Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Paleontología

Cuando el tiempo se detiene para los seres vivos atrapados en ámbar

Los restos de seres vivos englobados en resinas fosilizadas suelen caracterizarse por su excepcional conservación. El ámbar que contiene organismos en su interior deja de ser un simple objeto ornamental para convertirse en un miniyacimiento del máximo interés paleontológico.

Seguramente el mismo día del Cretácico, dos avispas de diferentes especies quedaron atrapadas en resina, hoy convertida en una pieza de ámbar hallada en San Just.
Seguramente el mismo día del Cretácico, dos avispas de diferentes especies quedaron atrapadas en resina, hoy convertida en una pieza de ámbar hallada en San Just.
Enrique Peñalver

Cuando pensamos en excavaciones de fósiles nuestra imaginación suele evocar la de algún gran esqueleto. En ellas, el valor de un hallazgo puede establecerse casi de inmediato y, a veces, se clasifica el fósil incluso antes de haberlo extraído. Pero otro tipo de muestreos guardan celosamente los secretos que esconden hasta mucho tiempo después. Esto sucede con el ámbar, pues se recogen pequeños trozos que solo tras ser laboriosamente preparados y minuciosamente examinados permiten comprobar si contienen algún fósil y, en su caso, si es de especial interés científico.

El ámbar es el resultado de la fosilización de una resina, por lo que su origen es orgánico y no se trata de un mineral. Aparte de ser atractivo para confeccionar abalorios, es muy apreciado en paleontología y no solo por constituir un fósil en sí mismo, sino por los organismos ocasionalmente atrapados en su interior. Tal circunstancia implica una conservación excepcional que permite apreciar detalles de las más delicadas estructuras, como pelitos entre las facetas de los ojos compuestos de una mosca. Así, el ámbar ha servido de cofre para conservar, de modo casi incorrupto, numerosos invertebrados (especialmente insectos) aunque también pequeños vertebrados. Los organismos incluidos en ámbar no solo se mantienen como si el tiempo se hubiese detenido de repente, sino que, en ocasiones, revelan escenas de comportamientos cotidianos: reposo en una rama, depredación o parasitismo, entre otras.

La mayor parte de los yacimientos paleontológicos con ámbar del mundo tiene edades más recientes que los turolenses

Ámbar aragonés

Los yacimientos aragoneses con ámbar, todos ellos situados en Teruel, han contribuido al reconocimiento científico internacional de la provincia. Se formaron entre hace unos 100 y unos 110 millones de años, durante el Cretácico Temprano, y se sitúan en la unidad geológica conocida como Formación Escucha, asociados a niveles carbonosos que fueron explotados en las cuencas mineras de la provincia. Su origen estuvo en estuarios caracterizados por una abundante vegetación, así como por la presencia de una diversa fauna de dinosaurios, cocodrilos, tortugas y también de pequeños mamíferos. La mayor parte de los yacimientos paleontológicos con ámbar del mundo tiene edades más recientes, de modo que los cretácicos contienen fósiles más singulares; por otro lado, los yacimientos europeos de edad equivalente a los de Teruel son muy escasos, por lo que cualquier fósil procedente de ellos tiene un interés adicional.

El más veterano

De los yacimientos aragoneses de ámbar, el primero que se dio a conocer, en una fecha tan remota como 1860, está situado en Rubielos de Mora. Se denomina Arroyo de la Pascueta y a partir de 1998 se realizaron muestreos en los que se recuperaron varios insectos y unos pocos restos vegetales. Dos ejemplares de insectos de este yacimiento destacan claramente: una pequeña avispa de un grupo que actualmente parasita huevos de cucarachas, descrita como Cretevania rubusensis, y un homóptero del grupo de las cigarritas actualmente en estudio.

El más productivo

El yacimiento de San Just (Utrillas) es extraordinario porque allí se han encontrado coprolitos (excrementos fosilizados), hongos, plantas, arácnidos, insectos y plumas de dinosaurios. Su origen explica tal variedad, pues el ámbar es muy abundante debido a la concentración de restos de resina ocasionada por una corriente de agua que los arrastró después de un incendio forestal. Sus fósiles han permitido describir 23 nuevas especies, desde arañas a mosquitos, pasando por ácaros o una mantis, algunas de ellas con nombres locales, como Spinomegops aragonensis, Microphorites utrillensis, Protoculicodes sanjusti, Galloromma turolensis, Hispanothrips utrillensis, Aragomantispa lacerata o Aragonimantis aenigma. Allí se encontró, además, un fósil primoroso, el resto de telaraña más antiguo que se conoce con sus presas (publicado en la revista ‘Science’) y otros fósiles tan ‘exóticos’ como los pseudoescorpiones.

Burmazelmira atrapada en ámbar mientras volaba con un ácaro parásito adherido a una de sus patas.
Burmazelmira atrapada en ámbar mientras volaba con un ácaro parásito adherido a una de sus patas.
E. Peñalver

Un hallazgo sorprendente fue el de una nueva especie del raro género Burmazelmira (relacionado con las mal llamadas ‘moscas del mantillo’ –pues deberían denominarse mosquitos y no moscas– muy abundantes en la actualidad). Un ejemplar, de menos de 2 mm de longitud, tiene un ácaro parásito adherido a una de sus patas. Del grupo de las moscas también se han encontrado singularidades como la nueva especie Litoleptis fossilis, cuyos representantes actuales se reparten en solo 10 especies relictas en Asia y América. Son tan escasas que de algunas especies se ha capturado solamente un ejemplar. La de San Just es la única especie fósil conocida y curiosamente se encontró entre las dos áreas de distribución de sus parientes actuales.

