día de la mujer

Cultivando reivindicaciones desde el medio rural

Queda mucho por hacer para lograr cerrar la brecha de género que sigue abierta en el sector agrario en el que la mujer, aunque ha conseguido importantes avances, aún encuentra demasiadas dificultades.

Estrella Morata, Virginia Gálvez, Paula Delmás y Esther Ciria, mujeres del medio rural.
Estrella Morata, Virginia Gálvez, Paula Delmás y Esther Ciria, mujeres del medio rural.
HA

Mañana es 8-M. Día Internacional de la Mujer. No habrá (pandemia obliga) esas grandes movilizaciones que llenen las calles con las pancartas y las consignas con las que este colectivo defiende sus reivindicaciones, tanto laborales como sociales. Pero su voz se escuchará, ya sea en jornadas virtuales -que tanto se han popularizado durante esta crisis sanitaria-, ya sea mediante exposiciones o con actos simbólicos que cumplan las medidas sanitarias impuestas para frenar la expansión de la covid.

Entre esas voces están también las de las mujeres del medio rural, que llevan años cultivando reivindicaciones. Con algunas han conseguido cosechar éxitos, en otras apenas se vislumbran brotes verdes. Y aunque ha habido avances desde esos tiempos en los que el decisivo y siempre presente trabajo de la mujer en el campo fuera considerado apenas una mera ayuda, el sector todavía está muy masculinizado, estereotipado y la tradición que arrastra todavía tiene mucho peso.

Es cierto que algo se mueve en el sector desde hace años. Algunas cifras así lo demuestran. En los últimos años se han duplicado el número de mujeres que acceden a las ayudas del Gobierno de Aragón para la incorporación de jóvenes al sector y se ha multiplicado por tres su presencia en los proyectos de modernización, pero aún así, la mujer apenas supone el 25% de los efectivos agrarios totales, lo que demuestra la gran brecha de género que existe en el mundo agrario. Y ello a pesar de que su papel ha sido esencial, desde el inicio de los tiempos, tanto para el sector como para la economía rural y, especialmente, para mantener la vida en los pueblos.

Según los datos del Gobierno de Aragón, en la Comunidad hay un total de 10.238 mujeres titulares de una explotación agraria, una cifra que supone apenas el 23% del total del sector. Si eso sucede en la actividad agraria y ganadera, esta presencia se achica, casi hasta la inexistencia, cuando lo que se analiza es el género de los responsables de los órganos de dirección de las distintas entidades que aglutinan a los efectivos agrarios o ganaderos.

En la Comunidad existen alrededor de 160 cooperativas, que suman aproximadamente a 47.000 socios, de los que 7.500 son mujeres. Dichas cooperativas están regidas por alrededor de 650 personas, las que forman los distintos consejos rectores, pero de ellas, y según los últimos datos del Ejecutivo regional, apenas unas 22 son mujeres. En cooperativas de segundo grado (aquellas en las que los socios son cooperativas) hay 50 miembros del consejo rector. Solo dos son mujeres.

Y si lo que se analiza es la PAC, tampoco salen muy bien paradas en la comparación. De los 56.707 perceptores de la ayudas en 2019, solo 11.078 eran mujeres, porque, por supuesto, son menos en el sector pero el acceso a estos apoyos les resulta también más complicado.

Son conscientes las mujeres del mundo agrario de que tienen que ser ellas las primeras que den los pasos más largos, más decididos, mas valientes. Saben que son ellas las que tienen que creer más que nadie en sus capacidades para liderar decisiones que marcarán el rumbo del sector. Y están convencidas de que tienen que ser ellas las que hagan oídos sordos a los que todavía repiten que ese no es trabajo para mujeres o los que se sorprenden de verlas subidas a lomos de un tractor.

Pero sus reivindicaciones reparten responsabilidades. Unas las dirigen a sus compañeros de oficio. Consideran que ha llegado el momento -y ya van tarde- de dar algún paso atrás y abrir camino a aquellas que están dispuestas a ocupar las más altas responsabilidades no solo en las explotaciones, sino en las comunidades de regantes, en las organizaciones agrarias o en las cooperativas. "Hace falta un cambio cultural", reconocen desde este colectivo, que reconoce, sin embargo, que las nuevas generaciones van entendiendo mejor que las tareas domésticas o el cuidado de los hijos no es tarea que haya que desarrollar únicamente en femenino.

