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Aránzazu Gasca: "Urge animar a las niñas hacia los estudios científicos"

Profesora de Física y Química en el IES Miguel Servet (Zaragoza), afirma que los estereotipos de género solo pueden cambiarse con ejemplos.

Aránzazu Gasca, en el laboratorio del IES Miguel Servet de Zaragoza, donde disfruta enseñando a sus alumnos y alumnas la física y química de la vida
Aránzazu Gasca, en el laboratorio del IES Miguel Servet de Zaragoza, donde disfruta enseñando a sus alumnos y alumnas la física y química de la vida
Toni Galán

Cuando era niña, Aránzazu Gasca (Zaragoza, 1976) quería entender el mecanismo que da vida a los relojes. Luego quiso estudiar el cielo, desentrañar sus misterios y conocer el secreto de las estrellas. Le bastó dar clase de Física durante unos meses para descubrir la magia que se produce cuando dos personas se encuentran para enseñar y aprender. Y ese descubrimiento mágico fue definitivo.

¿Hacías experimentos cuando eras niña?

No me faltaron el Quimicefa, el Astronova y el Mecano. Hacía todo tipo de pócimas en la alfarería del abuelo de mis tatas. Recogí olivas, vi cómo las llevaban a la almazara, me envolvió ese olor tan penetrante y luego… el aceite. Estudié las ranas, los renacuajos y todas las fases de su crecimiento, con pluviómetro y todo para medir el agua que caía en la balsa. Me encantaba criar gusanos de seda, aunque sus mariposas fueran para mí una decepción.

¿Quién te animó a preguntarte por las cosas, a querer entenderlo todo?

Mi madre siempre ha sido muy ingeniosa y ha guardado y reciclado todo tipo de instrumentos. Y si no los tenía, los tejía, los pintaba o los construía. Mi abuela ha hecho jabón, mondongo y conservas. En mi casa se ha recogido té de roca, endrinas, moras o lavanda. He destripado artilugios, sobre todo relojes. Y McGiver, claro.

"Solo un 7% de las niñas menores de 15 años quieren optar por las ciencias"

¿Dónde estudiaste?

En Alcorisa tuve maestros que admiré y que luego fueron mis compañeros en el Instituto Damián Forment. Personas comprometidas con la educación como Salvador Berlanga o Joaquina Melero con las ciencias, con su trabajo pulcro, metódico y fresco, me inspiraron enormemente. Trasladaron a mi padre a Zaragoza y cursé BUP y COU en el IES Goya. Allí ya sabía que lo mío eran las ciencias. Tuve profesoras como M.ª Cruz Fernández y Gloria Blasco que me abrieron ese mundo. En COU aún no tenía decidido qué estudiar en la universidad. En casa me animaban a una ingeniería química, pero yo quería algo más crudo así que hice Físicas. Cuando realmente me di cuenta de dónde me había metido, me asusté un poco, pero sabía que, aunque me costara, no me había equivocado.

La profesora Aránzazu Gasaca, con algunas de sus alumnas en clase de Física y Química
La profesora Aránzazu Gasaca, con algunas de sus alumnas en clase de Física y Química
Toni Galán

¿Qué te atrajo de la docencia?

Llegué por casualidad. Después de licenciarme, quería trabajar en un laboratorio para observar el cielo. Por ese cielo me fui a la Universidad Industrial de Santander, en Bucaramanga, Colombia. Me ofrecieron enseñar Física Práctica en el laboratorio y quedé fascinada por las prácticas y por la oportunidad de poder explicar algo a alguien y que ese alguien lo entendiera. El proceso de enseñanza-aprendizaje me sigue produciendo una sensación balsámica.

Principales destinos…

Después de Colombia, volví y trabajé en una academia. Un primero de septiembre de 2002 acompañé a mi prima Belén a elegir destino al Edificio Pignatelli y allí, esperando que cantaran sus vacantes, dijeron mi nombre. No recordaba haberme apuntado a esas listas. Así comencé a trabajar en el IES María Moliner. Fernando de Elvira y Camino Herrero me llevaron de la mano y me enseñaron durante dos cursos como lidiar con la muchachada. Después, como buena interina, me tocó coger furgoneta y manta. Varias sustituciones me llevaron al Bajo Aragón y en Alcorisa me quedé tres años. Volver al aula en la que había estado de niña fue un regalo. Luego volvieron las ‘ruedas’ ya por la provincia de Zaragoza. En el curso 2017-2018 me destinaron al IES Valdespartera y tuve un punto de inflexión profesional. Allí conocí la innovación educativa que se respira por todos los poros del instituto. Fue un año redondo porque aprobé las oposiciones y ahora estoy en el IES Miguel Servet de Zaragoza, donde se trabaja muy a gusto. La convivencia de toda la comunidad educativa es muy placentera.

¿Es posible educar en sentido global?

Al igual que en la ciencia se requiere observación, experimentación, mucha paciencia, creatividad y amor hacía lo que haces, los alumnos notan que disfrutas. Para enseñar ya no sirve eso de ‘la letra con sangre entra’. Es necesario construir la confianza entre interlocutores. Si conoces tu materia y te mueves entre el respeto y el amor, enseñar Física y Química se convierte en algo fascinante. Me gusta ver la educación así, como conexión entre puentes.

¿Es necesario animar a las niñas a seguir estudios científicos?