Muestreo de Ariño en 2019 durante el que se encontró un fragmento con pelos de mamífero.
Muestreo de Ariño en 2019 durante el que se encontró un fragmento con pelos de mamífero.
Javier Trueba

El más sorprendente

El yacimiento de la mina Santa María de Ariño se conoce internacionalmente por su contenido en vertebrados. A partir de los más de 11.000 restos óseos inventariados se han definido dos nuevos tipos de dinosaurios, otros dos de cocodrilos y dos de tortugas. Pero su ámbar ha reforzado el papel de los vertebrados en la asociación faunística al proporcionar un diminuto mechón de pelo cuyas dimensiones y estructura son propias de los mamíferos. Se trata del resto de pelos de mamífero conservado en ámbar más antiguo de todos los conocidos hasta el momento en el planeta.

Los tres pelos del mamífero que convivió hace 110 millones de años con dinosaurios como Europelta y Proa (yacimiento de Ariño).
Los tres pelos del mamífero que convivió hace 110 millones de años con dinosaurios como Europelta y Proa (yacimiento de Ariño).
Sergio Álvarez Parra

Tesoros escondidos aguardan su turno

Casi todas las muestras de ámbar de San Just ya fueron procesadas, por lo que el potencial de nuevos descubrimientos se ha reducido. Por ello, el equipo investigador -Universidad de Barcelona, Instituto Geológico y Minero de España, Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis (financiado en parte por la UB y un Proyecto Coordinado del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad)- tenía previsto volver a excavar el yacimiento durante 2020, una actuación que se ha pospuesto hasta otro momento más oportuno. Por el contrario, el estudio de las muestras de Ariño, obtenidas con apoyo de la Fundación Samca, no ha hecho más que comenzar, en el marco de un proyecto que incluye una tesis doctoral. En ambos casos, las posibilidades de completar la reconstrucción de los ecosistemas cretácicos con nuevas especies y de descifrar sus modos de vida son muy esperanzadoras.

Otros yacimiento españoles

 

Solo otros dos yacimientos de ámbar de España pueden compararse en importancia científica con los de San Just y Ariño.

El de Peñacerrada (Álava) ha proporcionado una colección muy extensa de bioinclusiones (restos de seres vivos) que se llevan estudiando desde hace más de 20 años.

El yacimiento de El Soplao (Cantabria) es extraordinariamente rico en ámbar y se conocen muchas bioinclusiones únicas. De ambos se han descrito numerosas especies, sobre todo de insectos y, junto al de San Just, están ofreciendo una visión muy completa de la ecología de los bosques resiníferos de hace unos 105 millones de años.

El ámbar extranjero

El ámbar cretácico de Siberia y Norteamérica es muy destacable, pero hace tiempo que no proporciona novedades paleontológicas, mientras que el de Francia, del mismo periodo, se está estudiando a buen ritmo. Últimamente, el ámbar de Myanmar (antigua Birmania) está aportando una gran cantidad de fósiles y las publicaciones se suceden de forma acelerada. Se han descubierto muchos nuevos artrópodos, algunos de varios grupos que ya no existen. Además, con cierta regularidad se descubren pequeños vertebrados casi enteros o bien partes significativas de sus cuerpos. Sin embargo, el ámbar español es, al menos, 5 millones de años más antiguo ¡y 5 millones sin duda marcan una diferencia! Los ámbares extranjeros del periodo Cenozoico (como los del Báltico o República Dominicana), formados después de la extinción de los dinosaurios no avianos, son importantes pero muy pobres a la hora de suministrar descubrimientos impactantes.

Descubrir el Liliput cretácico

La primera etapa de investigación consiste en un muestreo eficaz. El proceso de recuperación puede optimizarse aprovechando las diferentes densidades del ámbar y del sedimento que lo contiene.

La preparación requiere una meticulosa tarea de laboratorio. El ámbar cretácico no suele ser muy transparente, por lo que se fracciona con cuidado y se pulen algunas caras de los fragmentos a modo de ventanas. Los hallazgos siempre se realizan mediante observación con una lupa binocular y uso de luz intensa. Una vez localizada una bioinclusión, se retira parte del ámbar que la rodea y se incluye en resina epoxi transparente en una campana de vacío. El bloque que engloba al trozo de ámbar se corta y pule hasta dejar visible su contenido en las varias caras del prisma resultante.

Modelo tridimensional de Orchestina de San Just obtenido mediante radiación sincrotrón en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón de Grenoble.
Modelo tridimensional de Orchestina de San Just obtenido mediante radiación sincrotrón en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón de Grenoble.
ESFR Grenoble

Actualmente se utilizan tecnologías inimaginables hace unos pocos años, que permiten la descripción de artrópodos a partir de modelos tridimensionales obtenidos mediante radiación sincrotrón. Es el caso de la araña de San Just cuya imagen ilustra esta sección (el ejemplar mide 1 mm, aproximadamente). 

Luis Alcalá y Enrique Peñalver Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis e Instituto Geológico y Minero de España

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