Sus reclamaciones también viajan a los despachos de los responsables políticos, tanto en el Gobierno autonómico como en el central e incluso el europeo. Piden que giren sus miradas hacia el medio rural, para el que exigen unas infraestructuras que no dejen atrás el desarrollo profesional de las mujeres. Eso significa la puesta en marcha de servicios que les permitan conciliar la vida laboral y familiar, que mejoren el acceso a las nuevas tecnologías, que garanticen la atención sanitaria y que les permitan desarrollar su proyecto empresarial con las mismas oportunidades que si estuvieran instalados en una gran ciudad. Una reivindicación que, reconocen, no solo beneficia a las mujeres sino a todos los habitantes de los municipios, especialmente de los más pequeños, en los que, eso sí, está en manos de las mujeres evitar la indeseada despoblación.

Exigen a las administraciones medidas que impulsen la feminización del sector y que incluso su lenguaje haga visible esa presencia femenina en el campo y en granja prácticamente invisible y silenciada.

Las mujeres del sector agrario también miran hacia Europa. Y más concretamente hacia los responsable de la política agraria común (PAC), una palabra en femenino en la que no parecen jugar un papel destacado las féminas. "Tanto la PAC como las de Desarrollo Rural se han diseñado desde un punto de vista masculino, que establece como explotación ‘tipo’ perceptora de ayudas un modelo que se adapta a la mayoría de las explotaciones cuyo titular es un hombre", señalan tanto desde la organización agraria UAGA-COAG como desde la confederación de mujeres del medio rural (Ceres). Por eso, y ante la nueva reforma, se exige que en el diseño de los requisitos de la normativa europea se tenga en cuenta la casuística de las explotaciones lideradas por mujeres, menos dimensionadas, de producciones diferentes y en las que es protagonista una agricultura más sostenible en la que resulta más complicada la ampliación de superficie.

Estrella Morata, responsable del área de igualdad de UAGA.
Estrella Morata, responsable del área de igualdad de UAGA.
HA

"Hay que avanzar de manera valiente hacia los puestos de responsabilidad"

Con formación como técnica de Laboratorio Estrella Morata decidió dedicarse a la explotación familiar de porcino tras trabajar en el sector agrario realizando análisis de control de materia prima y producto terminado (piensos). Pero no solo es ganadera en Sancho Abarca, pueblo de colonización de la comarca zaragozana de Cinco Villas. Además, es la voz de las mujeres de la organización agraria UAGA, en la que ocupa la máxima responsabilidad del área de Igualdad desde febrero de 2020. Y es una voz crítica. Considera que al colectivo al que representa todavía le queda mucho por reivindicar, para dejar de oír eso de "¿qué haces aquí?" "¿cómo te vas a dedicar a este trabajo? o "esto no es para mujeres", que todavía escuchan aquellas que deciden incorporarse al sector. Para empezar, señala, habría que conseguir que se utilizara un lenguaje menos sexista.

Pero si hay dificultades a pie de campo, mucho más cuando de lo que se habla es de órganos de decisión del sector.

"Tenemos que utilizar fechas como el 8-M para dar un paso valiente hacia los puestos de responsabilidad", señala Morata. Un camino en el que también tienen que contribuir "los compañeros hombres -destaca la representante de UAGA-, que, con mucho respeto a su trabajo, tienen que echarse a un lado para ir dejando paso a las mujeres".

Virginia Gálvez, presidenta de la cooperativa de Fuendejalón.
Virginia Gálvez, presidenta de la cooperativa de Fuendejalón.
HA

"Es necesario aumentar la presencia de las mujeres en las cooperativas"

Virginia Gálvez es licenciada en Derecho y diplomada en Relaciones Laborales, profesión que ejerce en un despacho propio en Borja (Zaragoza). Gestiona junto a su marido 100 hectáreas de viñedo. Y además, es, desde este año, presidenta de la cooperativa de Fuendejalón, la primera mujer que ocupa este puesto en Aragón. Un cargo que asumió "como una oportunidad para demostrar que la mujeres podemos trabajar por la agricultura desde esa posición".

