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El barbero de Belchite, en horas bajas tras un verano “apoteósico”
Albert Valero regresó hace cuatro años desde Barcelona a la localidad de la que procede su familia para montar su propio negocio de corte y arreglo de barba.

De encargado de un salón de peluquería y estética en Barcelona a dueño de una barbería en Belchite. Hace casi cinco años que Albert Valero decidió dar un cambio radical a su vida y mudarse al medio rural. A sus entonces 26 años (ahora va a cumplir los 30) cogió las maletas para empezar una nueva etapa en el pueblo de su madre.
Como muchas otras familias, la de Albert emigró de Belchite en busca de nuevas oportunidades. Por eso, él nació en Barcelona pero siempre ha mantenido el contacto con el pueblo. “Teníamos casa y veníamos todos los veranos y para fiestas”, explica Albert, que desde que vive en el pueblo tiene su propia casa.
Su propia casa y su propio negocio. Las ganas de cambiar su rutina le empujaron a realizar un estudio de mercado para ver qué necesita el entorno de Belchite relacionado con su profesión. Peluquerías había muchas pero barberías, ninguna. Así es como Albert devolvió al pueblo un servicio que se había perdido hacía más de una década.
“Los hombres estaban deseando que abriera porque el último barbero cerró doce años atrás cuando yo llegué”, explica Albert. Sin embargo, aunque a los vecinos del propio Belchite se los ganó en seguida, con los del resto de la comarca le costó algo más. “Por suerte, el local está ubicado en el centro, donde se monta el mercadillo y por donde pasan todos los vecinos de otros pueblos”, explica. Así es como, poco a poco, se dio a conocer y fue afianzando a su clientela.
La tendencia al alza continuó durante los primeros años de vida de la barbería Delia y pronto a Albert se le empezó a conocer en la comarca como ‘El barbero’, dentro y fuera del terreno profesional. Pero en marzo de este año, las cosas se torcieron. El negocio tuvo que estar cerrado durante algo más de 50 días y hay clientes que se han quedado por el camino.
“Los habituales de Belchite han seguido viniendo, pero he notado que muchas personas mayores, especialmente de otros pueblos, han dejado de venir”, comenta. “Las familias tienen miedo a que estén rondando y se hacen los arreglos de la barba en casa”, añade.
Y es que acudir a la barbería de Albert es también un acto social. Los clientes de edad avanzada aprovechan el afeitado clásico a navaja, que se suele hacer dos veces por semana, para coincidir con los amigos y pasar el rato. Todo, eso sí, con las correspondientes medidas de seguridad, como las mamparas que separan los sillones, el aforo limitado y el uso de mascarilla.
Sin los clientes jóvenes por las restricciones de movilidad
Además de este tipo de usuarios, que no suelen faltar a su cita, a la barbería de Albert también acude gente joven, más ahora que llevar barba está de moda, para hacerse arreglos. Un público, éste, que está de capa caída tras las recientes restricciones de movilidad. “Muchos viven en Zaragoza y aprovechaban los fines de semana que venían a Belchite para pasar por la barbería”, explica Albert, en referencia a una clientela que, por el momento, está perdida.
Por suerte, estas semanas más flojas, se están compensando con un verano que, en palabras de Albert, ha sido “apoteósico”. Éste y todos, en realidad, ya que es la época del año en la que Belchite tiene más población y quienes pasan varios meses en el pueblo no tienen más alternativa que dejar su barba en manos de Albert.

Gracias a los buenos números obtenidos este verano, Albert está ahora más o menos tranquilo. Además, comparado con los gastos que tendría en Barcelona, el alquiler y los impuestos de Belchite son bastante más llevaderos. La otra cara de la moneda son las tarifas, más baratas en el pueblo, que han tenido que ser modificadas ligeramente al alza para hacer frente a los costes con menos clientes.
No obstante, y aunque Albert se muestra optimista, reconoce que en esta época está teniendo momentos duros. “Los días de menos clientes tengo más tiempo para darle vueltas a la cabeza”, dice. Al mismo tiempo, reconoce que lo que peor lleva de vivir en Belchite, más en tiempos de covid, no tiene nada que ver con el cambio de la ciudad al medio rural. “Lo que más me cuesta es tener a toda la familia lejos”, asegura. Y eso que en Belchite, compañía no le falta, ya que conserva a su grupo de amigos de siempre.
En cuanto al cambio de vida, Albert lo lleva con total naturalidad. “En las capitales tenemos centros comerciales, cines, bares... Pero entre semana hacemos uso de ello muy pocas veces”, asegura.
Esperando unas navidades “descafeinadas”
Tras un verano apoteósico y un otoño regular, Albert espera unas navidades “descafeinadas”. “Sin unas fiestas normales, no habrá cortes excepcionales, como los que se hacen para Nochevieja o para la cena de Nochebuena. Vendrán los clientes de rutina”, explica. También solía preparar lotes de productos para regalar pero, por el momento, para este año no se lo plantea.
Para el medio plazo, a Albert le gustaría poder celebrar, en febrero, el quinto aniversario de la apertura de la barbería. Ya tiene pensada la música jazz que pinchará algún amigo mientras él corta en directo. Ideas que, como todo en esta época, se esconden tras la incertidumbre y la resignación: “Haremos lo que nos dejen”.
Como buen emprendedor, ya tiene en mente posibles proyectos para el futuro, como ampliar el negocio a los cortes de mujer. “Hace un tiempo cerró una peluquería de Belchite dirigida más al público femenino joven y varias amigas me animan a que cubra esa necesidad de cortes nuevos, mechas diferentes...”, explica.
Por el momento es solo una posibilidad, ya que tendría que adaptar el local actual y contratar a alguien para poder hacer frente a todo. Lo que tiene claro es que para triunfar en un pueblo, uno no se puede relajar. “Si tienes un mal día y el cliente se va descontento, puede que no vuelva y además lo cuente en sus círculos”, explica. “Esto repercute mucho más aquí que en una gran ciudad, donde los usuarios no suelen ser recurrentes”, añade.
Y es que la confianza y la cercanía de la vida en el medio rural es un arma de doble filo. “Un día puedes estar en lo más alto y al día siguiente, por algo que quizás no tiene que ver ni con lo profesional, caer a lo más bajo”, reconoce. En cualquier caso y pese a los malos momentos, Albert no cambia esta nueva vida que comenzó hace ya casi cinco años en su Belchite querido.