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Primer día sin cierre perimetral en Casetas: "Llevo un mes sin ver a mis padres"

Los vecinos de este barrio rural zaragozano recuperan la libertad de movimientos tras las últimas semanas de restricciones por la covid en la capital, en las que comercio y bares han notado los efectos de estar aislados de los pueblos del entorno y se reinventan para resistir a la crisis.

A partir de las 9.00 de este martes las calles del barrio zaragozano de Casetas empezaban a llenarse de los niños que iban a los colegios y los clientes de las panaderías, algunos haciendo fila fuera, pese al frío, para respetar los aforos. Entre ellos se podía ver pasar a algunos desde la vecina Malpica, barrio de Utebo separado solo por una calle, en el primer día que podían cruzar legalmente la vía que se había convertido en frontera tras el cierre perimetral de Zaragoza capital y sus barrios rurales, el pasado 22 de octubre, como medida para reducir los contagios de covid.

"Se nota en las ventas si no se puede mover la gente, sobre todo, los fines de semana porque compra para llevarse a los pueblos", explicaban desde la panadería Hermanos Domínguez Alonso de Casetas, frente al edificio de la Harinera del Ebro que espera su remodelación. La dependienta, Ana Sancho, vive en Malpica, "en el límite", en una zona en la que "no hay ya bancos ni estancos", apuntaba. 

Navidades con restricciones

En la céntrica plaza del Castillo, delante de la Alcaldía del Barrio, las mesas de las dos cafeterías que la rodean estaban colocadas buscando los rayos del sol. "Estoy muy feliz porque por fin puedo venir a mi barrio", decía Raquel González, residente en Malpica, pero que hace su vida en Casetas y a la que el cierre perimetral levantado ahora le había afectado en su vida diaria como ir a ver a la familia política, al estanco o al cajero. Tomaba café con una amiga de Casetas, a la que la medida le había afectado a la inversa. "Soy de Casetas y llevo un mes sin ver a mis padres", explicaba Inés Salinas, ya que ellos viven en Malpica.

"Aunque vivimos pegados a mis padres y mis dos hermanos, no nos vamos a juntar este año porque seríamos ocho"

Ambas estaban concienciadas de la necesidad de seguir con las restricciones este año en Navidad para evitar una nueva ola de coronavirus. "Aunque vivimos pegados a mis padres y mis dos hermanos, no nos vamos a juntar este año porque seríamos ocho", explicaba Raquel. Han decidido hacerlo por separado aunque podrán verse por las ventanas y brindar. "Como mucho lo celebraré con mis padres", cuenta Inés. Su hermano vive en Valencia y sus cuñadas una en Madrid y otra en Guadalajara y no sabe si podrán venir. 

Alberto Guiral, tercera generación de Bar Aragón fundado en los años sesenta, servía cafés en una mesa contigua. Se mostraba optimista pese a la situación actual. Estas semanas había perdido algo de clientela de la parte de Utebo, pero sus fieles han seguido acudiendo a la hora del desayuno y el vermú. "Sin terraza sería imposible estar abiertos", reconocía, y ahora echaba cuentas para ver si podía poner estufas y poder aguantar los días de más frío. Para afrontar las restricciones había incluido también el servicio a domicilio para el fin de semana. "Lo llevo yo mismo". Espera como otros bares que se vayan abriendo las limitaciones dentro de los locales, tras el anuncio de que podría permitirse consumir dentro con aforo limitado.

Alberto Guiral, del Bar Aragón de Casetas.
Alberto Guiral, del Bar Aragón de Casetas.
Guillermo Mestre

Los comercios del barrio han echado en falta a los clientes de los pueblos vecinos, desde peluquerías a tiendas de ropa o de alimentación, aunque más de uno confiesa que hay quien ha hecho alguna escapada. "Lo he notado en la gente más mayor de Malpica o de pueblos como Sobradiel, que no venían", decía Pilar Gracia, al otro lado de la mampara del mostrador de la ferretería La Plaza. Poco después entraba una vecina de Pinseque.

Muchos se han ido sumando a la aplicación móvil del Ayuntamiento de Zaragoza Volveremos si tu vuelves que ofrece descuentos en cada compra. "Ayer vendí una tostadora de 17 euros que se quedó en unos 8", ponía como ejemplo Pilar. La diferencia la puede gastar el cliente en otras tiendas del barrio adheridas.

"A mucha gente de los pueblos cercanos les gusta más venir a los barrios que a las multitudes de Zaragoza"

"En cuanto entran por la puerta les pregunto si se han bajado la aplicación y si no se la bajo", aseguraba Cristina Bueno, propietaria de la tienda de ropa Olé Shop en el Paseo Ciudadano que divide al barrio, la antigua carretera de Logroño. Toda ayuda es buena para animar las compras.  "El mes de noviembre es malo de por sí pero este ha sido catatónico", reconocía, por los efectos negativos del cierre perimetral que les ha privado de clientes de otros municipios. "A mucha gente de los pueblos cercanos les gusta más venir a los barrios que a las multitudes de Zaragoza", afirmaba.

Cristina Bueno, propietaria de Olé Shop, en Casetas.
Cristina Bueno, propietaria de Olé Shop, en Casetas.
Guillermo Mestre

"La desventaja de estar tan cerca de Zaragoza es que para los que viven aquí es muy fácil ir allí a comprar", lamentaba. Las campañas de fomento del comercio local y la app creía que ayudaban, pero "por mucho que se insiste en comprar en el pequeño comercio, al final se olvida enseguida", pasado el 'boom' que hubo tras el confinamiento de marzo. Por eso, las tiendas buscan reinventarse. En su caso, se ha animado a colgar videos en Facebook probándose las últimas novedades de la tienda. "No lo hubiera hecho en la vida porque no me atrevía, pero está funcionando mucho", confesaba.