Gálvez asegura que cada vez hay más mujeres que dirigen sus propias explotaciones, "demostrando su capacidad no solo para trabajar en el campo, sino también para desarrollar funciones de gestión y dirección". Pero reconoce que queda "mucho por hacer", porque el porcentaje de mujeres en consejos todavía es muy bajo en Aragón. "Hay que trabajar para que la participación de las mujeres en el mundo rural no sea una noticia", señala. Para ello aboga por unos servicios básicos que permitan una mayor conciliación familiar y laboral y supongan así un incremento de tiempo que posibilite la implicación en el mundo cooperativo. Considera además necesario aumentar la formación en actividades agrarias, "tanto de base como de gestión". Y esta segura de que las mujeres tienen mucho que aportar al sector, por lo que "lo principal es que nos creamos capacitadas y no nos pongamos autolímites ni barreras".

Paula Delmás, con uno de sus animales en su granja de porcina.
Paula Delmás, con uno de sus animales en su granja de porcino.
P. D.

"Falta dar más pasos, pero el más importante es quitarnos el miedo"

Paula Delmás es oscense, de la localidad de San Esteban de Litera. Dejó su pueblo para trasladarse a la capital aragonesa, pero el empleo (o mejor dicho, la falta del mismo) y "el amor" -matiza- la llevó de nuevo al medio rural, esta vez, al pequeño municipio de Monforte de Moyuela, en la comarca turolense de Jiloca. Junto a su pareja llegó allí para probar y no lo hicieron precisamente en el sector agrario. Se ocupó del bar del pueblo, pero encontró su proyecto vital en la agricultura y en la ganadería. Porque en 2016 Paula Delmás, que además es la primera mujer que ocupa la alcaldía de Monforte, se convertía en ganadera de porcino, titular de una explotación de cebo de vida de 2.000 plazas.

Explica que su experiencia es "muy buena y positiva" y que lo único que encontró al presentar su proyecto empresarial fue "mucho apoyo". Quizá porque es un municipio pequeño -tiene 70 habitantes- "se notan menos las desigualdades", señala, y añade que además "todos son conscientes de que las mujeres son las que fijan la población, por lo que el apoyo es incluso mayor".

Y aunque reconoce que el sector está todavía muy masculinizado, destaca que la situación de la mujer ha cambiado mucho, "gracias al trabajo y la lucha de anteriores generaciones" de féminas. Asegura, eso sí, que quedan pasos por dar y que el más importante de ellos es "quitarse el miedo y abrir la mente".

Esther Ciria, agricultora ecológica de Apiés.
Esther Ciria, agricultora ecológica de Apiés.
UAGA

"Quedan techos de cristal que romper y barreras culturales que superar"

Es ingeniera agrónoma. Su carrera profesional no comenzó en una explotación, pero su tradición familiar y unos trabajos con escasa estabilidad la devolvieron a la explotación de sus padres. Esther Ciria, que vive en Castillazuelo (Huesca), cultiva cereal, almendro y olivos en ecológico en los secanos de Apiés y elabora vino y aceite con marca propia, explica que cuando decidió dedicarse a la agricultura tuvo mucho apoyo "familiar".

Reconoce, sin embargo, que las mujeres agrarias se topan todavía "con demasiados techos de cristal", especialmente en la parte mecánica o cuando quieren tomar los mandos de la maquinaria agrícola.

Hay otras muchas dificultades, añade. Aunque se han tomado medidas para impulsar la incorporación de féminas a la actividad, Ciria destaca que lo primero que hay que reivindicar es "que la mujer sea nombrada". "No existimos en la PAC y todo el lenguaje está en masculino", insiste.

Pero uno de los principales escollos, asegura esta agricultura oscense, es la dificultad para acceder al arriendo de las tierras. "Los propietarios parece que prefieren alquilarlas a los hombres", señala Ciria, que añade que esta situación explica por qué sus explotaciones son más pequeñas, por qué la presencia de las mujeres es mayor en sectores ganaderos y por qué la representación en órganos de decisión es notablemente menor, por no decir inexistente.

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