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El difícil reto de volver a reunir a mil estudiantes en un mismo instituto

El IES Goya recuperó ayer la presencialidad en todos sus cursos. El centro, uno de los más grandes de Aragón, se ha preparado a conciencia para minimizar los contactos.

Estudiantes del instituto Goya de Zaragoza atienden al profesor al inicio de una clase, ayer.
Estudiantes del instituto Goya de Zaragoza atienden al profesor al inicio de una clase, ayer.
Guillermo Mestre

Son las 11.30 y una riada de alumnos del instituto Goya encaran sus clases tras el recreo de media mañana. La estampida, que ayer se vivió en todo su esplendor por primera vez desde que arrancase la pandemia, ha estado condicionada durante los últimos meses por la semipresencialidad de tres cursos: 3º y 4º de la ESO y 1º de Bachillerato. La normalidad ya es un hecho en el centro, que con cerca de un millar de estudiantes es uno de los más numerosos de Aragón. Pero el reto no ha sido sencillo.

«Para llegar hasta aquí ha hecho falta un gran denuedo por parte de todos: de los profesores, que han redoblado sus esfuerzos; de los alumnos, mentalizados desde el primer momento y que se están portando fantásticamente; de los padres, de los trabajadores centro y de la coordinadora covid, que se ha encargado de que adoptemos todas las medidas necesarias», resume la directora del instituto, Pilar López.

El centro no lo tiene fácil debido a sus proporciones, por lo que ha sido uno de los últimos en la Comunidad en recuperar la presencialidad completa. «Tenemos espacios pequeños y grupos grandes, por lo que la reorganización ha sido absoluta. Se han habilitado como aulas espacios que antes tenían otros usos, como la sala de exposiciones, y procuramos que las clases estén ventiladas en todo momento. Además, los alumnos limpian las mesas y sillas antes y después de usarlas y se lavan las manos al entrar y salir del aula», enumera la máxima responsable del centro.

Los pasillos están marcados con flechas y las escaleras divididas en carriles de subida y bajada. Todo por reducir los contactos entre grupos. También se han habilitado cuatro entradas distintas al edificio, se ha parcelado el patio e incluso se han impuesto cuarentenas a los libros que se devuelven a la biblioteca, que no están disponibles de nuevo hasta pasadas 72 horas, lo mismo que a los exámenes, que tras entregarse se quedan sin corregir varios días. «Por ahora, durante la semipresencialidad, no hemos tenido focos en el centro salvo tres positivos después de los Pilares que nos obligaron a cerrar un aula. Pero, gracias a la diligencia de alumnos, profesores y del resto del personal, hemos logrado que todo arranque con bastante normalidad», remata López, quien espera que la tónica de esta nueva etapa sea la misma.

La pandemia obligó a mediados de marzo del año pasado a suspender la asistencia a clase.

Disciplina contra la distancia

Entre los alumnos hay distintos puntos de vista sobre la semipresencialidad, que les llevaba a alternar un día en el aula con otro en casa mientras otros compañeros seguían el calendario contrario. «Para los que somos más bien ordenados ha sido fácil seguir el ritmo de las clases, pero para quienes no están acostumbrados a llevar las tareas al día ha sido más complicado», razona Jorge Ezquerra, alumno de 4º de la ESO. A su lado, Joaquín Martín, que estudia 1º de bachillerato y que ya tiene la Evau en el horizonte, opina que «los profesores han sido muy comprensivos y han sabido ir a lo fundamental de las materias, no han saturado con los deberes». Y eso que, según la directora, «existía cierto disgusto y miedo en el claustro por si no se podía dar todo el temario».

Los dos alumnos coinciden en que el tener un pie en clase y otro en casa «requiere de mucha disciplina» y en que aquellos que tienen la suerte de tener una familia implicada y volcada en la educación «se habrán encontrado con menos problemas». A favor del modelo que ayer recuperaron, Joaquín reconoce que «es positivo tener al profesor delante, poder plantearle las dudas cara a cara en el momento en que surgen y no a través de una pantalla». Y eso que alguno de los educadores se han entregado por completo a la causa. «Una profesora de matemáticas se abrió durante la cuarentena una canal de Youtube y ha seguido con él. Está genial porque puedes volver al punto que quieras todas las veces que necesites», razona el estudiante de bachillerato, que confía en que este proceso no llegue a condicionar a su generación durante las pruebas de acceso a la universidad.

Otro aspecto que ambos destacan del modelo mixto es el tiempo extra que les dejaba tanto para repasar antes de los exámenes como para sus aficiones. Jorge, militante en un partido desde los 14 años, aprovechó para profundizar en temas de política, mientras Joaquín se volcó en sacarse un título oficial de Inglés.

Brecha social y digital

Alejar a los alumnos de las aulas auspicia una mayor brecha social y genera una ventaja para aquellos que tienen una buena conexión a internet frente a quienes no disponen, en ocasiones, ni de un aparato con el que navegar.

La directora del instituto Goya subraya que «eliminar esas brechas ha sido una de las prioridades». Por eso, el centro, en cuanto detectó algunos casos, recabó y prestó ordenadores portátiles y hasta tarjetas de telefonía con las que pudieron descargarse los materiales didácticas y conectarse a las clases a una velocidad digna. Una tarea que en el centro, una vez llenas las aulas, esperan no tener que afrontar de nuevo.

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