No obstante, pocos geógrafos se fían de esta tendencia y aseguran que «la España vacía continuará vacía» porque el interés crece únicamente por los municipios más cercanos a las ciudades.

La pandemia ha provocado una serie de síndromes que tardarán tiempo en desdibujarse. Quienes tienen temor a salir a la calle sufren el «síndrome de la cabaña» y quienes detestan las mascarillas experimentan lo que han dado en llamar el miedo a «la cara vacía». Todo es consecuencia de una crisis muy prolongada y, claro, la «fatiga pandémica» está más que presente. Hay quienes con tanto gel y guantes han desarrollado una obsesión por la limpieza (pasan horas desinfectando el móvil o los pomos de las puertas) y quienes prefieren no ser invitados a bodas ni comuniones porque el mero hecho de imaginarse una aglomeración les desconcierta.

«Lo difícil viene ahora. Hasta la fecha, hemos sido obedientes con el confinamiento, la gente ha cumplido; incluso en los países del sur de Europa, con fama de poco ordenados y formales, hemos sido disciplinados socialmente», explica el profesor de Sociología David Pac, que teme por las venideras desescaladas, si es que estas llegan a darse. El coronavirus no va a desaparecer de la noche a la mañana y los virólogos advierten de que será una enfermedad controlada, pero probablemente endémica. Cuando gracias a la vacunación la covid ya no sea una amenaza, el antígeno continuará con sus infecciones en una transmisión más lenta pero persistente. Otros males que en un momento fueron pandémicos (tuberculosis, lepra, sarampión, polio…) no se han erradicado totalmente, aunque se hayan podido domesticar.

Un año sin fiestas populares. La pandemia obligó –y lo sigue haciendo, al menos, hasta el próximo 31 de mayo– a suspender todas las celebraciones populares. En 2020 no hubo procesiones de Semana Santa, ni San Lorenzo, ni fiestas de agosto en los pueblos, ni fiestas del Pilar. El 12 de octubre, a pesar de la cancelación de la Ofrenda, algunos fieles depositaron flores en la fachada de la basílica del Pilar, junto al retablo que Pablo Serrano esculpió para la Virgen.
Un año sin fiestas populares. La pandemia obligó –y lo sigue haciendo, al menos, hasta el próximo 31 de mayo– a suspender todas las celebraciones populares. En 2020 no hubo procesiones de Semana Santa, ni San Lorenzo, ni fiestas de agosto en los pueblos, ni fiestas del Pilar. El 12 de octubre, a pesar de la cancelación de la Ofrenda, algunos fieles depositaron flores en la fachada de la basílica del Pilar, junto al retablo que Pablo Serrano esculpió para la Virgen.
José Miguel Marco
Más desconfiados, pero también más solidarios

Un grupo de sociólogos, antropólogos, politólogos y economistas de la Universidad de Zaragoza llevan tiempo estudiando el impacto que la crisis sanitaria tendrá en la población española. Según sus primeras indagaciones, los españoles serán «más temerosos y desconfiados pero más solidarios y creativos tras la pandemia». Esta es una de las conclusiones del informe sobre la ‘Percepción social de la covid-19’, que desde la pasada primavera desarrolla el grupo de investigación Sociedad, Creatividad e Incertidumbre, que dirige el catedrático de Sociología José Ángel Bergua.

Los investigadores están recogiendo información a través de encuestas en Facebook, en cada una de las oleadas de la pandemia, para conocer el grado de vulnerabilidad e incertidumbre, pero también de cooperación y solidaridad, que se va generando conforme pasan los meses. En las primeras semanas, el ‘estado de shock’ de los ciudadanos provocó que la ilusión de seguridad desapareciera de forma súbita. «La modernidad nos había vendido la idea de una sociedad donde la incertidumbre era cero. Sin embargo, esta pandemia ha destruido la ilusión de seguridad infinita con la que vivíamos en las sociedades avanzadas. Nos hemos dado cuenta de repente de nuestra vulnerabilidad y fragilidad como seres vivos», explican los investigadores, entre los que se encuentran Juan Miguel Báez, Maribel Casas-Cortés, Diego Félix Gastón, Iván López, Jaime Minguijón, Cristina Monge, Laura Moya y el sociólogo David Pac.

Las ‘fake news’

«El covid-19 es la punta de iceberg de la vulnerabilidad, existe un colapso de datos y de saturación de información, que favorece la aparición de las ‘fake news’», explican, al tiempo que critican que se transmita información 24 horas sin una interpretación ni el contexto adecuado. «Nuestro grupo de investigación habla de ‘media epidemia’: es el contexto ideal para la proliferación de las noticias falsas que se viralizan a través de Whatsapp, Facebook y Twitter», apuntan.

Por suerte, ante las graves dificultades, «también ha emergido una ola de creatividad social, cooperación, solidaridad y sentido de comunidad. Han aparecido infinidad de propuestas de colaboración con los más vulnerables, que –confiamos– continúen después de la pandemia».

HERALDO publicará el próximo día 15 un suplemento especial en el que se repasa cómo ha sido el año de pandemia en muy diferentes ámbitos. También se ofrecerá información, reportajes, testimonios y mesas redondas con personalidades aragonesas.

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