Es urgente. Según los últimos estudios sobre desigualdad de género, solo un 7% de las niñas menores de 15 años manifiestan su intención de optar por las ciencias. Y solo uno de cada cuatro catedráticos de universidad es mujer y una de cada cuatro decide dedicarse a la investigación.

"No podemos permitir que una mujer tenga que elegir entre investigación y familia"

¿Cuáles son las causas de esta desigualdad?

Los estereotipos de género. A los 5 años a las niñas les cuesta más describirse a sí mismas como brillantes y también son menos propensas a participar en actividades consideradas para muy inteligentes. Esto se ve en los cursos de ajedrez que tienen en los colegios. ¡Casi no hay niñas! No hay referentes femeninos en el ámbito de la ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería.

Por eso celebramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia…

Sí, cada 11 de febrero aparecen programas como ‘#nomorematildas’ que ayudan a visibilizar el trabajo callado de nuestras investigadoras. Creo que la visibilización es la clave. Si pueden cambiarse los estereotipos de género es con ejemplos. La sociedad actual se enfrenta a problemas cada vez más complejos en los que la ciencia se ha convertido en herramienta imprescindible. No nos sobran personas para resolverlos.

¿Qué aportan las mujeres a las ciencias?

El aumento de científicas tiene consecuencias positivas como la diversidad de enfoque. Las mujeres han aportado tanto y han sido tan infravaloradas... Incluso aquellas que recibieron el Nobel como Marie Curie o a las que injustamente se les negó como Lise Meitner o Rosalind Franklin. La falta de mujeres científicas genera desigualdad en el presente e influye en el futuro. Se tiende a eliminar las profesiones técnicas de entre las respuestas a una de las preguntas más importantes de la vida: ¿qué quieres ser de mayor? Hay que acabar con la desigualdad de género en las publicaciones, juguetes, ropa y, por supuesto, en las aulas.

¿Son poco conocidas las mujeres científicas?

Conocemos a las diez de siempre. Recientemente he descubierto a María la Judía, nacida en el siglo I d. C., fundadora de la alquimia y a quien se le atribuye la creación del primer alambique de tres brazos. Y como María hay tantas otras, tantas abuelas haciendo jabón y aceites a través del método científico sin ellas saberlo, ayudando anónimamente a todo tipo de desarrollos técnicos cotidianos.

"A los 5 años a las niñas les cuesta más describirse a sí mismas como brillantes"

¿Es complicado ser mujer y dedicarse a la investigación?

Las científicas españolas son casi siempre invisibles y poco reconocidas fuera de su ámbito de trabajo. Los contratos en la universidad son precarios y a partir de los 30 años te conviertes en ‘potencialmente peligrosa’ por la maternidad. En muchos casos la mujer suele abandonar este camino, dejando un vacío en la innovación, la diversidad y las oportunidades de desarrollo social. Necesitamos una conciliación real. No podemos permitir que una mujer tenga que elegir entre investigación y familia. Para las mujeres, crecer en el mundo de la investigación es una maratón llena de obstáculos y nosotras corremos con tacones.

Aránzazu Gasca Andreu, en su clase de Física y Química en el IES Miguel Servet de Zaragoza
Aránzazu Gasca Andreu, en su clase de Física y Química en el IES Miguel Servet de Zaragoza
Toni Galán

Las chicas y la ciencia

Empecé a ejercer este hermoso oficio de maestro en 1987. En aquellos días estábamos inventándonos un nuevo sistema educativo. Quizá construíamos, sin ser demasiado conscientes, un mundo nuevo. Los cambios que sacudieron la sociedad española tras la aprobación de la Constitución hicieron que la Ley General de Educación de 1970 se quedara obsoleta. El sistema educativo chirriaba como una maquinaria comida por el óxido. Además, arrastrábamos muchas carencias. La igualdad de género era una de las más evidentes. Por eso se pusieron en marcha campañas para terminar con esa injusta discriminación. "No limites su educación. Es una mujer del siglo XX" era uno de los lemas más llamativos. Las mujeres vivían en un universo diseñado por quienes querían que siempre fueran menores de edad. Las invitaban a acostumbrarse a la oscuridad, a guardar silencio, a no complicarse la vida, a no mirar más allá del muro que limitaba su mundo pequeño y empobrecedor.

Han pasado cuatro décadas, pero aquella concepción de la mujer todavía condiciona nuestra manera de entendernos. Aún resulta llamativo el pequeño porcentaje de mujeres que deciden adentrarse por los caminos de la investigación y de la ciencia. Varias razones explican este hecho: las expectativas de la familia, los roles que se transmiten en la escuela, el miedo al fracaso, los modelos que ofrece la sociedad a niños y niñas a través de los juguetes, la moda, los medios de comunicación, los héroes cotidianos... Para terminar con esta situación todos somos necesarios. No podemos permitirnos que las niñas sientan que las ciencias no van con ellas. Es urgente visibilizar modelos de mujeres científicas, conocer su trabajo, sus proyectos, las dificultades que enfrentaron y vencieron… Es necesario invitar a las niñas a elegir estudios científicos, o lo que es lo mismo, hay que repetirles que creemos en ellas, que son valiosas, hay que animarlas a volar, a ser valientes, a soñar, a comprender lo que tienen más cerca y lo que está muy lejos. Al fin y al cabo, estudiar las estrellas es una manera de entender la tierra que pisamos.

Por: Víctor Juan. Director del Museo Pedagógico de Aragón y profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad de Zaragoza

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