ESPECIAL 1 AÑO DE LA COVID

Medio año sin pisar el aula y adiós a muchas clases abarrotadas

El cierre de los colegios puso en evidencia la todavía reducida capacidad del sistema educativo para impartir clases de manera digital, pero ha permitido mejorar el sistema y la respuesta de familias y docentes. 

Una estudiante de Zaragoza sigue las clases 'online' desde su casa.
Una estudiante de Zaragoza sigue las clases 'online' desde su casa.
Oliver Duch

Cerrar los centros educativos fue la primera medida anunciada por el Gobierno de Aragón para luchar contra la covid-19. Lo hizo el 12 de marzo, cuando apenas hacía una semana que se había notificado el primer positivo en la Comunidad y a solo 48 horas de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretara el estado de alarma. El cierre afectaba a todas las etapas educativas y se preveía aplicarlo a partir del día 15. Pero la pandemia evolucionó a un ritmo vertiginoso y para entonces, no solo los escolares, sino todos aquellos que no eran considerados servicios esenciales ya estaban confinados en sus viviendas, donde permanecerían, al menos, durante dos meses.

El encierro se anunció como corto. 15 días aseguraban los docentes a sus alumnos, mientras se afanaban en seguir las recomendaciones del Departamento de Educación: seguir el mismo ritmo que en clase. Los correos electrónicos se llenaron de trabajos y deberes, que muchos profesores corregían durante las 24 horas de todos los días de la semana. En algunos centros se lanzaron a las clases ‘online’ con la idea de que sería algo temporal. Pero las jornadas fueron pasando y los hospitales se colapsaban. La pandemia llegaba a su punto álgido y la docencia tenía que enfrentarse a un escenario nunca visto. "El impulso obligado a la enseñanza ‘online’ dejó en evidencia las carencias que existen, tanto en formación como en recursos", recuerdan desde la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de la Escuela Pública de Aragón (Fapar).

La falta de experiencia y de recursos, tanto para profesores como alumnos, hizo que la continuidad del curso académico fuera desigual. Con este panorama "excepcional", tal y como destacó en innumerables ocasiones el consejero de Educación, Felipe Faci, durante los meses de confinamiento domiciliario, el Ministerio y las comunidades autónomas apostaron por "flexibilizar" los criterios de evaluación, lo que disparó los aprobados. Pese a las dificultades, el esfuerzo llevado a cabo por los docentes, los alumnos y las familias –que se convirtieron en improvisados profesores durante el confinamiento– permitió que se llegara al final de un curso excepcional con la mejor situación posible, aunque sin haber podido reanudar la docencia presencial, que se ha comprobado como indispensable en la formación.

El regreso

Las dudas sobre la transmisión y el miedo a aglutinar a 25 o 30 alumnos en un aula provocaron que finalmente fueran los últimos en reincorporarse a su ritmo de vida habitual. Solo los alumnos de 2º de bachillerato pudieron regresar a los centros educativos para las tutorías previas a la Evaluación de Acceso a la Universidad (Evau).

Lo hacían en un escenario totalmente diferente. Con los pasillos y las aulas vacías. Solo el interesado y el docente. Separados por más de metro y medio y con mascarillas. Todo ello para reducir al mínimo indispensable las posibilidades de contagio. El resto tardaron seis meses en poder volver a pisar un aula y cuando lo hicieron, ya en septiembre, la incertidumbre y la distancia social –que obligó a desdoblar varios grupos con el fin de evitar el mayor número de clases masificadas– fueron una constante en las primeras jornadas, a pesar del convencimiento –ahora ratificado– del consejero Felipe Faci de que los centros educativos eran espacios "seguros".

La complicada situación epidemiológica llevó al Departamento de Educación a esperar hasta el último momento para definir este regreso al aula, lo que obligó a los equipos directivos a readaptar los planes de contingencia a solo una semana de volver a clase. El regreso se produjo de forma escalonada y se prolongó durante diez días. Los primeros positivos tardaron cuatro días en producirse y provocaron el cierre de las dos primeras aulas. Aunque se llegaron a superar las 120 aulas confinadas, en ningún momento fue necesario cerrar ningún centro educativo, una de las medidas previstas por Educación. "Actualmente, los centros están funcionando bien aplicando los correspondientes protocolos sanitarios. Que el cierre de aulas nunca haya pasado del 1% está siendo un buen indicador", puntualiza Concepción Ibáñez, presidenta de la Federación Cristina de Asociaciones de Padres y Madres de Aragón (Fecaparagón)

Con la intención de limitar los movimientos dentro del centro, se implantó de forma temporal la jornada continua para los más pequeños y la enseñanza presencial desde 3º de la ESO. Cada centro podía elegir cómo organizarlo, aunque lo más común fue que la mitad de la clase acudiera al aula lunes, miércoles y viernes y la otra mitad, martes y jueves. Y así se turnaron hasta que el 8 de febrero todos (excepto la Formación Profesional) tuvieron que recuperar la presencialidad.

