Heraldo del Campo

viticultura

En busca del viñedo perdido en torno al Jiloca

La asociación Paisajes del Jiloca impulsa la creación de una bolsa de parcelas en vías de abandono para ponerlas en producción con el apoyo de socios y donaciones.

El objetivo es que la uva se lleve a la cooperativa de Daroca para vinificación.
El objetivo es que la uva se lleve a la cooperativa de Daroca para vinificación.
Paisajes del Jiloca

Frenar el abandono y la pérdida de la vid antigua. Con este objetivo acaba de ver la luz la Asociación para la recuperación del viñedo del valle del Jiloca, una entidad que tiene por objetivo crear una bolsa de parcelas en vías de desaparición y ponerlas en producción para fijar población y evitar que se diluya parte del patrimonio económico, social y cultural de la zona ligado a la viticultura. Según datos recogidos por esta organización, en 10 poblaciones del entorno de este río, entre 2016 y 2020, han desaparecido 164 parcelas de viñedo, que suponen un total de 82,39 hectáreas.

"El valle del Jiloca, desde Calamocha hasta Paracuellos, ha sido una zona productora de vid de especial calidad, con parcelas entre los 800 y los 1.000 metros que confieren a la zona unas características excepcionales pero que actualmente se encuentra en recesión", reconoce Felipe Gonzalo, darocense e impulsor de esta iniciativa junto a Juan Manuel Gonzalvo, enólogo de la Cooperativa Santo Tomás de Aquino de Daroca, pero involucrado a título individual. "Cuando llegué en la vendimia de 2019 me encontré con unas instalaciones preparadas para 7 millones de litros de vino, pero en la comarca solo quedaba capacidad de producción para 300.000 litros", recuerda Gonzalvo.

En este sentido, este experto en la materia reconoce que lo primero que se pregunto fue: "¿Qué ha pasado con todo el viñedo y en qué situación está?". En su puesta en común con Felipe, ambos se encontraron con que "quedan entre 100 y 150 hectáreas activas, pero 150 se han abandonado en los últimos 5 años, otras 150 en la última década. Vamos, que en los últimos 20 años se han perdido más de 100 hectáreas por lustro", reconoce Juan Manuel. Así, su intención es recuperar y poner en producción aquellas fincas todavía recuperables y evitar que la falta de relevo generacional prolongue la sangría, que ha afectado a las variedades garnacha y macabeo principalmente.

"Nuestra intención es crear una bolsa de parcelas, de las que nos cedan la explotación, y hacer que sigan produciendo, con la ayuda de voluntarios y donaciones, para que no se pierdan y amortiguar esa recesión", indica Felipe. Para empezar con el proceso ya cuentan con la cesión de tres parcelas en el término municipal de Orcajo y en el horizonte tienen el ejemplo de Oliete y su proyecto ‘Apadrina un olivo’. Habrá dos vías de colaborar: la del socio trabajador, que aporta 30 euros al año y su labor y conocimientos, y la del padrino, que como socio capitalista participa con 50 euros al año a través de una donación o micromecenazgo.

Así, el objetivo es que la uva de esas fincas apadrinadas se lleve a la cooperativa de Daroca para vinificación e incluso sacar una marca propia. "Es una manera de vertebrar el territorio y mantener las labores de esta zona, llegando incluso a contratar gente para la poda y vendimia que sirva para asentar población y mantenga el proceso con vida", reconoce Felipe. Para aquellas personas que se involucren en el proyecto como "padrinos", la entidad proporcionará herramientas para seguir el proceso de recuperación y un certificado de apadrinamiento, facilitará la visita a los viñedos y la participación en actividades del proceso vitícola y un pack con seis botellas de vino cada año.

Hoz de poda como símbolo

Además de elegir la marca ‘Paisajes del Jiloca’ como nombre más comercial, su símbolo es la antigua hoz de poda. "La elegimos porque es una herramienta que ha ido decayendo a favor de las modernas tijeras. La primera vez que la vi fue en Atea", recuerda Felipe.

En su diagnóstico de cómo se ha llegado hasta aquí, la asociación apunta a varios factores: la elevada edad de los agricultores y la falta de relevo generacional, la falta de tecnificación, las políticas orientadas a reducir la superficie productiva y el arranque masivo entre 2000 y 2010, y errores en la comercialización del producto. Sin embargo, insisten en que queda un rayo de esperanza.

"La actividad no se ha perdido, y queremos apoyar a quienes siguen todavía y están apostando por el sector. Pero si no actuamos ahora, en 15 o 20 años nos quedaríamos a cero", reconoce Juan Manuel, que también pone como espejo los casos de Miedes, Cervera de la Cañada y Villarroya de la Sierra.

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