LENGUAJE

De gilipollas a morrofiemo: ¿cuáles son los insultos favoritos de los aragoneses y por qué?

Un estudio de la Universidad de Nebrija sitúa a la Comunidad aragonesa en la media nacional en lo que a improperios se refiere: lo que más decimos es gilipollas, imbécil y cabrón/cabrona. Pero la variedad endémica es enorme.

Jose Mari Gálvez (Jorge Aín) y su hijo, el mantecón (Francisco Fraguas), en 'Oregón TV'.
Jose Mari Gálvez (Jorge Asín) y su hijo, el mantecón (Francisco Fraguas), en 'Oregón TV'.
Heraldo.es

Gilipollas, imbécil y cabrón/a. Esos son los tres insultos que más asoman a la boca de los aragoneses  Eso es por lo menos lo que sostiene un estudio recientemente publicado por la Universidad de Nebrija, que sitúa de paso a la Comunidad aragonesa en la media nacional.

El trío de improperios favoritos se repite en la mayoría del país: se elige en Asturias, País Vasco, Cataluña, Comunidad Valenciana, las dos Castillas, Madrid, Navarra y Baleares. Gilipollas se alza como el indiscutible insulto estrella: es el top 1 en toda España.

Andalucía y Canarias cambian en el segundo lugar el imbécil por el cabrón/a. Solo se falta con hijo/a puta como tercera opción en Asturias. Subnormal ocupa esa misma posición en Murcia, Extremadura, Galicia y Canarias.

Más allá del dato curioso, hay mucha tela que cortar detrás de estas palabras ofensivas, que en España componen un vastísimo y riquísimo mosaico, pleno de endemismos, misteriosos orígenes y rotundas sonoridades.

Da cuenta de ello Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Universidad de Nebrija y de este estudio psicolingüístico, que se enmarca dentro de otro proyecto nivel europeo, aún en curso, sobre palabras tabú (en el que se puede participar a través de la web https://tusinsultos.wordpress.com/).

"La frecuencia con que en España soltamos un insulto es de 1 palabra cada 200. Al cabo del día decimos con mucha frecuencia entre 500 o 600 términos, a los que añadimos a la conversación algún que otro más puntualmente", explica Duñabeitia.

Es decir, cada español baraja diariamente una media de tres insultos. Si bien, matiza el lingüista, la encuesta pregunta por aquellos que se utilizan con el expreso objetivo de ofender a otro, no esos que se mascullan o que, incluso, van dirigidos a uno mismo cuando se comete una torpeza.

Pese a la repetición de esos tres insultos de cabecera, el estudio revela la variedad única de improperios que ofrece la lengua española. "La capacidad del español para generar insultos es demoledora", asegura Duñabeitia, quien destaca los que se construyen con palabras compuestas. "Hay muchísimos: desde el famoso hijo de puta, a carapolla o cantamañanas", ejemplifica. 

En uno de los últimos conteos de palabras, se determinó que, por ejemplo en el idioma inglés, de cada 8.000 palabras, apenas 15 eran insultos. "En español empezamos y no terminamos en un día", resume gráficamente el estudioso quien, no obstante, subraya que esto no deja traslucir nada negativo de la sociedad española: "Simplemente, tenemos un lenguaje más rico, algo que sucede en este campo porque también sucede en muchos otros".

"La capacidad del español para generar insultos es demoledora", Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Universidad de Nebrija

A esta diversidad insultadora en el castellano estándar hay que añadirle la que aportan los faltones de cada comunidad autónoma desde tiempos ancestrales... "O la de cada pueblo", puntualiza Pascual Miguel Ballestín, autor del libro 'Insultar en Aragón: palabros, carnuzadas, titabolas...', editado por Prames.

Ballestín comenzó hace años junto a Antonio Gil una labor de campo de recopilación de insultos. Ya por su cuenta, los reunió en esa publicación. Dice Ballestín que "si bien Gil sostenía que en Aragón somos especialmente faltones, yo no lo creo" y defiende la idea de que, como en otras muchas ocasiones, Aragón estaría en este aspecto en la media nacional.

