Heraldo del Campo

agricultura

En invierno, más vale niebla que helada

El frío y la humedad son necesarios para que se cumpla el ciclo de los cultivos, pero en exceso pueden entrañar riesgos que echen a perder hortalizas o cereales.

Niebla en Esquedas, en La Hoya de Huesca, que actúa como una capa térmica, conservando la temperatura del ambiente. rafael gobantes.
Niebla en Esquedas, en La Hoya de Huesca, que actúa como una capa térmica, conservando la temperatura del ambiente. rafael gobantes.
Rafael Gobantes

Si en algo coinciden la mayoría de los agricultores es que en invierno tiene que hacer frío y en verano, calor. Es la única manera de que se respeten los ciclos vegetativos de las plantas y de que se mantenga la estacionalización de cada uno de los cultivos. Por eso, que la niebla haga su aparición en estos meses, aparte de ser lo esperable, es lo deseable.

Así lo pone de manifiesto Critóbal Omedes, que lleva produciendo hortaliza en el valle del Ebro 35 años, de manera que conoce a la perfección los efectos de este fenómeno en los campos zaragozanos. "La niebla nos viene muy bien porque nos protege de las grandes heladas", explica el agricultor cuando alude a sus cultivos de Movera. De hecho, y como él mismo apunta, mientras sus plantaciones en este barrio rural zaragozano se conservan, las que tiene en Villamayor, a poco más de nueve kilómetros de distancia, se han llegado a congelar por encontrarse expuestas a temperaturas bajo cero características del invierno.

La humedad tampoco es un hándicap para la borraja, la acelga o la coliflor, que son los cultivos que Omedes tiene en esta época del año y que le toca recoger todas las mañanas. Ni siquiera la posible presencia de hongos, pues afirma que "ese problema se da más en los invernaderos que en los campos que se encuentran al aire libre".

Al respecto, Roberto González, agricultor desde los 19 años en Villafranca de Ebro, explica que como sus campos de forraje y de cereal se sulfatan todo el año "haya o no haya niebla", se evita la proliferación de enfermedades derivadas de estos parásitos. De este modo, salvado este problema, no duda en señalar que "la humedad viene bien para conservar el tempero", es decir, para garantizar el buen estado de la tierra y, por tanto, el lugar de nacimiento del cultivo.

Sobre el frío, Roberto González insiste en que es necesario para que el cereal enraíce y no crezca antes de tiempo, pues luego podría echarse a perder con una helada tardía de las que son habituales en el mes de marzo. Tampoco conviene que, en esas fechas, la niebla haga su aparición: "Es entonces cuando el cultivo necesita sol y, si se interrumpe el crecimiento del grano, este se seca y se pierde", explica el agricultor, quien detalla que la alfalfa, por ejemplo, se recoge en abril, por lo que es deseable que antes salgan días despejados y con temperaturas más suaves que las invernales.

En el valle del Cinca, otra de las zonas más afectadas por la niebla en Aragón, también son bienvenidos el frío y la humedad. Así lo cuenta Manuel Rausa, fruticultor de Fraga "de toda la vida", como él mismo apunta, quien reconoce que ambas condiciones meteorológicas son beneficiosas para conseguir que los árboles no florezcan hasta finales de febrero o principios de marzo y que no corran riesgo de helarse: "Si se hiela la flor, se pierde el fruto", sentencia Rausa al referirse a sus frutales de melocotón, nectarina, paraguayo y pera.

El árbol debe "pararse", según aclara el agricultor oscense, hasta que se produzca la floración y para eso es preciso que haga frío, "mejor si empieza en diciembre" puntualiza. Hasta tal punto que, en el caso de los campos de Rausa, no importa si hay heladas en invierno porque detienen la evolución del árbol: "Lo ideal es que la fruta esté entre un grado bajo cero y seis grados aproximadamente -añade-. El problema es cuando la helada llega ya tarde, entrado el mes de marzo".

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