turismo
Los balnearios esperan ver la luz tras la "tormenta perfecta" que viven
Desde la Asociación de Balnearios de Aragón confían en que puedan abrir los meses estivales y que sea en otoño cuando recuperen los programas de termalismo.
“Desde que se decretó el estado de alarma, no hemos vuelto a abrir”. Esa es la realidad para muchos negocios en Aragón, como el Balneario Vilas del Turbón. Esas palabras son de José María Franch, al frente de este complejo en la comarca de la Ribagorza. En diciembre de 2019 cerraron, como cada año, y regresaron a dar servicio en marzo de 2020, pero la llegada del coronavirus les llevó a volver a cerrar las instalaciones a las dos semanas. “Las pérdidas son brutales”, asegura Franch.
Las limitaciones o restricciones de movilidad, según la evolución de la crisis sanitaria, y que la población mayor ha sido la más afectada, son algunos de los factores que han contribuido a que se dé una “tormenta perfecta” para los balnearios. En el caso del de Vilas del Turbón hay que ir “de propio”, puesto que se encuentra en a los pues del monte Turbón, en el Pirineo oscense. Este balneario, como la mayor parte de los aragoneses, da empleo a vecinos de sus zonas, en su mayoría en ERTE. José María Franch recuerda, que no son centros turísticos, sino también sanitarios.
Esa idea repite Ramiro Pérez, gerente del Balneario de Paracuellos del Jiloca y vicepresidente de la Asociación de Balnearios de Aragón. Este complejo termal próximo a Calatayud está especializado en los tratamientos para la piel y es, al igual que el resto, muy frecuentado por los usuarios de los programas de termalismo. “Dependemos del 50% del Imserso, que no está moviéndose”, lamenta Pérez. En su caso abrieron de julio a octubre, hasta que se limitaron de nuevo los desplazamientos.
En este balneario reciben visitantes aragoneses, pero también de la Comunidad Valenciana o de Madrid. “Los clientes madrileños, por ejemplo, están solo a 200 kilómetros, por lo que son usuales”, sostienen desde Paracuellos de Jiloca. “Estamos aguantando como podemos porque dependemos de la movilidad”, añade Pérez.
Un complejo termal conlleva una fuerte inversión en mantenimiento, ya que, tal y como explican, se trata de edificios históricos en muchos casos, que se ubican en zonas rurales y que se encuentran encima de un manantial. Por esa razón, reservan unos meses de inverno, cuando menos solicitudes tienen, a estas intervenciones, inaugurando la temporada en febrero o marzo.
Piensan ya en la reapertura, como el balneario de Panticosa, que abrió sus puertas de nuevo a finales de este mes de febrero. “Para mayo habrá quien abra”, señalan desde la Asociación de Balnearios de Aragón. Desde esta entidad confían en que puedan abrir los meses estivales y que no sea hasta los meses de septiembre u octubre cuando comiencen los programas de termalismo, aunque están pendientes una reunión esta semana. Así, esperan salvar, de alguna manera, 2021. Siempre siguiendo los protocolos establecidos e implantando todas las medidas de separación e higiene. Hace unos días, Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo, mostró la intención del Gobierno de que los viajes del Imserso se retomen en el mes de septiembre, con todas las medidas y planteó la posibilidad de que los mayores viajen con el certificado de vacunación contra el coronavirus.
Desde la asociación regional agradecen que algunas administraciones se estén implicando en su situación y viabilidad, planeando, entre otras acciones, bonos turísticos. “Hay buena disposición, por ejemplo, por parte de la Diputación de Zaragoza y Gobierno de Aragón”, confirman. Mientras tanto, la clientela sigue llamando para informase, para preguntar cuándo abrirán.
