ESPECIAL 1 AÑO DE LA COVID

Una crisis económica que no tiene nada que ver con cualquier otra

La limitación de actividades causada por las restricciones de movilidad dictadas para frenar la pandemia ha provocado un desplome de la economía que ha sido desigual por sectores pero generalizado en el contexto internacional.

Gente paseando en la calle.
Gente paseando en la calle.
Pixabay

La célebre disyuntiva planteada por el economista estadounidense Paul Samuelson (1915-2009) sobre la conveniencia de fabricar cañones o mantequilla en un momento de guerra -tener que decidir entre comer o defendernos del ataque del enemigo, en resumen- ha salido a la luz en más de una ocasión a lo largo de los últimos meses. Salud o economía, he ahí el dilema. Un equilibrio difícil de gestionar por los responsables políticos, que se han visto en la tesitura de hacer frente a una crisis sanitaria que ha dado lugar a otra económica de gran trascendencia, un escenario inédito por su carácter internacional -el virus ha llegado a todo el mundo- y por la afección más directa en unos sectores que en otros.

La limitación de actividades dictadas por las administraciones para combatir la expansión de la covid-19, diferente entre los países y diferente incluso entre las comunidades autónomas en el caso de España, ha dado lugar a un desplome del producto interior bruto (PIB) con graves consecuencias en el tejido empresarial y, por supuesto, en el empleo, con cifras de paro y dramas personales, más acusados en el ámbito de los servicios. La hostelería y el turismo, en concreto, han sufrido las peores consecuencias de esta crisis.

El parón casi total de la actividad económica en marzo del año pasado como consecuencia del confinamiento incluido en el estado de alarma fue el primer mazazo. La decisión del Gobierno de mandar la economía a "hibernar", anunciada por el presidente Pedro Sánchez, cayó como un jarro de agua fría a grandes compañías y pymes, donde luego se han realizado cambios muy diversos para adaptarse a las nuevas circunstancias.

En Aragón se supo desde el principio que la economía podía sufrir menos que otras regiones al ser menos dependiente del turismo. Nadie sabía, sin embargo, cuál sería el alcance de las afecciones en la industria, que primero paró en su totalidad y poco a poco retomó la actividad con nuevas medidas de seguridad en las fábricas y una mirada al mercado pendiente del comportamiento del consumo. En el ámbito de la agroalimentación, su carácter esencial le permitía sortear la crisis mejor que otros, pero las empresas del sector que trabajaran para el canal Horeca, el de los bares y restaurantes, lo pasarían peor.

La caída del PIB

El equipo de economistas reunido por el Ejecutivo aragonés para analizar la situación desde el principio, liderado por Eduardo Bandrés, catedrático de Economía Aplicada, situó en julio la caída del PIB en Aragón entre un 9,5% en un escenario de recuperación gradual y un 12,5% en uno con riesgo, dependiendo de la existencia de rebrotes. En septiembre, el propio Bandrés estimaba que la caída rondaría el 11%. Meses después, en febrero pasado, el Servicio de Estudios del BBVA calculaba que la actividad económica en Aragón habría retrocedido en un 9,7%, frente a un desplome en España del 11%.

El sector servicios ha sido sin duda el gran damnificado, con cientos de bares y restaurantes en la picota, muchos de ellos obligados a cerrar, pero el daño ha sido aún más rotundo en las actividades del ocio nocturno. El comercio se ha visto también muy sacudido, aunque las afecciones han sido ahí muy diversas. Electrodomésticos y otros productos para el hogar no han salido mal parados, no así las tiendas de ropa e incluso algunos productos de lujo. Lo que sí se ha disparado es el comercio electrónico, de modo que quienes apostaron por ese canal han sacado rentabilidad del cambio de hábitos que ha llevado a las personas a permanecer más tiempo en casa que nunca.

El PIB aragonés se ha desplomado en un 10%. Con los afectados por ERTE, más de 100.000 personas están sin trabajo en la Comunidad

Mención aparte merece el sector de la nieve, tan importante para los valles del Pirineo de Huesca, donde debido a las restricciones de movilidad entre provincias y comunidades autónomas solo una estación de esquí decidió abrir, la de Astún. Aramón, con tres estaciones en Huesca y dos en Teruel, apuró todo lo que pudo antes de dar la temporada por concluida sin actividad el pasado 16 de febrero. Esa decisión, en realidad, era ya esperada. Las cuentas no salían.

En el ámbito industrial, la evolución de la actividad ha sido finalmente mucho más positiva de lo que se pensó a finales de marzo o en abril. El primer motor de la economía aragonesa, la fábrica de automóviles de Opel España en Figueruelas, hoy de Stellantis, grupo surgido de la integración de PSA y Fiat Chrysler (FCA), retomó la producción después del parón iniciado en marzo el 11 de mayo. Ya entonces quedaba claro que no se rompería el récord productivo de la planta registrado en 2007 -la dirección de la factoría preveía superar el medio millón de vehículos ensamblados- y al final el ejercicio se cerró con un total de 390.000 unidades salidas de las cadenas de montaje. La buena receptividad en el mercado de los tres modelos que se hacen en Zaragoza ha sido la clave. El coche más emblemático de la factoría, el Corsa, fue en su segmento el más vendido en Alemania y el tercero en Europa, según destacó en la presentación de resultados de PSA y FCA el pasado 3 de marzo Carlos Tavares, consejero delegado de Stellantis.

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La situación particular de la automoción, positiva pese a sus recientes problemas por la falta de semiconductores o chips procedentes de Asia, no impide que la recuperación económica que en su momento estaba prevista para el primer semestre de este año se haya retrasado a la segunda parte del ejercicio. Un informe de CEOE Aragón de enero pasado reconocía, en plena cuarta ola de covid en la Comunidad, que crecía la incertidumbre y la evolución económica a corto plazo, pero se sigue confiando en un fin de año mejor. A él contribuirá la llegada de los fondos europeos destinados a la recuperación, un paquete al que acceden proyectos de gran interés para Aragón de todo tipo de sectores de actividad.

En materia de empleo, el tema es muy serio. Los últimos datos publicados, los del paro registrado en febrero pasado, revelan cómo el desempleo se ha incrementado en un 30% en un año, lo que ha afectado con especial dureza a los parados de larga duración, a los jóvenes y a las mujeres. Todo ello sin contar el número de personas que están afectadas por expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), muchos de los cuales pasarán a ingresar las largas listas del paro. El dato oficial de personas en desempleo en Aragón es 87.158, pero con los afectados por ERTE el número supera largamentte los 100.000.

HERALDO ofrecerá el día 14 un especial sobre el año transcurrido desde la declaración del estado de alarma.

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