coronavirus

"Me vacuno porque quiero que mis nietos vuelvan a abrazarme"

En la residencia Ballesol Puerta del Carmen de Zaragoza se aplicaron este martes más de un centenar de inyecciones contra la covid entre los internos y los trabajadores del centro. Un regalo de reyes esperanzador tras un año complicadísimo.

Muchos de los internos, de noventa y hasta cien años, dejaron anoche sus zapatos en la puerta de las habitaciones. “A ver si pasan los Reyes Magos como cuando éramos chicos”, bromeaban. En un comedor de la residencia Ballesol Puerta del Carmen, por grupos de ocho o diez, los mayores charlaban entre sí con el brazo arremangado esperando a recibir la vacuna contra la covid, esas cinco malditas letras convertidas en virus que tanto ha trastocado sus vidas en el último año. “Ni me he enterado del pinchazo. Ha sido muy rápido, es uno de tantos”, decía Lorenzo Dolz. Este turolense de 85 años no ha tenido un año fácil. Perdió a su mujer hace unas semanas por una enfermedad oncológica y a él mismo le operaron dos veces -"de la vejiga en febrero y, después, de la oreja"-, para lo que tuvo que hacerse la prueba PCR. Lorenzo ya había superado el coronavirus en abril y aún recuerda algunos sus síntomas como “mal gusto de boca y flemas negras”, lo que peor llevó fue lo de no poder salir de su habitación en 15 días. “Tenía todo de plástico, de usar y tirar, y aquí no entraba nadie que nos fueran los médicos y las enfermeras”.

Estos se han convertido en su familia y, de hecho, Lorenzo cuenta que el doctor Ángel García, a quien coge la mano mientras habla, es uno de sus mejores amigos. “Después de recibir la vacuna, dejamos a los residentes unos minutos en observación para ver que no haya ninguna reacción adversa”, explica el facultativo, que informa que se distribuyen 114 vacunas distribuyen a 70 residentes y 44 trabajadores. “La vacuna en sí no es problemática porque es un ARN mensajero que lo que produce es una proteína. A veces los excipientes pueden producir alguna reacción anafiláctica, esto es, una alergia, picazón o una bajada de tensión”, cuenta García, al tiempo que explica que los viales de Pfizer inyectados ayer es una “primera toma de contacto, un 25% de la dosis”. “La fuerte llegará en 21 días. Entonces ya, a las dos semanas de la última dosis, es cuando teóricamente se han creado anticuerpos”, comenta el médico, que también trabaja en otras residencias (Las Nieves, Marboré, Hogar de Darío) y sabe bien lo que es lidiar con brotes de covid. “Son zonas en las que se convive mucho y esta enfermedad es muy traicionera porque tiene tres o cuatro días de incubación. Cuando se da un caso tenías que rastrear todos contactos ha tenido y nunca aparecía uno solo, siempre iban en cadena”, comenta.

"Por muchos medios que haya, una videollamada nunca suple la visita de un familiar"

Sorprende ver lo pequeños que son los botecitos con el remedio de Pfizer para lo enorme que ha sido el problema a nivel mundial. De cada uno de estos viales, además, se saca para vacunar a cinco o seis personas porque el antídoto ha de ser diluido en suero salino, según explicaron ayer los trabajadores del centro de Salud de Parque Roma, que fueron quienes se desplazaron a la residencia de mayores.

Pilar Jimeno, de 83 años, sólo pide a 2021 “que la vacuna funcione” y espera poder retornar a sus rutinas habituales. “El año ha sido difícil. Yo estaba acostumbrada a no salir de casa porque mi marido estuvo mucho tiempo malo, pero era extraño no poder recibir visitas. Mis hijos han venido y también me vacuno para que puedan volver a abrazarme mis nietos, a los que quiero tanto”, dice Gimeno, que considera que “es una obligación de todos vacunarnos”.

"El año ha sido difícil. Yo estaba acostumbrada a no salir de casa porque mi marido estuvo mucho tiempo malo, pero era extraño no poder recibir visitas"

A su lado, María Pilar Marín Roldán, de 92 años, cuenta que al principio le daba “reparo” vacunarse pero que, al final, “ya tenía ganas de que llegara el día”. “Es que a mí no me habían vacunado más que de chiquitina, a los dos añicos, y ya no recuerdo ni de qué”. Lo que más ha echado en falta en este año pandémico María Pilar ha sido “salir a la calle y hablar con la gente, porque yo tenía muchas visitas”, y reconoce que a través de las noticias de la tele ella y sus compañeros se fueron dando cuenta del calibre del virus y la gravedad de la situación.

Sigue la vacunación frente a la covid den las residencias de mayores en Aragón. Heraldo TV se ha acercado hasta la Residencia Ballesol Puerta del Carmen para conocer cómo reciben los residentes y sus trabajadores la primera dosis.

Nunca en sus 13 años como directora de la residencia Ballesol, Sonia Martínez había imaginado que tuviera que pasar un trago tan amago como la crisis sanitaria derivada de la covid. “Por fin llega el momento que tanto ansiábamos. Después de un año tan duro, empezamos a ver un poco de luz y tenemos toda la esperanza puesta en la vacuna con la que debemos colaborar toda la población para conseguir la inmunidad de grupo”, explica Martínez. “Va mucho más rápido de lo que pensábamos, en realidad, en un simple pinchazo, y todos los residentes se están comportando estupendamente y colaborando de mil amores”, decía la directora, que no ocultaba su temor ante el acecho de una hipotética cuarta ola. “Si tuviéramos casos de covid, habría que suspender el proceso de vacunación, por eso deseamos que pasen estos 21 días cuanto antes para suministrar la segunda dosis”.

"En la primera ola nos vimos obligados 
a actuar como hospitales sin serlo"

Martínez ayer sonreía, felicitaba el año, correspondía con cariño los gestos de victoria de algunos internos y se emocionaba también al recordar la travesía en el desierto hasta la llegada del antídoto. “Cuando todo empezó en marzo no sabíamos lo que se venía encima, en el mes de abril hubo un brote en el centro, sin excesiva incidencia, pero en aquella primera ola no teníamos medios. Nos vimos obligados a actuar como hospitales sin serlo”, resume. A la directora se le rompe la voz al agradecer el apoyo de todos los compañeros y los familiares -loa la actitud de los enfermeros como Vanessa Val, que se encuentra maniobrando con las sillas de los mayores- y dice que “ahora toca resurgir, perseverar y seguir demostrando que en nuestros centros hay calidad de vida, seguridad y que no somos un sitio que genere el virus”. Martínez habla del trabajo vocacional de quienes tratan con mayores y, también, de lo duró que fue durante el confinamiento explicar a algunos internos con principios de demencia que debían permanecer aislados en sus habitaciones. “Ellos necesitaban la calle y cierta libertad. Por muchos medios que tengamos una videollamada nunca suple la visita de un familiar”, afirma. Afortunadamente en Navidad, “siempre siguiendo la normativa de la DGA, pudimos permitir visitas de más de un familiar para lo que habilitamos zonas especiales, incluso sirviendo un pequeño aperitivo”, añade la directora.

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