Otros han recurrido a tener a sus clientes informados por Whatsapp como en Frutas y Verduras y Más. "Envío fotos pero a ellos les gusta más verlo", reconocía Carmen Achina, que regenta el establecimiento junto a su marido Segundo Guaman, en cuyo escaparate se pueden ver unos enormes tomates rosas. Originarios de Ecuador, su marido lleva dos décadas en Zaragoza. Abrió la tienda hace nueve años, después de quedarse sin empleo en la crisis anterior e invertir la indemnización del paro en emprender. La crisis actual la notan en la bajada de clientes que no salen por miedo a la pandemia ya que muchos son mayores. "Tengo clientas que desde marzo no se atreven a salir", aseguraba Carmen. 

Carmen Achina y Segundo Guaman en su tienda Frutas y Verduras y Más.
Carmen Achina y Segundo Guaman en su tienda Frutas y Verduras y Más.
Guillermo Mestre

La caída de ventas se nota también en las relacionadas con la Navidad. "El año pasado en esta temporada ya teníamos encargos de cestas de navideñas", pero ahora "de eso, nada". Se mantiene la clientela fiel que busca productos de calidad y temporada. Ahora tienen judía roja, alcachofas y aún no han traído cardo porque ven que no hay demanda. "La gente mayor es la que verdaderamente lo consume". Consiguen mantenerse pero "nos toca reinventarnos, bajar el precio y buscar variedad", pone como ejemplos. Y tienen servicio a domicilio.

También había quien se ha estrenado en internet, como la librería El Bazar, que cuenta con página web www.elbazardegoito.com. A los libros han ido añadiendo complementos como bufandas, gorros y guantes que decoran su escaparate de Navidad. "Vienen muchos jóvenes a hacer fotocopias y con 'pen drive' para imprimir", contaba Mariflor Liso, en el negocio que ha superado las cuatro décadas y que continúa tras la muerte de su marido hace casi cuatro.

Librería El Bazar, en Casetas.
Librería El Bazar, en Casetas.
Guillermo Mestre

En el interior conservan el rótulo de la fachada del local original. Su hija ha hecho la web en la que ha incluido el nombre de su padre como homenaje. Esperaba que mejoren las ventas con el fin del cierre perimetral pero reconoce que es "duro" resistir a la situación actual generada por la pandemia. "Por las tardes ya no hay gente por la calle y si no pasa, no entra", lamentaba, pese a encontrarse en lugar céntrico, junto a la iglesia.

"Por las tardes ya no hay gente por la calle y si no pasa, no entra"

Mientras, los vecinos recuperan la libertad de moverse. "Paso a dar una vuelta y me voy a la caja", contaba Eulogio Agudo, vecino de Malpica jubilado, que salía del hogar de las personas mayores de Casetas e iba a la "frontera" con Utebo. No está conforme con que se haya separado este tiempo al barrio rural y al municipio. "Estamos incluidos en el barrio, aunque no sea Casetas", afirmaba.

Una de sus hijas vive en Torres de Berrellén y otra en Santa Isabel. Estas Navidades, aunque ya se puedan mover van a ponerse algunas restricciones, aunque manteniendo alguna celebración para poder ver a su nieta de 14 meses que es "nuestra debilidad". "No vamos a hacer cenas". En casa están pensando limitarse a hacer comidas, incluso en Nochebuena y Nochevieja, y si puede ser como hasta ahora "en la terraza, al aire libre" y "si entramos a casa, con mascarillas".

Lo tienen complicado los bares que no tienen terraza. Algunos ya no han levantado la persiana tras las últimas restricciones y otros esperan a que se pueda servir en el interior para hacerlo o prueban con la comida a domicilio. "Un bar para funcionar necesita estar al 100% porque no es como una tienda que cada cliente que entra gasta y se va. Aquí cada uno gasta un euro y poco en un café", señalaba Leonardo Gil, desde El Pozal, otro de los bares históricos del barrio, que ahora solo abre por la mañana y sobrevive con cuatro mesas en la acera. "Hay que cerrar a las 20.00 pero no me merece la pena abrir por la tarde porque aquí se trabaja a partir de las 19.00, cuando al gente sale de trabajar".

Leonardo Gil, en el bar El Pozal de Casetas.
Leonardo Gil, en el bar El Pozal de Casetas.
Guillermo Mestre

El vermú del fin de semana es su momento de más actividad. Sigue acudiendo gente pero con tan pocas mesas no compensa. "Me pongo malo cuando veo que viene una cuadrilla, ven que está lleno y se van, porque pienso 'otra ronda fuera'". Ni se le pasa por la cabeza poner, como en algunos bares de Zaragoza, limitaciones a los clientes para tomar el café en 15 minutos. "A un cliente fijo no se lo puedes hacer. Solo los bares del centro pueden porque es gente que va de paso. Aquí igual no vuelve", explicaba. Sin embargo, "hay gente que lo entiende y si ve gente esperando se levanta", confiesa. E incluso hay quien deja propinas solo por unas consumiciones, algo que antes solo veía en las comidas o cenas, para colaborar y sin que nadie se lo pida. Tiene cuatro trabajadores en ERTE esperando a que se levanten las restricciones. "Ahora yo no cubro gastos", confesaba,  por lo que va tirando de ahorros y espera que estas Navidades ya se pueda servir en el interior aunque es consciente de que previsiones no puede hacer porque "no sé qué va a pasar".

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