Eso sí, se lamenta de que, como demuestra el estudio de la Universidad de Nebrija, el habla se globalice y no se haga tanto uso de los insultos propios. Y no será porque no haya para elegir: samarugo, ababol, zanguango, esmanotau, mego o panarro son solo algunos de los que aparecen en el libro. Por supuesto, ocupa puesto de honor tontalaba, santo y seña del faltón aragonés.

O perro tonto, uno de los favoritos de Ballestín por ser un recuerdo infantil de su pueblo, Gallocanta. Destaca también ñudodolmo, que da cuenta del origen generalmente rural de los insultos en Aragón: "Se refiere a los nudos que presenta a veces la madera de olmo, con la que se hacía el mango de muchas herramientas. Ese nudo dejaba inservible el material, por lo que equivale a decirle a alguien inútil".

Ballestín también seañala la profusión de ofensas que llevan la palabra morro incorporada: morrazo, morroalmú, morrohiputa, morropelau o morrosdaba. Un morrudo plantel al que hay que añadir morrofiemo, que vive momentos de gloria gracias al popular programa de humor 'Oregón TV'.

"Los insultos funcionan muy bien humorísticamente porque tienen algo de taxativo, de punto y final", Jorge Asín, actor y guionista.

Uno de los encargados de quedarse a gusto espetando sonoros "morrofiemos" en antena es el actor y guionista Jorge Asín: "Nosotros nos inspiramos escuchando a la gente hablar, sobre todo en nuestros pueblos", cuenta.

De ese activo radar cotidiano salen esos 'morrofiemos' o esos 'mantecones', que tan populares se han hecho, de paso, entre las nuevas generaciones.

Eso sí, la clave está en "meterlos bien en el contexto", opina Asín, para quien "los insultos funcionan muy bien humorísticamente porque tienen algo de taxativo, de punto y final". Para el programa, se escriben en el guión, aunque luego es importante ver cómo funcionan en la escena, en la lectura en la mesa con los actores.

Asín se queda con los insultos que sueltan, presisamente, los personajes que él interpreta en 'el Oregón', como José Mari y José Miguel. Y junto a los ya populares morrofiemo, mantecón, ababol, carnuz o tontolaba, añade uno de su predilección: cabezaperro.

Para Ballestín, "insultar es un arte que domina poca gente". Un arte que, a su manera de ver, "es total cuando el aludido no se entera". Pone un ejemplo: en Pozuel de Ariza usan como insulto "sencillo". Demuestra este término que "el insulto no tiene por qué ser mal sonante, y la importancia de la intención y el tono". "Se puedn decir hijo de puta y que parezca que haces una carantoña", ilustra Ballestín.

"Insultar es un arte que domina poca gente, un arte que es total cuando el aludido no se entera". Pascuál Ballestín, autor de Insultar en Aragón: palabros, carnuzadas, titabolas...'

En este sentido, Duñabeitia hace hincapié en lo que su estudio aporta sobre lo que los insultos dicen de nuestra sociedad y de las venideras. Porque, aunque parezca mentira, hasta para ofender hay límites

Así, el estudioso cree que, si bien "queda camino por recorrer", los datos recopilados hasta el momento muestran que se están estableciendo claras líneas rojas a la hora de insultar en tres categorías. Por un lado, están en retirada las ofensas capacitistas: subnormal, mongolo, anormal... "Pero -lamenta Duñabeitia- aún son frecuentes". En curva descendente se hallan también los que tienen que ver con la orientación sexual, como marica o maricón. Y los relacionados con estereotipos asociados a la mujer, sobre todo en lo que se refiere a su libertad sexual, como puta, zorra o guarra. Todos ellos, dice el director del estudio, "dejan entrever por la mirilla una ideología de fondo".

Así, concluye Duñabeitia, la elección por lo general de gilipollas, imbécil y, en menor medida, cabrón/a, no tiene tanto que ver con, por ejemplo, la sonoridad -"tras estudiarlo, no se ha detectado en, por ejemplo gilipollas, ningún elemento fonéticamente reseñable- sino con la tendencia a escoger aquellos que "sirvan para todo y para siempre, sin aludir ni atacar a ningún colectivo en concreto".

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