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En Calomarde, las verduras y hortalizas crean territorio

En su primer año de existencia, la empresa HortAlbar, dedicada a la venta de hortaliza fresca y conserva, ha triplicado su volumen de negocio.

Begoña Polo también acude a ferias para dar a conocer sus productos en conserva.
Begoña Polo también acude a ferias para dar a conocer sus productos en conserva.
HortAlbar

Desde que era muy pequeña, Begoña Polo, natural de Calomarde, en la Sierra de Albarracín, disfrutaba viendo a sus padres y abuelos trabajar con alegría en el huerto familiar. Verduras y hortalizas que, en épocas de gran producción, eran empleadas para elaborar deliciosas conservas que en invierno compensaban la falta de producto fresco.

Hace un par de años, cuando esta emprendedora se quedó en paro pensó que era el momento de poner en práctica los conocimientos adquiridos en sus visitas al huerto y a los fogones familiares. "Yo siempre he querido vivir en mi lugar de origen, pero cuando me quedé sin trabajo vi que era complicado encontrar una oportunidad laboral, porque hay pocas ofertas en el mundo rural. Por este motivo, decidí poner en marcha mi propio negocio, animada por amigas y compañeras de mi antiguo trabajo que me decían que ellas serían las primeras compradoras de mis hortalizas y verduras", asegura.

Y dicho y hecho. En 2018, fue fraguando la idea y en 2019, después de hacer frente a todos los trámites burocráticos para poner en marcha el obrador donde elaboraría las conservas, arrancó el proyecto HortAlbar, dedicado a la producción y comercialización de verduras y hortalizas frescas en cajas que ella se encarga de distribuir entre los compradores, que proceden en su mayoría de la comarca Sierra de Albarracín.

"Es un trabajo que me apasiona y que me tiene ocupada todo el año. En febrero comienzo haciendo los semilleros, en mayo montó los invernaderos y planto la verdura y ya no dejo de trabajar. Entre junio y agosto llega la locura de la recolección y, a partir de septiembre, con los excedentes que no puedo comercializar en fresco comienza la fase de envasado, que termina ahora en diciembre, con las legumbres y el cardo", explica Begoña, quien disfruta en la huerta, a pesar del duro trabajo que supone sacar adelante un proyecto de grandes dimensiones.

Cuando la faena del campo va disminuyendo, llega el momento de la conserva, que elabora siguiendo los consejos y el modo de hacer de su abuela y su madre, sin colorantes, conservantes o aditivos de ningún tipo. Un proyecto de economía circular del que Begoña se siente muy orgullosa. "Un año después de arrancar puedo decir que he superado las expectativas previstas. En este tiempo se han triplicado los clientes gracias al boca a boca", asegura con orgullo.

Ella ha conseguido ir labrándose un futuro en el pueblo y aunque le gustaría que su empresa sirviera para generar algún puesto de trabajo más en la localidad, por ahora se conforma "con poder vivir haciendo lo que me gusta".

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