Los primeros en volver a la normalidad fueron los alumnos de 2º de bachillerato, que con la vista puesta en la Evau, recuperaron las clases diarias en el aulas desde octubre. El resto, a excepción de algunos centros del ámbito rural, no lo hicieron hasta 2021. Felipe Faci, tras corroborar que los centros educativos son espacios seguros donde solo un 3,4% de las pruebas covid llevadas a cabo han dado positivo, estableció un plazo (del 7 al 25 de enero) para recuperar la presencialidad en 3º y 4º de la ESO y 1º de bachillerato.

La dificultad de varios centros, principalmente de Zaragoza, obligó a retrasar este plazo al 8 de febrero. Para entonces, mantener la distancia social ya no era una prioridad y se hacía especial énfasis en la ventilación. La medida, muy cuestionada en los días más fríos del invierno, parece seguir funcionando dado que la transmisiblidad del virus no parece haber variado. No evita que continúen las críticas al Ejecutivo autonómico por no dotar de filtros HEPA o medidores de CO2 a los colegios. Las mascarillas y la limpieza de manos siguen siendo una constante, pero cada día la situación se acerca más a la normalidad, en especial, tras el inicio de la vacunación de docentes.

Docencia ‘online’ en la Universidad

Al igual que colegios e institutos, las universidades se tuvieron que embarcar en la nueva aventura que suponía la docencia ‘online’. "Cuando se planteó el cierre, valoramos la opción de que fuera muy difícil volver. Por eso hicimos una compra masiva de datos, soluciones de conectividad y medios informáticos", explica el rector de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Mayoral. Los esfuerzos docentes y de los alumnos también se multiplicaron en la Universidad San Jorge (USJ) para seguir avanzando en este nuevo escenario.

Tras las primeras semanas de confinamiento, lo primero que se recuperó fue la presencia del personal administrativo y de los investigadores, cuyos proyectos se ralentizaron por la pandemia. La evaluación tampoco fue una tarea sencilla, con la imposibilidad –excepto en casos muy concretos– de poder hacer las pruebas en el aula. La primera prueba de fuego para el campus público tuvo lugar en julio, con la Evau, que aglutinó a un 16,2% más de alumnado que el año anterior.

En este escenario, una de las principales preocupaciones para los rectores fueron las prácticas. Mayoral no dudó en priorizarlas al inicio del curso 2020-2021, incrementando la docencia ‘online’: "En este momento –apunta– se está recuperando una mayor presencialidad". Para la rectora de la USJ, Berta Sáez, también era determinante y asegura que se han podido recuperar algunas de las horas perdidas durante el estado de alarma. "Ahora, las prácticas externas se desarrollan con normalidad", puntualiza.

Para las clases ‘online’ ambas instituciones se equiparon con cámaras y equipos de sonido, con los que pusieron en práctica un modelo mixto. "Los estudiantes acuden al campus al menos dos veces por semana y las clases teóricas son de 20 alumnos, que se subdividen hasta en seis grupos para prácticas", especifica Sáez, quien explica que los descansos son escalonados y "teniendo en cuenta los grupos burbuja". "En general, la docencia virtual ha funcionado, aunque es cierto que los alumnos de primer curso de algunos centros se han quejado de que no tenían suficiente presencialidad", reconoce Mayoral.

El objetivo primordial del campus público era que "nadie quedara atrás" y que no pudieran conseguir la titulación a consecuencia de la pandemia. "Ha tenido un coste económico, pero se ha conseguido", subraya. La clave está en el hecho de que no corriera convocatoria en las asignaturas suspendidas durante el curso pasado y la puesta en marcha de becas y fondos covid.

HERALDO ofrecerá el día 14 un especial sobre el año transcurrido desde la declaración del estado de alarma.

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